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Siguiendo el pensamiento de una joven mujer, que luchó para no dejarse vencer, por un intruso violento.



AMANDA

I
UNA NOCHE ANGUSTIOSA

La brisa empujó los vidrios repentinamente, su advertencia vibró en la ventana, como una posible e inesperada quebradura, los árboles se menearon pausadamente rasgando la corteza de sus ramas sobre la áspera superficie del tejado. Las corrientes de aire arrastraron y subieron toda una vasta extensión de hojas caídas y las esparcieron por toda la periferia. La puerta se abrió simultánea en la acometida, azotando la pared con un golpe raudo y fuerte, su impacto se desplegó hasta la habitación, escuchándose, como una explosión.
Amanda saltó de la cama sobresaltada por el estrépito, soñolienta y temblorosa cruzó el pasillo hasta la sala, sus pies descalzos dejaron la alfombra cálida y cayeron sobre las baldosas húmedas y frías. Un témpano recorrió la casa como una travesía en el mar, el frío insoportable era inverosímil y ella preocupada por su salud pensó asustada en unas infusiones calientes, para contrarrestar la baja temperatura, presentía la enfermedad marchar inmisericorde por su cuerpo, contagiándola, entumeciéndola irremediablemente para llevársela a la tumba. Cerró la puerta con lentitud y con precaución observó las eventualidades de una tormenta inusual. No era invierno y el clima desde hace días pegaba su grado de calor más elevado. “Las anomalías atmosféricas por el efecto de invernadero debe de ser” (pensó). Introdujo por fin su cabeza asomada al exterior y aseguró la puerta esta vez pasando el cerrojo. Miró la amplitud de la sala y se asombró por la humedad de las paredes y el desagradable olor a hongo que proliferaba en ellas, situación que no le encontró ninguna explicación (Un caso extraño por la insólita temporada de inaguantable sofocación). Se detuvo justo en la sala cuando iba de paso, para la habitación, su malestar y la tristeza por todo era evidente.
—¿Cómo es posible, si remodelé hace pocas semanas? —se preguntó. Su queja no encontró apoyo de ninguna persona en la casa, solo las tenues luces entrando por las ventanas y las sombras al final del corredor eran las únicas emociones. Caminó hacia la habitación bostezando su cansancio y las ansias de dormir una vez más la cobijaron. Se acostó dejándose caer sobre la espuma gruesa y se hundió en su blandura.

La brisa arreció más sobre la costa, estuvo moviendo los cristales y agitando todos los árboles de las casas vecinas con gran intensidad sin ser aún una tormenta tropical, solo llegaría a ser, aquella tempestad al cabo de unos minutos como el complemento de una lluvia granizada.

Amanda sintió la necesidad de acalorarse echándose sobre su joven cuerpo todas las sábanas que tenía disponible en su cama, para soñar el resto del tiempo que quedaba de esa madrugada inesperadamente fría. Bastó solo unos cuantos minutos, para quedarse rendida ante los incontenibles sometimientos del sueño, pero otro estruendo inesperado la despertó y estaba allí, esta vez, para aniquilar sus horas de descanso inmediatamente, porque tendría que enfrentarse a unos angustiosos y desesperantes momentos de locura sobre las 3:00 de la madrugada.




II
EL DÍA ANTERIOR

En la mañana

Algunas lágrimas nostálgicas la emocionaron, sacándole tiernos recuerdos de infancia a medida que repasaba las fotografías guardadas en el viejo álbum de sus abuelos maternos. Después de varios minutos de sentidos sollozos, Amanda reaccionó ante la realidad que la absorbía y cerró el libro de fotos. Secó sus ojos y sonó su nariz, miró el reloj colgado en la pared que daba la hora justa 8:00am, para atender la naturaleza de su cuerpo, tomando un baño y desayunando en el jardín.
Al regresar de sus diligencias en la ciudad donde cobró sus cesantías, consumió los medicamentos de las 10:30am, para estabilizar la tos continua que la asfixiaba y le quería sacar los ojos de las cuencas, agarrotándola y haciéndola pasar por sudores fríos. Su enfermedad la tenía distanciada socialmente y esa mañana de marzo empeoró más su estado. Sus padecimientos empezaron hace un año, cuando un virus gripal endemoniado y letal le trasmitió la neumonía, desde entonces, llevó las angustias apuñalando a su cuerpo lentamente y preparándolo, para la tumba. Pero, además de sus quebrantos de salud, del calor como medio de agotamiento, de la tormenta imprevista del día siguiente Amanda sufriría en esa madrugada helada los estragos de una feroz conducta desequilibrada que pondría a prueba sus instintos naturales y sus destrezas en su lucha por sobrevivir ante un intruso malvado.

En la tarde Amanda tomó un paseo por el pueblo, para admirar el desarrollo de los últimos quince años, recordó entusiasmada y risueña sus locuras de niña traviesa cuando pisaba los charcos de agua que quedaban en los callejones después de un desmedido y continuo aguacero relampagueante y centellante. Un despreocupado y divertido juego de niña inocente perdido en el tiempo de una época más sana, una generación más moralista, respetuosa, menos agresiva y menos letal. Ahora tantos recuerdos gratos y joviales esfumados en su juventud renacieron con la intención de ablandar otra vez sus sentimientos y hacerla más humana, más sensible ante la crueldad de la vida actual.
Sus padres murieron en un incendio ocurrido hace un año. Ella salvó el pellejo de las llamas al ser arrojada por la ventana en el momento de la onda explosiva, la conflagración destruyó toda la casa. La causa de esta desgracia en un análisis preliminar fue una fuga de gas propano en un cilindro doméstico, pero una investigación más profunda determinó que un corto circuito en la cocina fue el detonante del siniestro.





Esa tarde en la playa

Amanda llegó a la playa y observó a mucha gente bañándose y jugando en la arena, la tarde era muy soleada y la brisa sofocaba en gran parte la increíble temperatura. Fue un momento de relajación donde los problemas parecen solo un trago amargo y nada más o solo un instante desesperante sin llegar a la locura, aunque, detrás de toda esa jocosidad momentánea estaba la huella de una herida profunda, prolongada en el tiempo a través del infierno mental que ella engendró con resentimiento social, por las inherentes aflicciones. Por lo demás su vida lastimera había seguido al compás de la rutina y la enfermedad que la atrofiaba.
Fue entonces, cuando aquel hombre se le acercó y la jaló de entre las olas que querían atraparla y envolverla en sus corrientes, para arrastrarla como a un tronco seco hacia las profundidades, para después arrojarla hasta la orilla en una turbulenta marea, quedando ahí, sin vida y movida tiernamente sin nada más que la arena y la espuma, para adornarla.
Ella reaccionó inmediatamente, se aferró al desconocido, para abrazarlo como aquella pequeña asustada buscando protección.
—Gracias muchacho, por poco me lleva esa enorme ola —pronunció fatigada, mientras se sentaba en la arena a pocos metros del agua.
—De nada solo vi que u'ted e'taba ida —respondió el desconocido.
—Estoy pasando por momentos difíciles eso es todo —alegó Amanda.
—¿Dónde vive u'ted seño? —preguntó el desconocido.
—Muy cerca de aquí, a travesando la boca de la ciénaga y caminando con dirección hacia el pie de la colina, en la punta de Icaco —señaló el lugar.
—¡Ha!, ¿en la' casa' tejadas? —preguntó el desconocido.
—¡Sí!, en una de ellas, la casa fue de mis abuelos y vine a pasar un tiempo en ella, acabo de remodelarla —enfatizó Amanda.
—Yo me llamo Primitivo Palomino, pa' se'vi'le a u'ted señorita.
—Mucho gusto yo soy Amanda, gracias por tu amabilidad, pero discúlpame debo irme, tengo algunas cosas que hacer —pensó que ya era casi de noche y que las sombras serían muy peligrosas “Un inesperado auge de fechorías sucedía al amparo de la noche, se congregaban en el corregimiento muchos delincuentes juveniles nativos e invasores de los barrios bajos de la ciudad”.
—Bueno vaya ante' que suba la marea y se llene la boca de la ciénaga, si quiere la acompaño —Primitivo mostró una mirada maliciosa.
—No, tranquilo, yo puedo sola —respondió Amanda mirándolo a los ojos y sintiendo una inesperada desconfianza.
—Adiós Primitivo gracias de nuevo —Amanda se despidió de mano.
—Adiós Amanda ¡cuídese! —Primitivo la vio marcharse.
Amanda sabía de antemano, como estaban las cosas jodidas por estos lugares, razón por la cual no quiso invitar de noche al desconocido salvador a su casa, ya que una mujer sola es presa fácil, para oportunistas. Quizás, si la vida los juntara de nuevo, entonces podría agradecerle con una invitación a comer en cualquier restaurante que se encuentre a cien metros en la panorámica de la playa. Y si era cierto que Palomino tenía buenas intenciones con ella, sería un buen amigo protector.



III
EN LA MADRUGADA

El intruso

Amanda volvió a levantarse, cuando el cristal de la ventana estalló y entonces sintió realmente pánico, su sueño desapareció al instante y miró el reloj de la pared, eran las 3:00 de la madrugada o estaba soñando o alguien había entrado a la casa rompiendo el cristal. Empezó a toser inesperadamente, su cara se veía enrojecida, sus manos temblaban y se ponían moradas, como si la sangre se hubiera detenido y no quisiera correr más por sus venas y arterias, el escalofrío la agarrotó y sus piernas acalambradas por el frío, trastabillaron.
La lluvia cayó como en aquellos aguaceros de su niñez. Amanda doblegó su miedo y salió de la habitación con actitud resuelta, se armó en la cocina con un cuchillo y siguió sigilosa por las paredes del corredor, pero la tos no la dejaba, pensó que tal vez la fuerte tempestad estuvo jodiendo los vidrios hasta quebrarlos y si no era así, entonces que Dios la protegiera de todo lo malo, porque no quería ser ultrajada, por ningún puto loco asesino y si era un maldito ladrón que se llevara lo que deseara, pero a ella, no le iba a tocar ni un solo cabello, porque entonces lo descuartizaría como a un gallo, le sacaría las tripas con una cuchillada, después sin escrúpulos miraría su obra y se reiría de que otra vez en esta mísera vida llena de penalidades sería la vencedora de otra situación peligrosa. Llegó a la sala y no vio a nadie, apretó fuertemente la empuñadura del cuchillo, mientras caminaba con escepticismo alrededor de un gran sofá ubicado frente a la ventana con los vidrios rotos. Las corrientes de aire entraban a través de ella y los granizos chocaban en el marco de madera, para caer en el interior de la sala dejando todo encharcado. Al no encontrar ni siquiera una huella de zapato que pudiera alertarla, entonces bajó la guardia, se tranquilizó un poco, pensó mientras colocaba la mano en su pecho, para sentir su corazón latir apresurado, que todo parecía una insólita situación recreada por su mente. Exhaló el aire de sus pulmones, para percibir el leve cansancio detrás de su respiración profunda, soltó una suave sonrisa irónica sintiéndose estúpida y alocada.
Se paró justo en frente de la ventana, haló las dos cortinas, para proteger los muebles de la granizada, pensó, en las infusiones que tanto le gustaban y decidió ir a la cocina a prepararse una bien caliente, para climatizar su cuerpo.
Bebió “Tilo” para calmar el fuerte nerviosismo que la poseía y se fue a la habitación para abrigarse, ya pensaba que dentro de algunas horas amanecería y tenía que reparar cada uno de los daños que ocasionara la misteriosa tormenta. Colocó la taza en la mesita de noche después de acabar la bebida y se recostó cómodamente sobre las almohadas cerrando sus ojos, pero pasados algunos segundos un individuo misterioso salió entre las sombras y se abalanzó, para inmovilizarla y abusar de ella, el forcejeo fue prolongado en la cama, sus gritos se ahogaron en su garganta por la penosa enfermedad que sufría. En todo caso valdría su ira suponerla como una herramienta de defensa natural, para proteger su dignidad y su cuerpo no mancillado. ¿Sus débiles fuerzas serían su perdición o alguna energía inesperada en el interior de su alma surgiría y derrotaría a su enemigo? ¿Sucumbiría ante esta bestia degenerada vestida de piel humana, ultrajándola sin piedad, la mataría, la robaría o alguna fuerza inhumana de la ultratumba la ayudaría?
El individuo en medio de la penumbra se esforzó, para someterla, pero ella siendo una fiera no se dejó dominar, por su agresor, fue cuando sacó el cuchillo que tenía bajo las almohadas y con la frialdad que la había acompañado todo este tiempo actuó. La acuchillada en el pulmón fue decisiva, para bajar los ánimos del siniestro atacante, hubo una pausa y un quejido infernal, cuando el cuchillo penetró entre las vértebras y agujeró el órgano vital produciendo un sangrado interno y un dolor incesante, la sangre brotó desmedida apenas la filosa hoja salió de entre las carnes, cayendo sobre las tiernas vellosidades del vientre de Amanda empapando hasta su pubis.
Las manos del hombre dejaron de presionar el cuello y la vagina, al tiempo que se tumbaba sobre la cama dando vueltas para caer al piso. Dentro de la reacción inmediata se incorporó y de pies con la muerte en su rostro corrió hasta la puerta principal de la casa, quitó los cerrojos y entre lamentos se fue bajo la lluvia desangrándose.
Amanda extenuada sobre la cama se aferraba aún al cuchillo, como la víctima aturdida que era, tenía un trance de pánico y se acurrucaba entre las sábanas. En su mente solo pasaba el vago rostro del maniático agresor que para asombro suyo fue el hombre que la sacó de las furiosas olas en la tarde del día anterior y no entendía el porqué de las enfermas pretensiones de Primitivo Palomino.
La tormenta cesó y los primeros rayos solares aparecieron sobre la colina, los pájaros cantaron alegres por el nuevo día, el mar estuvo tan sosegado durante todo ese día que la luna por la noche saltó redonda.
Desde la colina se apreciaban las casas tejadas y su entorno la invasión de casuchas en cartón, latas y madera, seguido venía el pueblo con sus cabañas y sus restaurantes a lo largo de la playa. Y más allá estaba la ciudad con sus edificios de muchos pisos, sus barrios colmados de situaciones imprevistas, la gran muralla símbolo de la invasión colonizadora y como patrimonio de la humanidad.

Amanda después de un tiempo de recuperación fortaleció más su autoestima, continuó con rigor su tratamiento y vendió esa casa humedecida, por tuberías defectuosas. Sin nada más que la detuviera en la costa, volvió al interior del país, “a la capital”, para seguir con su vida y olvidar el indeseado momento donde estuvo a punto de ser violada. De primitivo no se supo más, está en la lista de desaparecidos en la policía, pero algunos pescadores comentaron haber visto entre las corrientes de agua salada lo que parecía ser el cuerpo de un hombre flotando y rodeado por tiburones.


Algunos párrafos suponen una repetición del sufijo "mente".

Texto agregado el 06-07-2022, y leído por 203 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
07-07-2022 Primera vez que te leo y me gustò tu relato. Muchas gracias por pasar por mis letras. Saludos! Mayte2
07-07-2022 Exclente relato, amigo querido. Estuve en suspenso...Un abrazo grande. MujerDiosa
07-07-2022 Durante todo el texto el lector tiene la certeza de la ciénaga, del ahogo, del agua entrando por las ventanas. Qué bueno que usaras otro modo de hablar en los diálogos de Primitivo. Muy bueno. Abrazo. MCavalieri
07-07-2022 Me encantó el relato, más aún el desenlace. Saludos, Sheisan
06-07-2022 Un relato trágico, que sin embargo, deja un sentimiento de alivio al ver qué finalmente Amanda pudo defenderse, incluso con su enfermedad. Buen texto Azariel. maparo55
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