Cuando descubrí que era el mundo el que sobraba y no yo, cosa bastante corriente y que a mucha gente pasa, en lugar de salir por ahí a pregonarlo, me metí en una página de internet, a crear un grupo de gente que se identificara con tal proclama. Les sorprendería saber lo generalizado de tal propuesta. También descubrí que se trataba de una cuestión más bien generacional.
Por otro lado, nada que no se pasara con un buen vaso de agua. Hasta tal punto, que ahí radicaba la esencia del problema: en la falta de coherencia que propicia todo lo que no sean vasos de agua. Así se llamaba el grupo. Gentes que beben agua. Con el tiempo nos empezamos a reunir en un local, que había sido la peluquería de mi madre, hasta que se terminaron sus iniciativas empresariales, y que desde entonces estaba abandonado. Allí, entre secadores y espejos, iniciamos la reconquista. Con el tiempo nos hicimos partido político. Les sorprendería ver la coherencia interna que proporciona el "h,dos,o". Así se llamó aquella asociación política. En realidad, más que la política tradicional, era lo que dividía a la gente: la falta de coherencia que producen los psicotrópicos. Así, la política- descubrimos- era un sistema de domesticar nuestros aturdidores de conciencias preferidos. Allí tenías a los partidarios de la grifa- más bien de izquierdas; los amantes del whisky añejo- división de pareceres, con partidarios entre los partidos centristas. Y los de los estimulantes supinos- división también, pero con cierta propensión de los militantes de derecha. Es decir, que la política, era una adaptación a y de los psicotrópicos.
Hasta que no apareció el zumo fermentado de alguna fruta por la humanidad, no se requirió de ella. El mundo era una bastedad que inventaba una y mil escusas para tener derecho al zumo fermentado de frutas. Entre otras particularidades. El hombre evolucionó e involucionó- al mismo tiempo por ello. Allí estábamos nosotros, los h,dos,o, para darle la vuelta al tiempo. Lo que ocurre es que le hicieron a mi madre una buena oferta por el local, y nos tuvimos que diseminar. Se nos acusó- por la poderosa industria de elementos de entontecer a la gente- de peligrosos subversivos, y nuestro movimiento quedó en una anécdota. También nos llegaron ofertas para integrarnos en partidos más convencionales. Algunos sacaron partido. Otros seguimos rumiando nuestra especificidad a solas.