El amante se hallaba agazapado en las afueras de la casa de rejas. Esperaba ansioso que la luz del interior parpadeara. Era la señal.
Abrió la ventana desde afuera, a hurtadillas, silencioso entro por la hendija. Ella estaba desnuda recostada sobre un colchón. Las paredes grises denotaban el dejo de abandono, y por entre sus grietas se sospechaba la noche oscura. Estaba descalzo, para descartar tropiezos. Se acomodó silencioso a su lado. La tomo por los hombros y la beso. Ella suspiro. Se abrazaron de forma audaz, consolidándose en un armonioso y procaz encuentro de genitales. Sudorosos y exhaustos, dormitaron dos horas juntos.
Ella despertó y lo toco en el hombro. El se dio vuelta y ella le indico la salida, por el mismo lugar por donde había entrado. Esta vez se tropezó. Se escucho un ruido a madera. La habitación estaba helada. Se vistió como pudo, y dejo escapar un suspiro con beneplácito. Salió a la noche en forma furtiva. Camino por la calle, descubriendo el aroma de la oscuridad. Los momentos vividos estaba frescos en su recuerdo.
Cuando doblo la esquina se dio cuenta que se había equivocado de casa.