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Cuando volvió a llamarla ella sintió que el corazón aleteaba, ni que fuera el héroe máximo que volvía, el vengador de las películas de acción, pero no, era aquél mismo hombre taciturno, melancólico e hipocondriaco de siempre.
Igual Ema se sorprendió muchísimo porque habían pasado los años, y al verlo por la ventana, salir de su camioneta, tan alto y tan mal vestido, sintió una especie de expiación. Ajado, el pelo ralo, las arrugas sin estilo en pliegues sobre su rostro. Ema salió para que ver qué necesitaba.
Él le dijo que estacionaba allí, porque en los demás lugares había muchos autos.
Mentira. Le dijo susurrando que si estaba sola, que si estaba en pareja, y al decirle que no, que esta noche volvería ¿Para qué? Se pregunto la ilusa de Ema.
Esteban llego, abrió el portón, a las nueve de la noche, entro cauteloso por la puerta de adelante que Emma había dejado abierta a propósito. Tenía la misma camisa y el mismo pullover que ella le había comprado años antes el mismo pañuelo árabe, en el cuello. El frio apretaba.
Sin preámbulos incensarios se metieron en la cama. Ya sabían de memoria como iniciar las caricias, y así surgieron como rémoras del pasado juntos. Luego el miro el celular, y dijo que se tenía que ir, porque su casa estaba en la mitad de la nada, y ya le habían robado sus pertenencias muchas veces. Se vistió rápido, se despidió con un frugal beso, y se fue.
Ema quedo apesadumbrada, pero pensó en lo efímero del acto sexual, pero a su vez reconfortada, porque entrelazaron sus piernas largas, durante media hora quizás, algo menos.
Ema le preguntó:
_ ¿Por qué te vas en mitad de la noche?
Y él le contestó
_ Porque por mi casa hay vándalos y el paraguayo quiere quedarse con todos los terrenos de la manzana.
Yo pensé que discriminador con el paraguayo pero igual, lo entendió, cuando le conto que lo habían desvalijado varias veces, como sugerencia para que abandonara los terrenos que él había comprado en buena ley.
Así que Ema fue a parar a la casa del lago, donde nadaban dos patos negros de vez en cuando, al lado del paraguayo acaparador de terrenos, y al lado de su amor con rémoras del pasado que volvía a estar a su lado. Sin preguntar nada más, volvieron a entrelazar sus piernas, esta vez hasta la madrugada siguiente.

Texto agregado el 27-08-2019, y leído por 85 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
27-08-2019 Sentí la misma sensación que Delia, será porque los reencuentros amorosos cuando ya somos grandes suelen ser así, tristes. Besos. Magda gmmagdalena
27-08-2019 Es un cuento romántico, sin embargo me dejó una sensación de tristeza. MujerDiosa
 
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