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Un breve ensayo sobre el suicidio

Jober Rocha

El reciente suicidio asistido de la estadounidense Brittany Maynard, de 29 años, que desató un gran debate en Estados Unidos sobre el derecho al suicidio, motivó la disposición a escribir este texto, dando mi opinión sobre el tema.
Brittany tenía un cáncer cerebral incurable y, habiéndose radicado en Oregon, el estado de los Estados Unidos que permite el suicidio asistido, puso fin a su existencia el sábado 1 de noviembre de 2014. El Vaticano declaró el 4 de noviembre: - “El suicidio asistido de la joven es absurdo y no representa una muerte digna”.
En el mensaje que dejó, Brittany afirmó: "Hoy es el día que elegí morir con dignidad, dada mi enfermedad terminal, este terrible cáncer de cerebro que me ha aprisionado".
El suicidio, según las estadísticas publicadas por la Organización Mundial de la Salud - OMS, es la décima causa de muerte en el mundo, cobrando, anualmente, alrededor de un millón de vidas. Asia (China, Japón e India) es responsable del cuarenta por ciento de los suicidios en el mundo.
La verdadera cuestión filosófica del mundo moderno, como destaca Albert Camus en El 'mito de Sísifo', consiste, por tanto, en el suicidio. En su libro, Camus aborda la pregunta: ¿Valdría la pena vivir una existencia absurda y, siendo esta existencia absurda, el suicidio no sería una respuesta coherente?
En la obra de Camus, Sísifo era un hombre que, estando aún vivo, le faltaba el respeto a la muerte y a los dioses, estaba condenado a pasar el resto de la eternidad realizando una obra sin propósito: su destino consistía en levantar una enorme piedra y llevarla cuesta arriba, luego dejarla caer cuesta abajo y luego repítelo todo de nuevo. Sísifo realiza esta tarea con diligencia, en lugar de preferir la muerte, buscando la remisión de su sentimiento de culpa por haber cuestionado a los dioses.
Hoy en día, como resultado de una feroz competencia (por el espacio, el agua, el trabajo, la riqueza, la salud, la comida, etc.), el hombre ha perdido la lealtad y el cariño de sus semejantes y vive en un mundo globalizado donde los seres humanos son simplemente piezas de un gran engranaje, comandado por las élites, construido para producir ganancias a expensas del consumo de recursos naturales y del medio ambiente, además de la esclavitud consentida de los individuos, ¿valdría la aceptación por parte del hombre, el sometimiento a esta obra de Sísifo hasta el fin de sus días?
La respuesta a esta pregunta implica varias interpretaciones: filosóficas, psicológicas, religiosas y sociológicas. Empezaremos por lo religioso.
Las religiones, en general, condenan el suicidio. En el cristianismo, la idea de que la vida es un don divino y, por tanto, no debe ser despreciado, haz con que el que se suicida pase a actuar contra el orden natural e interfiera con la voluntad de Dios.
Para el judaísmo, el suicidio es la negación de la bondad de Dios.
En el Islam, el suicidio es visto como un signo de incredulidad en Dios, excepto cuando el individuo se martiriza durante el combate en guerras santas; en este caso, no sería un suicidio.
En el hinduismo, el suicidio está mal visto y se equipara con el asesinato de otra persona. En el budismo, el suicidio se considera una acción negativa, aunque hay circunstancias en las que el suicidio puede ser aceptable.
Desde el punto de vista espiritista, el hombre no tiene derecho a disponer de su vida solo para que Dios cuide de este derecho. El suicidio se convierte así en una transgresión de las leyes divinas.
Algunas sectas antiguas, como los cátaros (que practicaban un cristianismo diferente al de Roma), aceptaban el suicidio, que era considerado por los adherentes a la secta como una forma de liberación espiritual siempre que el alma (el espíritu cuando se encarnaba) fuera sometido a un odioso yugo de la materia.
Sociológicamente, muchas culturas aceptan y practican el suicidio en los casos de expiación del fracaso; como forma de protesta y en los casos de honor o de venganza de índole pasional.
También como objetivo militar o político, el suicidio se acepta y se practica; generalmente, representado por un acto de violencia que afecta a innumerables personas, incluido el perpetrador que se auto-inmola.
Los pactos suicidas, a su vez, se llevan a cabo por presiones sociales o grupales y, en el caso de las guerras, suelen ocurrir cuando militares o civiles se encuentran atrapados y listos para ser asesinados o capturados por el enemigo. Tales comportamientos estarían asociados a la imposibilidad de los individuos de ver alternativas viables para resolver sus problemas, haciéndoles imaginar la muerte como la única, fácil y definitiva salida a la situación conflictiva en la que se encuentran.
Psicológicamente, muchas personas no aceptan íntimamente el suicidio, independientemente de factores religiosos, por inferir que el suicidio estaría interrumpiendo el ciclo de la vida, cuando terminó con su vida sin dejar descendientes. Distintos trastornos, como el estado de ánimo (depresión, bipolaridad, distimia), ansiedad (estrés postraumático, ansiedad generalizada, trastorno obsesivo-compulsivo), personalidad (límite, antisocial, histriónico, evitación) y trastornos mentales (demencias, psicosis) pueden llevar al suicidio.
Estos últimos están presentes en aproximadamente el noventa por ciento de los casos de suicidio. La drogadicción (incluido el alcohol), por sus efectos desinhibidores, asociados al sufrimiento físico y emocional, también se encuentran entre las causas del suicidio.
Filosóficamente, muchos pensadores consideran el tema del suicidio como una cuestión legítima de elección personal y un derecho humano en el caso de enfermedades incurables. Platón pensaba que el suicidio no estaba mal cuando el individuo era condenado a muerte por el Estado, cuando lo obligaba alguna desgracia o cuando sufría una desgracia irreversible; el acto, sin embargo, debe ser condenado cuando se originó en una cobardía viril y perezosa. El mismo Sócrates, condenado al suicidio por el Estado, podría haber huido de su destino, pero no lo hizo, ciertamente porque, como Platón, lo consideraba su derecho, después de la desgracia por la que había pasado.
Actualmente, en muchos países, un acto de suicidio incompleto se considera un delito, al igual que ayudar a un suicidio a lograr su objetivo. Asimismo, instigar al suicidio, la eutanasia activa y no prestar ayuda a un suicidio se consideran acciones punibles por los códigos penales.
Aunque los seres humanos no tienen derecho a disponer de la vida de otros seres humanos (tanto desde un punto de vista religioso como filosófico y científico, en particular el del Derecho, esto como un conjunto ordenado y sistemático de principios y reglas que definen el orden jurídico impuesto por el Estado a la sociedad), creo que la libertad sobre el propio cuerpo y también sobre su mente y la expresión de sus pensamientos, de los que todos son (en forma inalienable) titulares, les da derecho a poder disponer de sí mismos como les plazca; es decir, de sus mentes y sus cuerpos para cualquier propósito que deseen, incluso para acortar sus vidas.
Aceptar lo contrario es condonar la esclavitud humana, las tiranías y la censura. Las religiones se oponen a esta disposición, por parte del individuo, de su propio cuerpo (para ponerle fin cuando lo desee), por juzgarlo (sin ninguna prueba concreta) como propiedad divina y, por tanto, concluir que solo Dios puede quitárselo. Los países, con sus sistemas políticos y económicos y sus leyes, lo prohíben porque consideran a las personas como propiedad del Estado, al que contribuyen como contribuyentes de impuestos, trabajadores, consumidores y reproductores de la fuerza de trabajo.
Al considerar la hipótesis religiosa como cierta; es decir, los seres humanos serían creaciones divinas y, por tanto, sus cuerpos serían de Dios (así como el momento en que sus espíritus los abandonaran sería, en este caso, una atribución del mismo Creador), creo que, de la misma manera que se permitió a los espíritus, cuando en el plano etéreo, decidir por sí mismos cuándo y dónde encarnarse (según la teoría espiritista), también les sería posible decidir cuándo y dónde desencarnar. Por otro lado, como la evolución espiritual, ciertamente, no tiene un plazo para ser obtenido, en la hipótesis de la existencia de múltiples encarnaciones, según la teoría espiritista, cuando, por alguna razón, el espíritu quiso desencarnar, ciertamente esta alternativa no traería grandes daños a su evolución sobre todo porque las encarnaciones podrían repetirse indefinidamente y un Creador amoroso ciertamente no se vengaría de ninguna de sus criaturas por una actitud tan extrema.
Al considerar la hipótesis religiosa como falsa; es decir, el ser humano solo sería producto de la Naturaleza y habría surgido como resultado de efectos probabilísticos, más aún, el cuerpo humano sería propiedad de quien lo ocupa y, por tanto, podría ser destruido cuando y como su propietario juzgó más conveniente.
Sin embargo, filosóficamente, ya que no conocemos la verdad sobre la naturaleza humana; es decir, si el hombre es fruto de la casualidad o si fue creado por Dios, el sentido común y la sólida razón dictan que seamos prudentes a la hora de acabar con nuestra propia existencia. Una existencia prolongada, incluso en la cárcel o en un hospital, puede ser todavía objeto de mucho aprendizaje y mucha satisfacción personal, siempre que se sepa aprovechar las oportunidades y se tenga espíritu de filósofo (es decir, dejar que seamos amantes de la sabiduría y del conocimiento).
El sufrimiento solo es malo para los débiles, los cobardes y los ignorantes. El sufrimiento (que es la razón por la que muchas personas se suicidan) no es necesariamente un mal.
Todo sufrimiento es una oportunidad para el aprendizaje y la evolución espiritual, que no debe desaprovecharse. Muchos abandonan la prisión o el hospital para llevar una vida llena de logros durante muchos años. Incluso si la situación es aparentemente insoluble, el tiempo mismo generalmente proporciona la solución a todos los problemas y aquellos que impulsivamente se adelantaron al tiempo, extinguiendo sus vidas por sí mismos, no cosecharán los frutos que el tiempo les estaba madurando.
Los enfermos mentales y los muy ignorantes (que constituyen una porción significativa de los suicidas), sin embargo, no son capaces de percibir la posibilidad de aprendizaje que se les ofrece. A otros, incluso capaces de percibirlo, no les interesa, porque su ego ya herido o la desesperación por verlo en tal situación es lo que realmente les importa y razón suficiente para acortar la vida que les queda.
Dado lo anterior, queda claro que los suicidios continuarán ocurriendo dentro de la raza humana; suicidios que, en mi opinión, sus autores tienen el derecho inalienable de cometerlos, a pesar de que van en contra de la voluntad de familiares, amigos y del Estado.
Los estados democráticos deben facilitar la eutanasia, especialmente en casos de enfermedad grave en fase terminal, y no considerarla un delito.
Los estados, estrictamente hablando, nunca estuvieron realmente preocupados por el destino de los suicidios como seres humanos. Tanto es así, que nunca se preocuparon por abolir las guerras, que a lo largo de la historia han cobrado millones de vidas humanas, demostrando que cuando están en juego los intereses de grupos y familias, el Estado tolera y alienta la muerte de sus ciudadanos; ni con la abolición del hambre y el control de las enfermedades que cosechan millones más anualmente. Tampoco con la mejora de la precaria atención médica y hospitalaria, responsable de condenar a tantos millones de seres humanos a la muerte y al sufrimiento. Menos aún con la situación económica y la distribución del ingreso, que ha llevado a miles de ciudadanos de todo el mundo a la desesperación y, en ocasiones, al suicidio.
La prohibición, por parte del Estado, de la eutanasia o del suicidio asistido por un médico, en mi opinión, no es más que una hipocresía de las élites que, de esta manera, intentan demostrar que se preocupan por el destino de quienes les sirven en toda una vida (y casi siempre inhumana servidumbre consentida). No muestran la misma preocupación con respecto a los animales, ya que el trato que se les da es todo lo contrario; es decir, permiten que aquellos animales gravemente heridos o enfermos sean sacrificados en nombre de una supuesta lástima, lástima que no muestran con seres humanos en la misma condición.

Texto agregado el 08-09-2021, y leído por 160 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
18-09-2021 Muy interesante el ensayo!!! essenavefenix
09-09-2021 Génesis 4: 15 "Respondióle Yahveh: «Al contrario, quienquiera que matare a Caín, lo pagará siete veces.» Y Yahveh puso una señal a Caín para que nadie que le encontrase le atacara." Dios prohibió el suicidio de Cain, así condenándole a vagar por siempre por allí. Yo creo que debe tener alguna casa de antigüedades en las Vegas. Entretenido y educativo tu trabajo. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
08-09-2021 El ensayo me parece impecable, Bequeano. No puedo menos que coincidir contigo. Un abrazo grande. MujerDiosa
 
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