Cuando fui a la bruja de enfrente, no vislumbre el alcance que tenían sus hechizos.
Un cartel en la puerta, muy discreto decía, se curan maleficios, se hacen hechizos de amor, amarres, ¡¿que será eso?!¿Tenerlo atado veinticuatro horas y después soltarlo?
El lugar estaba tapiado con colores violetas del lado de adentro, con lo que no se sabía que podía una podría encontrarse.
Desde adentro llegaba un perfume a sahumerios, y salía un poquito de humo por los intersticios de la puerta.
Me acerqué y abrí la puerta.
_Buenos días
_ ¿Hola que tal que se te ofrece?
_ Quería saber si vos preparabas hechizos de amor, eso que cuando alguien te deja, te abandona, haces algo para que vuelva, algún brebaje extraño que se tome, ¿o es otra cosa que se hace?
Me paso a explicar la alquimia de sus tratados para la recuperación del amor perdido. Me pidió alguna prenda o cabello que haya quedado de ese amor. Una foto también alcanzaría. Un pedazo de uña que haya quedado. Eso me causo mucha gracia ¿Quien guardaría un pedazo de uña del ser amado?
Pues yo.
Le di a entender a la mujer que no me atrevería a causarle ningún daño, sino que quería recuperarlo, pase lo que pase, que ahora estaba con otra mujer más joven, y que cuando ella se cansase de él, yo lo quería de vuelta.
¡En esta era tan feminista no sé cómo se me ocurren estas ideas, patriarcales y machistas! ¡Mucho Walt Disney y finales felices!

Ella realizo su poción mágica, me la dió y me dijo que aguardara un tiempito, que el volvería.
_ ¡¿De de cuánto tiempo estamos hablando?!
_ ¡Ya verás!
Me retiré y el tiempo pasó.

Seguí con mi vida cotidiana y al cabo de siete años, ahí estaba parado en la puerta de mi hogar.
No sabía si creer o reventar.
Cuando salí presurosa a su encuentro, me di cuenta que ya no lo quería más y entre nuevamente a mi casa.