Link "Compartiendo un café parte I"
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En éste espacio actual, y estirando la liga de la imaginación.
Continua la dulce, soñada y anhelada historia.


“Compartiendo un café II”

¡Vuelve al camino! Mi ansiedad grita por verte, mientras mi pensamiento esboza que aún sigue en tu espera.

Vuelve la mirada, veras una pendiente, no aflojes es un tramo corto, una vez que llegues, el camino es suave, pronto contemplarás la plaza, la única en el pueblo; bordeada con adoquines, florido por donde lo mires; cuando más cerca estés un peculiar aroma te hará profundizar un respiro.

Verás a la estatua del agricultor con sombrero ancho, que estratégicamente representa el arduo trabajo que realizaron nuestros antepasados y que aún hoy realizan nuestros contemporáneos.

La hallarás diferente, lo sé, aquellas plantas delgadas y débiles que lindaban la plaza, cuando de niños saltábamos al polvo en la naturaleza; ahora son arboles fuertes dueños de su tierra, con las raíces emancipadas del riego.

No será casualidad, que hayas descendido hasta allí, por solo el hecho del tránsito necesario al cruzarla, será también tu instinto por rememorar un antes y sentir el aire cargado de alcanfor dulce y el movimiento arremolinado de las hojas, que refrescan y hacen cálido el descanso del lugareño y del forastero. Buscarás el tiempo necesario, para quedarte en un reposo prolongado, sonriéndole a los hologramas de nuestros ayeres que se posen en tu mirada.

Descansa el tiempo que apetezcas, estoy seguro que solo serán minutos, pues en cada parpadeo vislumbrarás en la lejanía, un punto alto terminando una cuesta.

¡La reconocerás! es la única casa, en única esquina de este pueblito sencillo y tranquilo.
Respirarás el ayer, respirarás el aroma del café, este te motivará a continuar; pero antes de volver al camino, voltearás una vez más y en un hondo gesto sonreirás, porque te sientes de vuelta …

Este balanceo coordinado del viento, ha conspirado con los árboles, pues en su danza traen melodías que apaciguan la espera; el madero de ésta única mesa, hoy brilla más que hace algunos años, unas manos le han puesto un nuevo barniz, sin limar ni retirar nuestra historia, que con líneas inocentes, han marcado una leyenda entre tú y yo.

Tomaremos tantas vueltas de café, como tantas tardes me haya sentado a pensarte imaginariamente cercana, sonriéndome tendiéndome la mano e invitándome a seguirte; a intentarlo y no quedarme allí con el peso de mi destino, induciéndome a vencer el reposo corporal y caminar hacia ti con la fuerza de la mente; invitándome a danzar bajo las gotas lluvia, ¡Ah! la lluvia nuestro amor por ella, ese amor sano, que nos hacía extender los brazos, alzar el rostro, y corretear en un juego despabilado, lleno de felicidad y gozo para mojarnos; que nos hacía pisotear los charcos, resbalar entre la hierba mojada, y a reírnos de ese bello y placentero empape de agua.

Invitándome a envolverte suave entre las hondas del aire, iluminada cual cielo como cuando las estrellas copan todos sus espacios, radiante y feliz como un lucero zigzagueando a más intensidad, ¡Ah! ese brillo en tu mirada, así hayan corrido uno o decenas de abriles lo reconocería, como a tus modos y a tus risas.

Un pestañeo me vuelve a la espera, miro las huellas de nuestra historia, el café humea…

Tu paso ha de haberse ralentizado, detente lo que necesites, el oxígeno y tu respiración deben unificarse a un mismo ritmo; mientras descansas, apóyate de la naturaleza, toma la energía de la peña, fíjate en los bordes del camino, admíralos, acércate a ellos, saborea los frutos del campo los silvestres, huele las flores, acaricia el movimiento del pasto y oye ese canto natural que se libera sin dirección fija; ¡enamórate! del verdor y de los mantos naturales que pincelan el horizonte de las montañas.

Respira tanto como puedas y continúa…

Kristy Navez
Perú
28-03-2020