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Inicio / Cuenteros Locales / atolonypico / Bizarros y meapilas; breve historia del mundo.

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El mundo se ha construido sobre la pulsión del título. Aquí el que no es bizarro es meapilas: no hay término medio. El pueblo no da para sutilezas. Por no hablar del otro criterio de distinción: sobre los que gustan de hembras y los que no. Barrera mental primera. Una vez vino un erudito a vivir entre nosotros, y hasta que- era aparentemente célibe-no le hartaron con el epíteto de no hacer gusto de hembra placentera, no paró el personal. Estaba escribiendo nuestra historia. Venía de la vecina capital. Capital en la que tenía mujer. Pues bien, hasta que salió de manera irrefutable que antes que erudito historiador era otra cosa, no anduvo el pueblo conforme. Y es que en los villages de nuestra patria no hay jurisdicción penal. Se juntan unos cuantos a difamar y mientras no construyen en sicología profunda, lo que no es más que el fruto de sus propios miedos, de una manera eficaz, no paran. Así cómo vamos a tener historia de nuestro pueblo- pregunto. Ni historia ni nada, bajo aquellos parámetros, se puede tener. Así se conforta la gente por aquí, con el insulto.
Pero esto fue hasta que vino Nevares. Se pensará en un pistolero a sueldo o algo por el estilo. No señor. El señor Nevares se hizo cargo del juzgado de Paz, allá, como secretario, por el año ochenta. Instaurando un régimen de terror judicial. En cuanto supo manejar las teclas de la delación, la gente como que se lo pensaba antes de andarse en calificaciones floridas y libertinas. Había mucha inseguridad por entonces, pero uno podía salir a la calle sin miedo a la difamación. Aquellos corrillos de bien avenidos se fueron debilitando. Las señoras empezaron a hacer acto de presencia donde les daba la gana. Hasta entonces, con la pata quebrada engordando de ansiedad en los cubiles por miedo al qué dirán. Pero con Nevares no se jugaba, no se podía jugar. Y vino solo y solo se marchó. Cuando lo hizo le habíamos cogido todos el tranquillo a la cuestión injurial.
Y allí lo tenemos, en mitad de la plaza, en piedra, por sufragación popular. Eso sí, nadie nos fiábamos ya de nadie; habiéndose corrido una cortina de sospechas que sólo el tiempo podría difuminar. Ejemplo somos en la provincia de cortesía y amabilidad. Por las fiestas viene Nevares- ya viejo el hombre y jubilado. Pero todavía suscita respeto. Qué tendría aquel hombre que todo el mundo le iba con el cuento. Algunos años después se supo: integridad.
"Los hipócritas" nos llaman en el pueblo de al lado; pero por pura envidia. Y es que, como decía al principio de la historia, no hay término medio. El amor por las palabras lo impide. Por las de grueso calibre, me refiero. Parece que se les llena la boca con los conceptos y su manifestación exterior. Otro Nevares les hace falta en su jurisdicción. Nosotros en contrapartida les llamamos" los sinceros". Y les jode bastante. Cada año organizamos un encuentro a medio camino, sin poder evitar que acabe aquello a palos, pues sospechan de las buenas palabras. Tanto, que ven insultos sutiles en ellas. Insultos de "meapilas"- como también nos califican. Por lo que, lo que podía haber sido una fuente de eliminar problemas se ha transformado en todo lo contrario.
Y es que la historia se construye de tal modo: siempre hay gente que se presta a tirar del otro lado de la cuerda cuando ve algún pequeño indicio de debilidad.

Texto agregado el 30-04-2020, y leído por 73 visitantes. (0 votos)


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