Mi padre -recuerda Eugenio mientras jala la cuerda de la hamaca multicolor que irá a vender el fin de semana al mercadillo- es un hombre excepcional ¡Desos de película! Es tan especial que hasta los cuerdos que no son nada optimistas y mucho menos de buen humor están aquí a su lado para olvidar los problemas con listas interminables de deudas y compromisos. Yo como ahora, así de riojo veo que va y viene de pie ligero por el patio mientras mi madre sirve café tapado como dice Carmen. A mi madre le queda rico el pan de piloncillo y manteca y en cierta forma re-entiendo como busca Carmen cualquier pretexto para conseguir una pieza que aunque por otra parte, no sería de extrañar que viniese como todos por mi padre, en busca de encontrarse. No hay hombre más admirado en la ranchería y aunque no me guste admitirlo, así de riojo sonrío de gusto de ver a todos como se ponen alegres con las ocurrencias de este hombre. Es que no es para menos cuando se agarra bailando en un pie como El Piporro y uno se imagina el bigote, sombrero y bota ¿O cuando dice ser de cabaret y danzar envuelto en un trapo atigrado! Quesque porque es hermano de ‘’la tigresa’’.

Dicen que de chico le dio rubéola y sufrió un espasmo que todo su cuerpo se achicó en el cerebro y hora disfruta la risa, brazo, pierna y toda la cara. Pos es por eso que dicen que es de locos ponerse el trapeador como peluca y andar con un zapato diuno y otro de la abuela. A mí no me importa que sea ria-tarantao. No, la verdad que no. Vendo todo lo quihago gracias a mi padre pues perdí las incapacidades para esto de ofrecer porque si bien observamos, buscan locura como escape, una forma de ser feliz y sabe que también esto se vende -Ve el rostro de los acompañantes- ¡Sí! ¡Ya casi pago la casa!