Soy un hombre de piernas, desde niño, desde siempre. Nunca he logrado descifrar el por qué, pero las piernas de una mujer me volvían completamente loco.
Recuerdo mirar de reojo las piernas de la peluquera en mi primer corte de cabello, no se si tenia 6 o 7 años. Se movían de acá para allá, como al compás de sus tijeras. Era un cuadro hermoso, largas, firmes, perfectamente alineadas. Aún tengo en la retina aquellas tardes maravillosas en que me la pasaba deseoso y silente bajo la mano de esa hermosa mujer.
Como olvidar a mi primera maestra. Su postura elegante y la docilidad de las suyas, admiradas desde el anonimato de mi pupitre. Eran tan idílicas, como esculpidas en mármol, podía observarla por tardes completas. Recuerdo sentirme indecoroso solo por tener mi primera erección, que sabe un niño de eso...
Hoy por hoy la obsesión continúa, quizá solo sea eso o quizá exista un verdadero misterio escondido en medio de ellas, o tal vez simplemente soy otro tipo desequilibrado.