Las primas se reúnen en casa de los abuelos este fin de semana y eso es, a sus 7 y 8 años, un gran acontecimiento.
El gran caserón es un parque de entretenimiento familiar, lleno de rincones y escondites, con una escalera perfecta para juegos temerarios, un columpio en el garaje, un tío “nerd” adolescente dueño de infinitas revistas Mampato y un abuelo que les inventa cuentos inspirados en su preciada colección de libros de Emilio Salgari.
En ellos, las niñas son protagonistas de viajes y aventuras que les afiebran la imaginación y les quitan el apetito...lo cual es un problema, porque no tener hambre en la casa de los abuelos es una declaración de guerra y una ofensa personal a la abuela, que no tendrá reparos en botar a la basura un espléndido plato de ravioles, mientras despotrica maldiciones contra aquel insensato que se atrevió no comer.
El día se les hace corto entre los cuentos, los juegos de disfraces con vestidos y camisones de dormir de la abuela y las historias de Mampato y su cinto espacio temporal. Pero, no es hasta la noche que se les ocurre la mejor de las ideas, alimentada por la sumatoria de personajes y escenarios fantásticos acumulados durante el día: quieren hacer contacto con los extraterrestres.
Decididas a cumplir su objetivo, comunican la idea a los adultos, con la seriedad que el asunto requiere.
- Hoy vamos a dejar una carta a los marcianos. La dejaremos en la terraza, para que la encuentren con facilidad. Mañana nos levantaremos temprano y nos habrán dejado su respuesta.

Ante tal convicción, los adultos de la casa solo sonríen y dejan a las niñas seguir con su empresa, solo el tío adolecente las anima y sigue los hechos con más atención.

Las chicas saben leer y escribir lo suficiente para redactar una carta simple, aunque aceptan la supervisión del tío, que amablemente ofrece su ayuda. La nota contiene un saludo cordial, una declaración de amistad terrícola y una solicitud de respuesta. La hoja de cuaderno es doblada y depositada cuidadosamente en un rincón de la terraza del segundo piso, donde cualquier extraterrestre podría encontrarla.

Lista la tarea, las niñas se van a la cama con las expectativas desbordadas. Les cuesta quedarse dormidas, se dan vueltas en la cama, piden ir al baño, se preguntan si escucharán al platillo volador cuando baje a buscar el mensaje...el sueño las vence.

A la mañana siguiente, se levantan con las ansias por las nubes, salen a la terraza, no saben cual de las dos debe revisar el rincón donde dejaron la carta...no importa, que lo haga cualquiera. Una de ellas se acerca y descubre que el papel no está en la misma posición en que lo dejaron. Adrenalina pura. Finalmente sacan el papel y lo abren con lentitud. ¡no puede ser! ¡hay respuesta!
En estado de expectación máxima leen el mensaje:

-Hola, disculpen por no venir, pero estaba haciendo caca…

Estupefactas, desconcertadas, las primas leen varias veces para confirmar que leyeron bien. Una de ellas, finalmente, le lleva la nota a su mamá. Ésta la lee y mueve la cabeza con desaprobación. Luego dice a las niñas que no se preocupen, que esa respuesta no es de los marcianos. En eso, llega el tío adolescente nerd y suelta una gran risotada.

Nunca más hubo correspondencia alienígena...pero Salgari, Mampato y los ravioles de la abuela las siguieron acompañando durante gran parte de su infancia.