De muerte me siento
o mas bien, quisiera morirme.
Morirme de risa, de lo estúpido que me siento,
cada vez que digo que me voy a morir por esto.

Mis mandíbulas no dan más de tanto rechinar,
y mi boca paralizada espera con ansias el alivio
que suele llegar por estas temporadas.
Porque parece que cada año se vuelve peor,
y la recompensa siempre grata del dinero,
junto con el "valor emocional agregado",
se gastan como estrella fugaz que pasa por el cielo,
causando apenas una fracción de segundo de felicidad.

Aunque es verdad,
a veces me siento lleno de estrellas fugaces
que logran iluminarme por un buen rato,
como también a veces
pareciera que se las estuviera tragando
un agujero negro.

Quedan un par de días,
ya no puedo más,
estoy ansioso por un futuro anhelado,
mientras mi presente vive angustiado y desesperado.

Los futuros solían ser el alivio
a nuestros problemas mas profundos,
como la soledad, la falta de afecto, el sentido de la vida.

Hoy ese futuro es simplemente la solución que ayudará
a que mi mandíbula no se destruya
y que pueda aguantar otro semestre.