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El señor Roche fumaba en pipa. Era un tipo calvo- o medio calvo- pero milimétricamente peinado, y provisto del bigotillo típico de militar español de derechas-quizá un pleonasmo-, mas enfundado en una bata de estar por casa que le restaba algo de marcialidad. Un individuo pulcro que servía a las mil maravillas de cancerbero de su niña y de su hogar. Una especie de parapeto que causaba respeto, como una advertencia de que con Sophie no se podía jugar. Por ello le dejaba la iniciativa a Marco Boni, por pereza de tener que solventar todos aquellos trámites- que preveía engorrosos y difíciles, como los de la entidad a que uno servía en aquella capital. Mi propio puesto de trabajo- en una especie de deformación profesional- me decía que desistiera antes incluso de empezar. Aquella familia burguesa no estaba hecha para mí. No iba con mi carácter simplificador de todo, hasta en aquellos negocios amatorios. La presentación de la familia, las credenciales de buena conducta e intenciones y las relaciones bilaterales con mi propia progenie manchega vitivinícola, me indicaban que mejor no empezar. Pero resulta que Sophie tenía una amiga, y Marco Boni- que, al parecer sí estaba dispuesto a seguir todo aquel itinerario- requirió mis servicios "carabinescos" por ser la condición que había puesto la señorita Roche.
Y allí nos presentamos con sendos ramos de flores en el tercero "a" del número "cinq" de la place Gramont- esto es: en el hogar de los señores Roche, justito enfrente de nuestra pensión. Por lo que tampoco hubo que dar demasiado pasos para conocer de cerca la fenomenal bata con que nos recibió y de que hacía gala Monsieur Roche.
La vez primera que a uno le abrían la puerta en un hogar francés. La señora Roche nos atendió solícita, por lo que no pudimos elevar queja alguna sobre nuestra "rentrée" en un hogar normalizado de la Francia de París. Aunque de cierta edad, la señora Roche, todavía era guapetona y le agradaba que anduviéramos de cumplidos tanto Marco como yo. Al poco llegaron Sophie y Margot. Se hicieron las presentaciones y nos largamos a un cine de estreno donde nos pusieron un rollo infumable en el que como en todo film francés que se preciara, se hablaba del sentido de la vida, de la existencia y del amor. Cómo no, del amor.

Texto agregado el 10-03-2021, y leído por 44 visitantes. (1 voto)


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