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Inicio / Cuenteros Locales / fabiangs7 / La casa de la bruja

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Tres jóvenes vendían galletas de puerta en puerta, para recaudar fondos que les permitían organizar actividades en su escuela. En su recorrido por bicicleta, Bruno iba adelante, observando la diversa vegetación y maizales prolijamente cultivados, mientras Crisanto, inspirado en el paisaje, contaba historias que Aylín escuchaba maravillada.

Cuando se aproximaban a la casa más retirada del pueblo Crisanto dijo: -Yo no me acerco allí, esa casa me produce miedo. Se dice que la dueña elabora perfumes, sabe de pócimas, realiza encantamientos y siempre viste de negro, además, huele a azufre y vive con un gato que causa temor a quien lo mire, también se dice que su soledad la hace pensar solo en maldad. Yo prefiero ser cobarde vivo que valiente muerto. En los ojos de Crisanto sólo había una mirada de susto y perplejidad.

Bruno y Aylín se aproximaron a la casa. Bruno examinaba atentamente aquella vivienda, pero tan sólo vio que era una casa vieja, con varios remiendos, pero muy adornada de verde y de atractiva apariencia, para Aylín era una casa sola y triste. Él llamó a la puerta golpeando con un pesado tocador de bronce que tenía la figura de un felino.

La mujer salió a recibirlos y Bruno le ofreció sus galletas. Ella por su parte, los invito a seguir. Se sentaron en un sofá, junto a un gato negro que dormía, la mujer los hizo esperar un poco.

Bruno no sentía un olor azufre, como Crisanto afirmaba, sino a manzanilla, en aquella sala sólo había velas de diversos colores, tamaños y formas, en un estante frascos lisos de varios colores y conteniendo líquidos en diversas proporciones, sobre las cortinas se habían improvisado unos velos de color púrpura, él se sentía alegre allí.

Bruno dijo Aylín: No creo que sea una bruja, ella nos saludó con una bella sonrisa, y aquel cuya sonrisa le embellece es bueno, yo creo que es una señora que disfruta de su trabajo, se ve una mujer vigorosa, además se viste muy alegre, todo aquí está ordenado y limpio, es sola pero feliz. Este lugar inspira solo alegría o tranquilidad. Cuando regresó la dama, le entregó a Bruno el dinero por sus galletas, además, les ofreció una taza de chocolate.

Cuando Aylín salía de aquella casa recordaba que no le había visto sonreír como Bruno afirmaba, además no encontraba ninguna alegría en lucir como una inglesa. Aylín iba mirando los cuadros de aquel pasillo, que retrataban mundos perdidos en el tiempo y el olvido. Para ella, aquella mujer en los ojos delataba una tristeza profunda, sus arrugas verticales dibujadas en el rostro daban cuenta de un pasado tormentoso. La mujer que olía a humedad aparentaba mucha edad, tal vez porque la alegría rejuvenece, y la tristeza envejece, Aylín, estaba segura de que esa soledad no le traía felicidad.

Una vez afuera, los tres muchachos se marcharon, la mujer cerró la puerta, los observó a través de sus frascos de colores, buscó a su gato para acariciarlo y escrutó el futuro en el poso de las dos tazas de chocolate.

Texto agregado el 24-06-2020, y leído por 92 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
25-06-2020 Interesante, Fabián. MujerDiosa
25-06-2020 Que las hay las hay. jaeltete
 
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