Sabido es que los hombres somos capaces de lo mejor y de lo peor.
Esas dos vertientes afloran en días normales y , más acusadamente, se evidencian en tiempos difíciles.
Vivimos días difíciles en España. La calma chicha con que los políticos de todos los signos actuaron , la falta de medios( test, epis...), la inconsciencia de la población confundida por unos medios de comunicaciónque quitaban gravedad al caso , sosteniendo que los efectos del coronavirus eran similares a los de las gripes anuales quizá estén en el origen de los devastadores efectos.
Y hemos asistido ,desde que el mal bicho empezó a mostrar su rostro torvo y perverso , a la contemplación de bajezas y grandezas.
Los hombres igual que hacen obras extrordinarias( catedrales, cuadros , obras literarias, descubrimientos científicos, exhibiciones gimnásticas y un largo etcétera de grandezas y hechos heroicos) somos capaces de las peores ignominias( asesinatos, robos con violencia, violaciones, acoso, chantajes, amenazas, abuso de poder y maltratos varios...).
Algunos políticos, de variados grupos políticos, juegan a difamarse unos a otros con la que está cayendo, en vez de aunar fuerzas ante la tragedia. Eso sí, no he visto todavía que hayan tenido el gesto solidario de reducirse sus abultado privilegios, pues son la nueva aristocracia. Tras esto, habrá que replantearse muchas cosas en ese terreno como el elevado número de políticos que tiene España,el gran número de asesores, de coches oficiales, sus prebendas, sus dietas....
Fijo que lo primero que se les ocurre es arremeter contra los honestos funcionarios que hacen un trabajo de excelencia.
Otros ejemplos que claman al cielo por la falta de civismo.
Cuando se dictaminó el estado de alarma pillaron a un señor en un prostíbulo. Al parecer tenía previsto pasar allí la cuarentena. Cuando oí la noticia, me dio un ataque de risa. Pero, ¿ cabe mayor desfachatez?
También supimos que había grupos de gente que se reunían en los cementerios , donde escaseaba la vigilancia, supongo que para hacer botellón, pues a quién se le podía ocurrir que habría gente que hiciera quedadas donde reposan nuestros muertos.
Supimos también que parte de la población autorizada a pasear a los perros se extralimitaba sacando hasta ocho veces al día a la mascota, cuando niños, diabéticos...permanecían enclaustrados.
Y así una larga retahíla de situaciones anómalas que obligaron a multar a los infractores.
Este domingo 26 abril, sin ir más lejos, se permitió salir a los menores de 14 años a no más de 1 km del domicilio , guardando las distancias de seguridad, evitando concencentraciones...
Pues bien . Mi whatsap ardía con vídeos y fotos de gente hacinada en paseos y plazas, llegadas desde distintos lugares de España.
Me dio un arrebato monumental y me acordé de aquella frase del cabreado Valle-Inclán :"La barbarie ibérica es unánime". No creo que así sea pues mucha gente se está dejando la piel pero otros...
Y me dije volveremos a los inicios y de nada habrán servido los logros de la cuarentena.
Pensé en la grandeza de todas las personas que se exponen a diario( dependientes, farmacéuticos, personal de limpieza...)para mantener servicios esenciales.
Pensé en los profesores, tan maltratados.
Pensé en la gente que se ha visto obligada a dar cerrojazo a sus negocios.
Y me vino a las mientes una sobrina de 28 años ucista que trabaja 24 horas a días alternos sin los medios de protección debidos. A la cabeza me saltó la turba de personal sanitario que por falta de esa protección enferma. Y me dije: si fuera de ese esforzado y heroico grupo de profesionales, al ver estas escenas de ciertos padres desalmados,solo algunos claro, que dejan a los hijos jugar sin vigilancia mientras ellos tertulian animadamente al sol en corrillos, me pillaba una baja por estrés y agotamiento extremo. Y estaría fundamentado pues están al límite.
Esa gente inconsciente fijo sale luego al balcón a aplaudir a las ocho. Cínicos. Hipócritas.
Por suerte el grueso de la población tiene un comportamiento ejemplar.
Me cuentan una historia de mi pueblo. Vuelve un grupo de paisanos de una excursión a un balneario de Huesca una semana antes del decretado estado de alarma cuando aún España era ajena a la gravedad que se nos venía encima y vivíamos en las nubes, pese a que ya Italia ardía y la OMS alertaba.
Varias personas regresaron infectadas ya . Un señor fue llevado al hospital enfermo de coronavirus y muere a los cuatro días del ingreso , en la más absoluta soledad. La mujer, sola en el pueblo, también impelida al aislamiento en casa por contagio,destrozada, como toda la familia, que no pudo ni despedirse de su marido y padre.
Incineraciones forzadas, sin ceremonias religiosas. Sin acompañamiento que alivie el duelo. Nada . Frialdad extrema y más que justificada por el estado de cosas. Atmósfera de guerra. De estado de sitio.
Y ahora viene el pequeño gesto, tan grande. La vecina de la viuda, una joven de mediana edad,que la llama de continuo por teléfono para ver cómo está, para informarse sobre qué necesita de la tienda o la farmacia, que la arropa y le da cariño...
Eso es grandeza.
Como el gesto del pescadero del mercado de abastos que me preguntó por mi madre el sábado pasado. Al decirle que había fallecido, me dijo: sal, aunque sea hasta, aquí todos los días. Aunque no compres, charlas conmigo y te desahogas. Yo te doy ticket de compra aunque no te lleves nada por si te para la policía. Pues en este mal momento que pasas necesitas airearte.
¡ Qué grande!
La verdad es que llevaba 35 días sin salir nada, salvo para el velatorio de mi madre, y venía ese día de la anécdota que precede del hospital, donde acudí a Urgencias por unas reiteradas crisis de ansiedad, aliviadas gracias a la química.
Sucede que a mi tragedia particular se suman todos los días historias terribles. Amiga cuya operación urgente de un cáncer se pospone pues ahora lo prioritario ante el colapso hospitalario es la Covid-19. Amigo llevado a la UCI tras intervención de un aneurisma en cerebelo. Marido de una compañera ingresado en la UCI infectado por una grave neumonía producida por el coronavirus y su mujer aislada también en casa con leves síntomas. Pariente con tremenda depresión , conducido al psiquiátrico finalmente , donde se contagia del virus y donde no puede recibir ni una visita. Amigo de mi hija que trabaja en una residencia de ancianos donde ve caer como chinches a los abuelitos, esos mismos que levantaron el país tras la guerra. Primo en Madrid desolado pues no ve pasar más que coches fúnebres y ambulancias cuando se asoma a la ventana que da a la A-5.
Los campesinos abatidos por el granizo que destroza las cosechas, como si no fueran ya bastante los dramas del virus y los daños subsiguientes en la economía de muchas familias.
Enfín, el infierno de Dante.
Y este año bisiesto y siniestro, de bajezas de unos pocos y grandeza de la mayoría, no deja de martillearme la cabeza la frase de Freud que alude a que el ser humano es de carne y hueso y la vida lo trata como si fuera de hierro.
Como en una guerra. Igual que en una guerra.
Y me jaleo con las palabras de recientemente fallecido Luis Eduardo Aute :" Quiero que no me abandones, amor mío , al alba."
Y quiero pensar en un pronto amanecer que nos despierte de esta larga y negra noche. Pues como decía Unamuno, "Me duele España". Y los seres humanos en general.