Tras despertar del sueño aletargado de las páginas de lo cotidiano descubres el camino. Descubres el largo camino andado y lo grande que eres. Eres un águila que tuvo su visión exacta y ya no lo recuerdas, porque eras tú entre los acontecimientos, tan adversos, tan no tuyos. Por eso no te veías águila y lo eras.
Luchadora, combativa para sobrevivir, triunfabas sin ver los trofeos constantes, opacados por las circunstancias de turno.
Alzas la mirada al azul y ves tu sombra, tus raíces, recias; y miras un poco atrás, tan solo un poco e involuntariamente la boca se curva grande en sonrisa. Y sigues mirando y ves unos cuantos escalones muy grandes.
No es fácil, aunque tengas algunos talentos innatos. Nadie te ha regalado absolutamente nada.

Por eso, no mires más y aprieta el paso; que aún es de día.