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Inicio / Cuenteros Locales / carlosivankelso / La Quesona Asesina de los Rugbiers

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Una semana despues de haber asesinado a Matías Lescano en Corrientes, Carla Romanini, la Quesona Asesina, comenzó a reflexionar sobre sus asesinatos.
- Quizás mi próxima víctima no deba llamarse Matías, ni tampoco ser basquetbolista, aunque asesine a un voleibolista pero sí se llamaba Matías, bueno también asesiné a Martín Naidich, que era nadador, y a Santiago Artemis, ese repugnante que era modelo. Esta vez iré por unos rugbiers, ja, ja, a la gente le va a gustar que haya rugbiers asesinados. Mi primera víctima, Matias Alemanno, era rugbier.
Así fue como Carla googleo a Los Pumas y encontró a Guido Petti (Guido Petti Pagadizábal), de Jaguares, 1,93 metros de altura, la víctima ideal.
- Quizás sea el puntapié para cometer un buen asesinato masivo, ja, ja, estos rugbiers asquerosos se lo merecen, por andar masacrando pibes por ahí – dijo la asesina – deberé llevar varias armas y varios Quesos.




Así fue como Carla se trasladó al lugar de entrenamiento de Jaguares, llevaba varias armas, un puñal, una daga, el cuchillo corvo, una katana, una ninjato, un cuchillo muy grande, y obviamente, unos cuantos Quesos. Tantos que debió necesitar la ayuda de alguien, y al que contrató para la ocasión, no era otro que Nazareno Mottola, el actor aceptó la oferta a cambio de unos buenos dólares por cierto. Se convirtió en una suerte de Che Pibe. Con su cara de roedor, estaba bien con una carretilla mediante, llevara los Quesos.
- Gracias Carlitos – le dijo Carla – toma la guita…
- ¿Carlitos? Me llamo Nazareno – aclaró Mottola.
- Tenes cara de Carlitos – dijo Carla – por eso te dije Carlitos.
- Decime Nazareno, no te tomes el pelo, piba, la Carla aca sos vos – dijo Nazareno.
- Tenés razón Nazareno, aca la Carla soy yo, lo siento Che Pibe, te cortaré el cuello.
Y así fue que, con total frialdad, y ante la cara de horror de Mottola, Carla le cortó el cuello, dándole un preciso corte que lo desangró con rapidez.
- Nazareno Mottola. #Queso – dijo la asesina mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Nazareno Mottola.




La asesina quedó esperando en las duchas del vestuario, sobre una mesa de madera, colocó los Quesos, los Quesos, a su vez, estaban tapados por una manta, y en una especie de saco, que hacías las veces de mochila, tenía las armas guardadas. El cadáver de Mottola quedó ahí, en una de las duchas, escondido con una cortina, el agua de las duchas se encargó de limpiar la sangre. Carla se escondió en otra de las duchas.
Encabezados por Guido Petti los rugbiers entraron a las duchas. Eran cinco, a Guido lo acompañaban Tomás Cubelli, Mayco Vivas, Santiago Carreras, Matías Orlando. Carla escuchó los nombres de los rugbiers. “Mayco, que nombre horrible, parece nombre de alguna galleta. Escucho q ue hay un Matías, perfecto, con lo que me gusta asesinar a algún Matías”. Los rugbiers estaban sudados, tenían olor a hombre, y por supuesto, sus pies olían fuerte.
- Deberíamos salir a hacer algunas maldades por las calles, ja, ja – le propuso Matías Orlando a sus compañeros – así la gente nos teme a los rugbiers, podemos filmarnos haciéndole scrum a las personas que duermen en la calle, golpear a alguien entre varios, causar disturbios en boliches y manosear a algunas mujeres. Ja, ja, sería lo mejor.
Carla escuchó todo y pensó “Una buena razón para asesinar a estos chabones tan odiosos, en especial a ese Matías, Matías Orlando”.




Guido Petti corrió la cortina de una de las duchas, y para su sorpresa y asombro, estaba allí Carla Romanini. La rubia le hizo un gesto como que guardara silencio, y en voz muy baja, para no ser escuchada, le dijo:
- Hola Guido. Soy Carla Romanini, quiero tener sexo con vos, con un rugbier así, sucio, sudado, con olor a hombre…
- ¿Tan regalada estas? – dijo Guido – Bueno, obviamente no voy a desaprovechar esta ocasión, pero podemos tener sexo “en manada”. Somos cinco, los que vinimos a entrenar hoy.
- Primero con vos, despues la manada, Guido. A ver esos pies tan grandes y carnosos.
Guido Petti puso sus enormes pies sobre el rostro de Carla, aunque tenían una fragancia interesante, esta no lo convenció mucho a Carla, que entonces prefirió chuparle la pija, y entonces ahí sí, pasaron al sexo intenso y explícito, con una cogida que tembló todas las duchas.
- ¿Qué pasa? – dijeron los demás rugbiers, y corrieron la cortina de la ducha, viendo como Guido se cogía a Carla.




- ¿Qué haces Guido? – le dijo Matías Orlando – Hay que compartir.
- Somos cinco – agregó Tomás Cubelli – dale, tira a la rubia.
- ¿Y a mí nadie me pregunta? – dijo Carla.
- Tenes razón, piba, ¿Queres que te violemos en manada? – le dijo Mayco Vivas.
- Sí – dijo Carla – quiero que me violen en manada, aunque con Guido ya lo hicé, pisotéenme primero, despues me violan en manada, y al final, que cada uno entre a una ducha, y terminaremos con una fiesta individual para cada uno.
- ¡Siiiiiiiiiiiiiiiii! – gritaron los rugbiers - ¡Uno para todos y todos para uno!
Tras asegurarse que el cadáver de Mottola no había sido descubierto, Carla se tiró al piso, sobre una colchoneta que estaba por ahí y cada uno pisoteo en forma simbólica a la rubia, poniendo suavemente los pies sobre ella, todos olían fuerte, de una manera intensa, pero ninguno tan fuerte como un Quesón. Carla olió, chupó, lamió y beso todos esos pies, aunque ninguno le pareció algo espectacular. Primero Mayco, despues Santiago, tercero Tomás y cuarto Matías. Guido, que ya había cogido con la chica, se abstuvo.
Luego de aquel juego de los pies, los rugbiers se arrodillaron, con el culo al descubierto, y Carla empezó a darle patadas uno a uno, con un latigo y con su propio pie, además de bañarlos con una manguera, fue fuerte, los rugbiers disfrutaron aquello.




- Esto es por hacerse los malos con gente inocente por la calle, ja, ja – les dijo Carla.
El tercer paso fue la violación en manada, que por anunciada, lejos estuvo de ser una violación, sino una relación sexual, consentida, que lleno de gozo y placer a Carla, que le encantó que los rugbiers lo hicieran así, con furia, pasión y salvajismo, pero también con cierto respeto hacia la chica, lejos de sufrimiento, sí con placer, una experiencia imposible de describir con palabras adecuadas.
- Fue maravilloso – dijo Carla – ahora viene lo mejor que cada uno vaya a una ducha, a bañarse, ahí seguiremos disfrutando pero de a uno, de la manada pasemos ahora a la fiesta individual.
Cada rugbier entró entonces a una ducha, Mayco estuvo a punto de hacerlo donde estaba el cadáver de Mottola.
- En esa Mayco – le dijo Carla – anda a la de al lado.
- Siempre uso esa – le dijo Mayco.
- Hoy no – dijo Carla, sin dar otras explicaciones, mientras Mayco obedeció aquella orden.
Con los rugbiers dentro de las duchas, y el ruido del agua, pues se estaban bañando, Carla puso una música a todo lo que da, era la famosa sinfonía de Wagner, “las Walkirias”, un clásico de la música alemana. Al ritmo de “las Walkirias”, Carla tomó algunas armas que tenía, una espada medieval en la mano derecha, y la katana, en la izquierda, además de ponerse un puñal y una daga en su cintura, más un hacha en su espalda, la asesina salió entonces a asesinar.



Primero se metió en la ducha donde estaba Guido Petti, y ¡zas! se tiró encima de el, y le dio una serie de hachazos asesinándolo en forma cruel y salvaje. El rugbier nada pudo hacer ante la furia criminal de Carla, que era incontenible.




Siguió entonces el turno de Tomás Cubelli, al que asesinó con la espada medieval, clavándosela en el pecho hasta el mango, la punta le salía por el otro lado.




El tercero en ser asesinado fue Mayco Vivas, al que la asesina apuñaló en forma salvaje con el puñal, aplicandole más de treinta puñaladas.




Mientras que con Santiago Carreras hizo lo mismo pero con la daga, quizás cansada por el crimen anterior, simplemente le clavó la daga en el corazón, y punto, con esto basto para asesinarlo.



Por fin llegó el turno de Matías Orlando, al que la asesina ataco con la katana, en forma salvaje dándole una serie de brutales katanazos, uno tras otro, hasta dejarlo irreconocible, a punto estuvo de decapitarlo, pero prefirió no hacerlo.
Mientras entraba a cada ducha, y atacaba a cada rugbier, la asesina gritaba “Queso, Queso, Queso” así sin parar, el ruido de las duchas y la música ensordecedora de “Las Walkirias” se encargaban de tapar todo.
Cometidos los brutales asesinatos, la asesina se encargó de completar su tarea.



- Guido Petti #Queso – dijo la asesina mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Guido Petti.
- Tomás Cubelli #Queso – dijo la asesina mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Tomás Cubelli.
- Mayco Vivas #Queso – dijo la asesina mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Mayco Vivas.
- Santiago Carreras #Queso – dijo la asesina mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Santiago Carreras.
- Matías Orlando #Queso – dijo la asesina mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Matías Orlando.
Tal como había hecho con el asesinato de Matías Fioretti, la asesina dejó abiertas todas las duchas, y se fue tras cerrar las puertas del vestuario. La impunidad, otra vez, fue total. Aunque mientras se iba, a Carla le llamó la atención la mirada de una anciana, gitana ella, que la miraba fijamente, y no la paraba de mirar.




- ¿Qué quiere esta gitana de mierda? – dijo Carla.
Y cuando la gitana desapareció de su vista, ahora quien le clavo la vista fue era una mujer rubia, de raza aria, vestida con uniforme y estandarte nazi, de las SS.
- ¿Qué quiere esta hija de puta? – Carla no reconoció los símbolos nazis, pues nada sabía sobre Hitler, Alemania y la Segunda Guerra Mundial.
La noticia del múltiple crimen causó opiniones encontradas en la sociedad, muchos lamentaron el asesinato de Nazareno Mottola, otros vieron que asesinar a los rugbiers era un acto de justicia. Se hablaba de Carla, la Quesona, como autora de los crímenes y no faltó la difusión de identikits con el rostro de la asesina en las redes sociales, aunque no fue algo avalado por las autoridades policiales.




Tras cometer aquella obra maestra del crimen, la asesina regresó a su departamento de Puerto Madero. Allí tenía un mural con las fotos de todas sus víctimas, agregó estos cinco que había asesinado aquel día. Rememoró a todas sus víctimas. Matías Alemanno, Matías Sotelo, Juan Carlos el Quesero (= Fausto Bengoechea), Mariano Ontañón, Matías Nanni, Jonatan Arioli, Fabrizio Silva, Matías Paz, Marcos Delía, Javier Ortega Desio, Matías Moroni, Emilio Di Marco (su novio), Agustín Bernasconi, Pablo Giménez (= Pablo Sinema), Juan Pérsico, Matías Camisani, Adolfo Cambiaso, Martín Naidich, Matías Alé, Santiago Artemis (= Santiago Navarro), Matías Fioretti, Matías Bortolín, Matías Sánchez, Matías Lezcano, Nazareno Mottola, Guido Petti, Tomás Cubelli, Mayco Vivas, Santiago Carreras, Matías Orlando. Treinta asesinatos, doce Matías.
- El próximo debe llamarse Matías, aunque sea de segundo nombre, como Matías Ale, que se llamaba Juan Matías Eslaiman Alé, ja, ja.
Y mientras Carla decía esto, sostenía con una mano una foto del basquetbolista Carlos Matías Sandes.
- La matacarlos no pudo con el (1), pero quizás la matamatías sí, ja, ja, ja. Nada ni nadie puede con Carla Romanini, la Quesona Asesina.
Y la risa de esta asesina cruel, sanguinaria e implacable se escuchó en todo Puerto Madero.

Texto agregado el 10-03-2020, y leído por 77 visitantes. (1 voto)


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