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Compró un lote de libros viejos a insistencia de su esposa, no estaba para dispendios. Confiado en la intuición de ella resolvió el negocio gracias a un préstamo con intereses altos y dejando en garantía sus propiedades. «Con una joya que te encuentres será suficiente para salir del atolladero». —le animaba.

La biblioteca perteneció a una familia que llegó en el siglo pasado proveniente de Europa. Se encerró días y noches entre columnas de libros con olor a tiempo. Los últimos meses los pasó alejado de eventos sociales acompañado de su esposa. con el objetivo de encontrar un incunable que tuviese un alto valor en el mercado y, que le permitiese salir airoso de sus acreedores. El fracaso significaba penurias y cárcel. Alicia, su compañera lo asistía. Muchas veces el cansancio lo doblaba sobre el escritorio y su esposa lo encontraba sobre las pastas de algún libro.

Esa noche recordó haberse dormido, fatigado por la lectura y, después despertar a deshoras. Logró comprender un libro sobre recetas y hechizos escrito en latín. En la mañana cuando su mujer llevaba café y panecillos lo encontró ensimismado. Dejó a su lado el aromático y se retiró en silencio. «Algo encontró».

Horas después, había redactado dos cartas. En una decía, lo que todo el que se va suicidar dice: “No se culpe a nadie de mi muerte”. Y, el final: “dejo todos mis bienes, pólizas y seguros a mi esposa”. La segunda carta iba dirigida a su cónyuge: «Como sabes, nos casamos por bienes separados, así que no tienes que pagar mis deudas. Entiérrame de tal manera que tú, sin ayuda de nadie, puedas rescatarme. Estaré en un estado catatónico, y al mes exacto, volveré a mi conciencia». Destruye la carta y este viejo libro escrito en latín.

Entre los rezos, el novenario, los abrazos de condolencia se pasó el tiempo. Los acreedores se retiraron. El día previsto, ella caminaba hacia el cementerio y bajo el velo parecía rezar. El viento zarandeaba sus ropas. Próxima a la tumba llamó al mozo del camposanto y ordenó que la mantuviera limpia, que los floreros estuviesen relucientes y que nunca faltasen rosas blancas, que eran de la preferencia del finado. Se retiró. En el sendero, bajo la floración de los ahuehuetes, simulaba a la distancia una enorme mariposa negra que se perdía entre la sombra de aquella tarde vieja.



Texto agregado el 14-07-2022, y leído por 138 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
16-07-2022 Debo rectificar mi comentario. Lo leí al vuelo por estar muy apurada, (algo que recomiendo no hacer). Me gustó mucho. Dicen que las mariposas representan el espíritu cuándo la carne queda. MujerDiosa
15-07-2022 Dále una vueltita corazón, así lo haces más comprensible, si? Te abrazo bien fuerte!!! MujerDiosa
15-07-2022 —Sinceramente, ayer no comenté porque por más que traté no logré comprender el significado real de lo escrito. Hoy creo haberlo entendido al leer bien el fondo de la segunda carta, oir las recomendaciones al mozo del camposanto, también suponer que cubierta por el velo no rezaba, sino que decía: hoy es el día, allá voy contigo... y la mariposa negra creo que podría ser el luto que los recordará a ambos. También con google aprendí mucho de los ahuehuetes. —Abrazos para ti amigo Sendero. vicenterreramarquez
15-07-2022 Bueno y enigmático tu cuento yosoyasi
15-07-2022 Esposa listilla y aprovechada. Cómo dice el refrán: nadie sabe para quien trabaja. Buen cuento. maparo55
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