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Inicio / Cuenteros Locales / carlosivankelso / El Asesino de Lucía Celasco

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Diez años pasaron desde que Carlos Delfino asesinó a Valeria Mazza. Aquella noche de Punta del Este, cuando el basquetbolista decapitó a la top model y le tiró un Queso. Diez años el asesino estaba de regreso en Punta del Este y no tuvo mejor idea que regresar a la escena del crimen. Se encontró que la casa de Valeria Mazza estaba semi abandonada, aunque en cartel decía “En venta o alquiler”.
El basquetbolista se quedó contemplado el lugar donde había cometido lo que el creía era el mejor de sus cientos de asesinatos, tal vez ya eran más de mil, pero ese era el mejor. Carlos le tocó la puerta a la casera. Una gorda grasienta, con una camiseta uruguaya, salió.
- ¿Esta interesado por la casa? Esta en venta o alquiler, lo que quiere, no vale nada, los dueños son los hijos de Valeria Mazza, pobre, aca fue donde la asesinaron, por eso dicen que la casa esta maldita.
- Me gustaría ver la casa.
- Venga – le dijo la gorda y añadió – Uruguay que no ni no, uruguayos campeones de América y del Mundo. Vamo’ arriba la Celeste.



El basquetbolista asesino recorrió la casa junto a la gorda y vio todas las habitaciones, quedándose un rato largo en la que había cometido el crimen, con su mente revivió aquel asesinato.
- ¿Y? ¿Esta interesado? Le dejo el teléfono de los hijos de la Valeria, tome, si le interesa, comuníquese con ellos, la casa esta maldita, se lo juro – le dijo la gorda grasienta.
Carlos agarro el papel con el teléfono de los hijos de Valeria Mazza, pero no se atrevió a llamar a los hijos de una de sus víctimas. Pensó en adquirir la casa para hacer un gran museo de los Quesones, una especie de Madame Tussauds, con recreación de los crímenes más famosos, y hasta una galería de fotos con las víctimas más famosas… pero no se atrevió a llamar a los hijos de su víctima, y se fue, satisfecho de haber revivido aquel asesinato a su manera.
- Que permanezca así esta casa, casi en ruinas – pensó Carlos Delfino – como si despues de aquel asesinato, el mejor de mis asesinatos, el mejor de los cientos de Quesos que tiré, el tiempo se detuvo ahí, un homenaje a Carlos Delfino el Basquetbolista Asesino, el Asesino de Valeria Mazza.



Pero unos días, con Carlos Delfino lejos de Punta del Este, la nieta de Susana Giménez, Lucía Celasco, buscando una residencia para alquilar en el este uruguayo, se encontró con la casi abandonada casa de Punta del Este.
- ¿Y esa casa?
- Es la casa de Valeria Mazza, esta casi en ruinas – dijo su chofer, un tipo igual a Carlos Monzón, que se llamaba Carlos Monzón, pero obviamente no el Carlos Monzón que fue boxeador y asesino, además de pareja de Susana Giménez.
- ¿Ahí la asesinaron?
- Sí, dicen que la casa esta maldita, y habitada por fantasmas.
- ¿El espíritu de Valeria Mazza?
- No, el de Valeria Mazza no – dijo Carlos Monzón – el de las otras mujeres que fueron asesinadas esa noche, la custodia, la mucama y la secretaria. Todos los que quisieron comprar la propiedad han muerto en forma repentina o extraños y súbitos accidentes.
- Todo mentira – dijo Lucia Celasco – voy a comprar esa casa.



Celasco tocó la puerta y la gorda grasienta con la camiseta uruguaya salió. La gorda le dijo que la casa no valía nada, y que hablara con los hijos de la quesoneada Valeria Mazza. Lo cierto es que por apenas setenta mil dólares, una ganga total y absoluta, Lucía Celasco se convirtió en dueña de aquella residencia, la bautizó “La Valeria” en homenaje a la asesinada, y en tiempo record, apenas tres meses, la dejó nueva, y resolvió inaugurarla con una mega fiesta.
- Debe haber sexo y drogas, mucho sexo y muchas drogas – dijo Lucía Celasco mientras mandaba las invitaciones a cientos de sus amigotes – pondré una estatua de Valeria Mazza en la puerta, un homenaje a la top model.
- Mejor no lo haga – le dijo la gorda grasienta a Lucía Celasco.
- Vayase a bañar, gorda grasienta – le dijo Celasco a la gorda grasienta.
- Pagará por esto, señora Lucía Celasco.



Un día antes de la mega fiesta que prometía ser una orgía de sexo y drogas, ya estaba inaugurada la estatua de Valeria Mazza, en la puerta, con la inscripción.
“Valeria Mazza, asesinada por Carlos Delfino”. Lo curioso es que junto a la estatua apareció un Queso. Sí, un gran Queso, como aquel que Carlos Delfino había tirado sobre el cadáver de la top model asesinada.
- ¿Y ese Queso? – dijo Lucía Celasco, no sabía porque, pero no le gustó nada.
- No le des importancia, se lo comerán los ratones – le contestó la gorda grasienta.
Después comenzaron a llegar malas noticias para Celasco y su troupe: uno a uno los invitados de la fiesta empezaron a bajarse de la fiesta, poniendo toda clase de pretextos.
- Increíble – dijo Celasco – no viene nadie, todos tienen casamientos, bautismos, comuniones, bar mitzva, cumpleaños de quince, cumpleaños de la suegra, de la madre, del tío, de los primos, despedidas de los compañeros que se jubilan, no viene nadie, nadie, sola nosotras.



“Nosotras” eran las amigas íntimas de Celasco: Brenda, Julieta, Silvina, Soledad y Connie.
- ¿Y ahora qué hacemos con todos los porros que hay? – preguntó Brenda.
- Y fumémoslos, para eso están – dijo Celasco.
Así fue que Celasco y sus amigas se quedaron en la residencia “La Valeria” y empezaron a fumar los porros, Brenda se fue a fumar a la piscina, ella solo quedo ahí, Celasco se fue a su habitación (la misma donde fue asesinada Valeria Mazza), y puso la música a todo lo que da, las otra cuatro se quedaron en el salón, fumando y fumando.
- Perfecto – dijo la gorda grasienta – no viene nadie. La maldición de Valeria Mazza es implacable, ja, ja, y los nombres de las amigas de esta perra inmunda: Brenda como Brenda Gandini, Julieta como Julieta Prandi, Silvina como Silvina Luna, Soledad como Soledad Fandiño y Connie Ansaldi, todas asesinadas por Carlos Delfino, el asesino de Valeria Mazza, ja, ja.
Mientras Brenda fumaba los porros sentada sobre el borde piscina, un helicóptero empezó a volar muy bajo arriba de “La Valeria”.
- ¿Y esto? ¿Por qué vuela tan bajo?



De repente, del helicóptero, cayeron seis Quesos, seis enormes y gigantescos Quesos, todos Quesos Emmenthal, Quesos de un enorme tamaño, los Quesos quedaron flotando en la piscina.
- ¡Llueven Quesos del cielo! ¡Como en la Biblia, cuando dice que en Egipto llovieron ranas y otras cosas! – gritó Brenda.
Pero sus amigas siguieron en lo suyo y ni la escucharon, tampoco Celasco. Brenda se sentó otra vez, pasaron varios minutos, los Quesos seguían flotando en la piscina, cuando un hombre muy alto, con pies gigantescos, unos dos metros de altura y pies talle cincuenta y uno, o cincuenta y dos, entró a la residencia, y empezó a caminar por el patio donde estaba la piscina, vestido de negro, con guantes, sostenía una katana con sus manos. Era Carlos. Carlos Delfino, el Basquetbolista Asesino.
Brenda no lo vio entrar, pues le daba la espalda, el basquetbolista fue avanzando en forma lenta y sigilosa, pero a paso firme. De repente, Brenda vio sobre su rostro, un enorme y oloroso pie.
- ¡Qué olor a Queso! – exclamó Brenda.
- Aca tenes el Queso – dijo Carlos Delfino, y entonces en un rápido movimiento la tomó del cuello, y se lo cortó con la katana, la herida fue tan profunda como certera, no hizo falta otra, Brenda quedo muerta, perdiendo toneladas de sangre.
- Brenda como Brenda Gandini. Queso – dijo Carlos Delfino, y tras agarrar uno de los Quesos de la piscina, lo tiró encima del cadáver de Brenda.



El asesino entró al salón principal, donde estaban totalmente fumadas las otras cuatro amigas de Celasco, hablamos de Julieta, Silvina, Soledad y Connie. Carlos, katana en mano, fue avanzando, y las chicas tan fumadas estaban que no advirtieron su presencia, y sí lo hicieron vieron a una especie de superhéroe, a un ninja, o samurái que avanzaba con su katana sobre ellas. Y así, ¡raaaaajjjjjjjjjjjj! le cortó el cuello a Julieta, y luego con otro ¡raaaaajjjjjjjjjjjj! degolló a Silvina, para a continuación aplicar un tercer ¡raaaaajjjjjjjjjjjj! y cortarle el cuello a Soledad, y sin piedad alguna, y ni siquiera molestarse en someterla a los pies, porque no valía la pena, porque estaba totalmente fumada, ¡raaaaajjjjjjjjjjjj! asesinó a Connie.
- Silvina como Silvina Luna. Queso. Soledad como Soledad Fandiño. Queso. Connie como Connie Ansaldi. Queso. – fue diciendo Carlos Delfino, tras agarrar cuatro de los Quesos de la piscina, y tirarlos sobre el cadáver de cada una de sus víctimas, a la vez que recordaba algunos de sus asesinatos más famosos.
Con el camino ya despejado, sin otras minas en el medio, y despues de asesinar a cinco minas, Carlos, Queso en mano, comenzó a caminar hacia la habitación de Lucía Celasco, la misma en la que diez años y tres meses atrás había asesinado a Valeria Mazza. Entró a la habitación dando un portazo y le tiró el Queso encima a Lucía Celasco, que estaba acostada, fumando porros y escuchando música a todo lo que da.



- Morirás asesinada Lucía Celasco, como en esta misma habitación fue asesinada Valeria Mazza.
- Conozco tu historia. No me podes asesinar. Mi abuela tiene un pacto con ustedes, los Quesones. Habrás podido asesinar a Valeria Mazza, y lo habrás hecho acá mismo, pero conmigo no podes, jugaste al básquet con mi abuela.
- Es cierto – el basquetbolista puso sus pies encima de Celasco, pies olorosos hasta el hartazgo, el olor a Queso que despedían era impresionante – pero mira esto. Hubo un pacto, ya no la hay. O mejor dicho, ahora hay otro pacto.
El basquetbolista sacó un celular y le mostró un video a Celasco. En el mismo estaban Susana Giménez y Lady Dumitrescu.
- Giménez: No quiero ser inmortal como Legrand, pero sí muy longeva. Usted es una gran hechicera, se que puede lograr que viva más de ciento veinte años. Usted misma dice haber nacido en 1892.
- Dumitrescu: Sí, nací en 1892, pero mi tiempo esta llegando a su final. Si quieres una larga longevidad, más de lo habitual, debes entregar a tu propia sangre.
- Giménez: Haré lo que sea. No quiero que Legrand venga a mi velorio, si muero un año después que ella, habré cumplido mi cometido.
- ¿Viste Celasco? – le dijo Carlos Delfino – Gimenez entrega su propia sangre.
- ¡Nooooooooooooooooooooooooo! – gritó aterrorizada Celasco.



El basquetbolista entonces la sometió a sus pies, olor a Queso muy fuerte, con el pie derecho la retenía acostada, sin que Celasco pudiera moverse, y obligó a esta a chuparle, lamerle, besarle y olerle los pies, despues invirtió los pies, y cuando el juego de los pies terminó, Carlos le tiró el Queso otra vez, para taparle la visual a Celasco, en eso, el basquetbolista levantó la katana y ¡zas! le cortó los pies, no se los arrancó, pero sí le hizo una profunda herida en cada uno de los pies, impidiendo que Celasco pudiera levantarse de la cama.
Carlos entonces se tiró encima de Celasco, y la cogió, no tuvo piedad con ella, fue una cogida bastante salvaje, muy salvaje, violenta, la cama se movió toda, y hasta el Instituto Artigas de Montevideo registró un sismo en Punta del Este, algo poco habitual para la región.
Satisfecho con la cogida, Carlos Delfino levanto la katana y le dijo a Celasco:
- Morirías desangrada como una cerda con esas heridas que te hice en los pies, sería una muerte cruel, horrible, muy lenta, muy lenta, y realmente mereces morir como una cerda, porque eso es lo que sos, una cerda, pero no, tendré compasión de vos, y te ahorraré ese sufrimiento, te cortaré la cabeza, por algo soy Carlos “el Cabeza” Delfino.
- ¡Noooooooooooooooooooooooooooooo! – gritó espantada Lucía Celasco.



Carlos Delfino levantó la katana y ¡zas! de un único corte, limpio, prolijo, propio de un gran asesino de su clase, acostumbrado a cometer esa clase de asesinatos, le cortó la cabeza, la misma salió rodando.
- Queso – dijo Carlos Delfino y le tiró el Queso al cadáver de Celasco.
El asesino se fue satisfecho, antes de irse contempló aquella casa.
- Será mía – dijo Carlos Delfino – hace diez años y tres meses asesiné a Valeria Mazza, y a sus mucamas y ayudantes, ahora asesiné a Lucía Celasco, y a su troupe. Ya veré como me pongo en contacto con Giménez, que seguramente heredará esta propiedad. La compraré. Por suerte ya no pertenece más a esos pendejos odiosos, de los hijos de Valeria Mazza. Le diré que la Fundación Dumitrescu la necesita y Giménez me la venderá a muy bajo precio. Ja, ja, ja, será un museo, el Museo de los Quesones, el Museo de Carlos Delfino, el Basquetbolista Asesino.



Antes de irse, vio la estatua que Celasco había erigido a la memoria de Valeria Mazza.
- Queso – dijo Carlos Delfino, y con la katana le cortó la cabeza a la estatua, y tiro un nuevo Queso sobre la misma – Ja, ja, ja, te volví a asesinar Valeria Mazza, como hace diez años y tres meses, soy Carlos, soy Carlos Delfino, el Basquetbolista Asesino.
Carlos se fue del lugar, ya veremos cuando vuelve a pisar Punta del Este. La gorda grasienta entró y se encargó de poner en una botella la sangre de Celasco, y se la envío a Gimenez, los cadáveres de las amigas quedaron amontonados, quizás fueron entregados para ser vampirizados, el de Celasco en cambio terminó siendo presa de las ratas, las mismas ratas que se comieron el Queso, que Carlos dejó sobre la decapitada estatua de Valeria Mazza.
No pasó ni una semana, y la casa era otra vez un montón de ruinas, donde todo se caía, y ya figuraba otra vez el cartel de “Alquiler o Venta”, aunque en pocas semanas, sobre el mismo quedó pegado otro cartel que decía “Propiedad adquirida por la Fundación Dumitrescu”.



Carlos Delfino continuó su recorrido como Quesón, sin inmutarse, aunque ahora dice que va a escribir sus memorias, mejor dicho, no las escribirá el, sino que se las contará a algún afamado escritor, algún cronista del básquet, o quizás este humilde servidor que escribe estas líneas, una crónica detallada de cada uno de sus asesinatos más famosos “mejor contar la historia antes que otros la tergiversen”.
Carlos Delfino, para algunos el Lancha, para otros el Cabeza, para nosotros el Quesón, el Basquetbolista Quesón, el Basquetbolista Asesino, el asesino de Brenda Gandini, Cecilia Bonelli, Florencia Gómez Córdoba, el asesino de Valeria Mazza, Julieta Prandi, Silvina Luna, Zaira Nara, el asesino de Leticia Bredice, Yanina Latorre, Alejandra Maglietti, Soledad Fandiño, Connie Ansaldi, el asesino de Calu Rivero, Marcela Pagano, Tini Stoessel, Gimena Accardi, Jazmín Stuart, Dolores Fonzi, Melina Petriella, Romina Manguel, Sabrina Garciarena, Malena Sánchez, y ahora también el asesino de Lucía Celasco. Queso. Por siempre Queso.

Texto agregado el 05-03-2020, y leído por 86 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
05-03-2020 ¿Carlos vos sos el único que escribe sobre este tema? Hoy se me ocurrió Googlear "Quesones" y encontré de todo!! Saludos. IGnus
 
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