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Carlos Alocén es un joven de diecinueve años, alto (1,94 metros) y muy patón (50), gran promesa del baloncesto español, considerado el mejor del mundo fuera de la NBA, campeón del último mundial FIBA. Carlos juega en el Casademont Zaragoza, de la Liga ABC, y asoma como la gran figura del baloncesto español de los próximos años.
Un día antes de que cumpliera los 19 años, el 30 de diciembre de 2019, ocurrió lo que voy a contaros. Invierno en Aragón, invierno en España, después de navidad, antes de año nuevo. Carlos disfrutaba de un pequeño descanso por las fiestas en la Liga y pasó cerca de la catedral de Zaragoza.
- Que alto y patón que eres – le dijo una dama muy bella y elegante – te veo muy parecido a dos personajes de la Casa de Papel, te pareces a Denver, pero también a Río.
- Ya me lo han dicho. Sí, me parezco a los dos, es que ellos son parecidos entre sí también, ja, ja, creo que me parezco más a Denver que a Río.
- Pero tu tienes olor a Queso, seguro debéis de llamaros Carlos.
- Sí, me llamó Carlos, y es verdad, aunque me lave los pies y me ponga perfumes, siempre tengo olor a Queso, no se me va con nada.
- Es que eres un Quesón, niño, tomá este regalo y úsalo.
- ¿Un Quesón? – Carlos agarró una caja que le dio la dama, era bastante pesada - ¿Qué tiene esta caja?
- Ve a tu casa y abrela, ahí sabras lo que es ser un Quesón, será como una especie de revelación.
- ¿Quién es usted, señora?
- Me llaman la Marquesa de Avila.
Carlos regresó a su casa y abrió la caja, tenía un enorme Queso, guantes negros, un gran puñal, casi una espada, y una capa. Carlos resolvió ponerse los guantes y la capa para la recepción por fin de año que hacía el Casademont Zaragoza. No sabía porque pero lo hizo, y también llevó el Queso y el puñal, que parecía una espada.
A la noche estaba en la fiesta y se acercó una actriz española, muy conocida en España, de unos treinta años, llamada Clara Lago, pareja de Dani Rovira, actor muy conocido por haber protagonizado “Ocho apellidos vascos” y “Ocho apellidos catalanes”.
- Vaya, vaya, eres como Denver pero más alto, y con olor a Queso – le dijo Clara a Carlos, en un rincón de la fiesta, ocultos de los demás.
- Bueno, lo del olor a Queso puede ser, tengo cierto parecido con Denver, pero decir que soy igual aunque más alto.
- ¿Cómo ois llamais?
- Carlos. Carlos es mi nombre.
- Carlos, bello nombre. En La Casa de Papel no hay ningún Carlos, un error, el papel del profesor se llama Sergio, debería llamarse Carlos, y el de Berlín, le pusieron Andrés, debería llamarse Carlos, y Denver, Río, ningún Carlos, ni entre los actores ni entre los personajes.
- Bueno, que se yo, los Carlos somos muchos, y aunque en Argentina es nombre de viejo, aquí en España es nombre de joven, alguno podría haber, bueno, que se yo, estoy yo.
- Y que bello eres, seguro no eres ni vasco ni catalán.
- Soy aragonés, hijo de Aragón, de esta ciudad de Zaragoza.
- Vamos afuera, ahí, a los muros detrás de la Catedral, no nos verá nadie.
- La catedral es lugar sagrado, seamos respetuosos.
- Lo somos. No os hagáis problemas. Los curas no se van a ofender, no nos verán.
- Me convertiré un Quesón, si voy, no lo voy a poder evitar. Es mi destino.
Fueron a un lugar donde quedaron protegidos por los Muros, no los veía nadie, la chica hizo una especie de streap tease ante el baloncetista, y luego quedó debajo de sus pies, empezó a chuparlos, lamerlos, besarlos, olerlos, fuerte era su olor a Queso, y fuerte fue la cogida que tuvieron, el sexo resultó muy intenso, fogoso y salvaje, quizás por hacerlo cerca de la Catedral, todo se desarrolló de una manera más rápida, pero no menos gozosa por ello.
- Qué bien que la hemos pasao – le dijo Clara a Carlos - ¿Por qué decíais que os convertirías en un Quesón? Explicadme eso, y que no lo podías evitar.
- En segundos más seré un Quesón, y no lo puedo evitar. Por esto.
Carlos empuñó el puñal, gran puñal, casi una espada, y se lo clavó a Clara, directo en el corazón, una única puñalada bastó, la actriz se retorció por la herida, y cayó muerta.
- Queso – dijo Carlos Alocen, mientras tiraba el Queso sobre su víctima.
Sin mayores preocupaciones, el baloncestista regresó a la fiesta, para su sorpresa, y agrado, vio en ella a la Marquesa de Avila, se acercó a la bella dama. Las campanadas de la Catedral indicaban que el 30 de diciembre había llegado.
- Feliz cumpleaños Carlos – le dijo la Marquesa – Os habéis convertido en un Quesón, ¿Verdad?
- Sí, la asesiné, y me gustó hacerlo, Marquesa, gracias por mi cumpleaños, ya tengo diecinueve añitos, ya soy un Quesón, esto ha sido el comienzo, vendrán más asesinatos, cientos, miles tal vez, y siempre tiraré un Queso, porque soy un Carlos, soy un Quesón. Queso.

Texto agregado el 30-04-2020, y leído por 56 visitantes. (0 votos)


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