Arcaicas intenciones
cabalgo.
Monto el paso.
Aparezco leve,
tenue,
marchito,
perdido.

¿Soy de árbol y de sombra?
¿Soy languideciente comparación
entre la noche y la lluvia
por poca astucia,
y falta de ánimo?

No pereceré esta noche.
No
jamás
inventando gaviotas muertas
ni alas quebradas.

No moriré jamás
ante este desplante de la vida mal lograda
que es la identificación
con las penurias
no queridas
adquiridas
heredadas,
forjadas en mármol por otros
que crecieron y se sacrificaron.

No me entregaré a la identidad del mártir.
No viviré con el estómago apretado
por temor a la muerte.

No viviré así.

Viviré conmigo,
con el canto insolente,
con la noche estrellada,
con la irrupción discordante
de la novedad querida,
de mi víscera actuando.

No me dejaré morir
por la anestesia.

No querré irme a arrimar
a una iglesia
para querer gritar,
por querer llorar;
porque la fuerza de la mejor de mi intención
ha estado guardada.

Y lo que en mí hoy pide
mucho más calor
es mi ansia de vida:
mi mejor dinamismo,
cual esencia malhumorada.