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Somos fuertes parte 13

Elena se presentó en la casa de Nuria. Ya eran buenas amigas.
-Hola, buenas tardes – dijo Elena al entrar a la casa.
-Mira, te presento – dijo Nuria – ella es mi suegra.
-Hola – dijo Clara con una sonrisa.
-Él es mi hijo Alex y él es mi esposo Emilio.
-Buenas tardes a todos.
-Ella es la pequeña Camila. Y mi hijo Israel no ha llegado del hospital.
-Pasemos a la mesa – Clara dijo.
La tarde fue de una charla amena con la psicóloga Elena. Ya eran pasadas las nueve de la noche y había llegado el momento de conocerlo.
-Buenas noches – dijo el joven médico entrando a la casa. Portaba el uniforme blanco y su mochila llena de sueños y esperanzas.
-Buenas noches – respondieron todos.
-Hijo ¿vas a cenar? – preguntó Clara.
-Muero de hambre, abuela.
-Hijo, ella es amiga de tu madre – Emilio se levantó de la mesa.
-Buenas noches - dijo ella.
-Hola - responde él.
Elena miraba a detalle el rostro del joven. Algo sintió cuando lo vio. Israel era muy parecido al padre de Elena. Pero talvez se trataba de una coincidencia. Elena se fue porque ya era tarde, pero quedó intrigada con Israel.
-Esa mujer me da mala espina – le dijo al oído a su hijo mayor.
- ¿Por qué dices eso, papá?
-No sé. Se me hace sospechosa.
-Ves cosas donde no las hay – le dijo su hijo.

Elena no se iba a quedar con la duda. El lunes por la mañana se presentó en la institución. El portero ya no estaba.
- ¿Y don Fidel? – preguntó Elena al nuevo portero.
-Se fue. Dijo que ya estaba cansado.
- ¿Puedo pasar? Quiero hablar con la directora.
-Claro, adelante.
Elena entró a la institución. Miles de recuerdos llegaron a su mente.
Era una noche lluviosa. Elena tenía horas de haber parido a un niño al que no podría mantener. Su novio no respondió por el acto y la dejó sola. La situación en casa no era fácil. Su madre no tenía dinero. La pensó mucho, esperó a que bajara la lluvia para dejar al pequeño en una caja de cartón con una nota “no lo puedo cuidar” tocó el timbre y se fue. Caminó hasta llegar a la esquina, se arrepintió y regresó a la institución, pero don Fidel ya había abierto la puerta. Observó que Elena se acercaba a la puerta, el hombre sospechaba que ella era la madre.
Don Fidel le permitía la entrada a la institución para que viera al niño. Eso pasó hasta los ocho meses cuando la directora se enteró. Se le dijo a Elena que la demandarían por abandono o que se llevara a su hijo. La mujer desapareció.
Desde entonces, Elena carga en su conciencia el haber abandonado a su hijo. Estudió una carrera y continuó con su vida. Eso le costaría caro. Ahora, Elena quería investigar si ese joven al que vio y que tanto se parece a su abuelo, es su hijo.
Sentada en la oficina esperó a la directora.
- ¿Qué quieres aquí? – dijo la directora.
-Nada.
- ¿Te paras aquí después de veinticinco años? ¿Para nada? ¿Qué quieres?
-Saber de mi hijo.
-Ojo. Él no es tu hijo. Y sabes que no te puedo dar información. Y don Fidel no sabe nada. Ni lo busques. Ahora, vete.
Don Fidel le había dicho a Elena que la institución tenía una puerta por la cual podría entrar sin ningún problema. Entrada la madrugada se acercó al lugar. La puerta no tenía candado. Nadie entraba por ahí excepto don Fidel. Elena entró al lugar y llegó hasta la oficina. Se brincó la ventana porque cuando llegó a la oficina por la mañana se aseguró de dejarla abierta.
Buscó por todos lados y no encontró nada. Frustrada se fue porque el nuevo portero escuchó ruidos, Elena estaría en problemas porque la directora dio instrucciones de que Elena tenía prohibida la entrada.

Israel escuchó el diagnóstico de Isidora. Le partió el alma enterarse que una de las personas que más lo ha querido en la vida estaba muriendo lentamente. Un cáncer pancreático se la estaba comiendo todos los días. Saliendo de casa antes de su quinta guardia del servicio social en una semana, tenía pensado visitar a Isidora. Quería hablar con ella.
-Hola. Buenos días – le dijo Elena a Israel.
-Buenos días – respondió Israel amablemente.
- ¿Al trabajo?
-No precisamente. Voy al servicio social.
-Que bien. Si gustas yo te llevo.
- ¿No vas a pasar?
-Sí. Pero te llevo. No hay problema y cuando regrese paso a platicar con tu mamá.
-Está bien. Pero no voy al hospital.
- ¿No?
-No. Voy a otro lugar.
Elena no sabía de qué se trataba. Israel le indicó el lugar. Elena vio que era un orfanato.
- ¿Qué lugar es este?
-Aquí crecí – le respondió Israel – pues gracias.
- ¿Quieres que te acompañe?
-Por mí está bien.
Israel entró y pidió hablar con Isidora. Elena lo esperó en el jardín.
-Ay Israel, qué bueno que vienes a verme.
-Quiero hablar contigo – le dijo Israel tomando su mano – me enteré de tu diagnóstico.
-Fue una bomba enterarme – respondió la mujer.
-Me duele verte así. Tu eres una persona muy importante en mi vida. Viste mis primeros pasos. Fuiste más que una guía aquí. Más que una coordinadora. Fuiste compañera de mi mamá en la escuela. Te debo mucho.
-Eres un muchacho increíble – le dijo Isidora llorando.
-Quiero que me permitas acompañarte en tu proceso. Estaré en el hospital un año.
-Gracias, muchacho.

Continuará…

Texto agregado el 14-01-2023, y leído por 45 visitantes. (0 votos)


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