¿Hacia dónde volaron los cóndores?
Siluetas de negras alas abiertas
sobre una negra cordillera
que se hizo estrecho horizonte.
Se pintaron de oscuridad
para alzar el vuelo
sobre nostálgicos murales.


¿A dónde emigraron los huemules?
A refugiarse entre las sombras
de planas araucarias
delineadas sobre pancartas
de maderas impostoras,
pinos negociados
y aromáticos bosques
de verdes eucaliptos.


Duermo intranquilo
y despierto a la pesadilla,
de saber que las fronteras
se estrechan en sus orillas.
Se recogen apresuradas
hasta ponernos de rodillas.
¿Que razón hay
en defender iconos
de perdida identidad
si se rompe, con ello,
la naciente unidad?


¿Qué razón hay
en defender banderas
que estrechan
fronteras?
Tocan y queman
nuestra delgada piel,
como barrotes libertarios
de tangible abandono.


Siluetas que emergen
de un pasado extinto.
Remedos de vida pasada,
que se resisten a morir
en los pasos inquietos
de danzas indígenas.
En las raíces mismas
de una agonizante
ancestralidad.


Lloran los sauces
por la dulce patria
que se puso amarga.
Lloran los sauces
por el horizonte
que se extravió
tras los grandes edificios,
y sus lágrimas no pueden
saciar las sed de ambición
de las raíces invasoras.