Un hombre venía a visitarme todos los días, inmediatamente lo hacía seguir a la sala y luego que se había sentado en la alfombra empezaba a contarme historias fantásticas, en cada visita me contaba una diferente, jamás había continuaciones porque detestábamos el suspenso. Tan real era el tono de su voz y los ademanes que acompañaban al relato que me sentía transportado a uno de sus infiernos, es más, hasta llegué a sentirme un personaje que en alguna época encarnó sus ficciones.
Ayer me atreví a contarle mi primer cuento al extraño visitante. Y cuando sólo faltaban tres líneas para llegar al desenlace, el relator de pánicas aventuras soltó una carcajada huracanada que hizo caer el diminuto ejército que se encontraba acantonado en el filo de la ventana, y cuando por fin logró poner en paz la inmensa ironía que le produjeron mis palabras, me respondió de la siguiente manera:
- Tu cuento se parece al de Caperucita Roja, con la diferencia que en el tuyo no hay el Lobo Feroz.
Nuevamente el siniestro personaje soltó una fuerte carcajada que me hizo parar los pelos de punta, tan verticales quedaron mis cabellos que parecían una cabellera de agujas que amenazaba con dejarme totalmente calvo. Lentamente el perverso narrador se incorporó y se dirigió a la puerta, pues la inocencia de mis palabras lo espantaron. Antes que se fuera, rápidamente saqué la pistola que se encontraba en el último cajón de mi escritorio y le propiné seis tiros en la cabeza, tan certeros fueron los disparos, que sus sesos se regaron por todo el cuarto. Esa fue mi venganza contra su ironía, claro, que de todas formas lo habría matado. Ese hombre jamás llegó a imaginar, nunca pudo sospechar que ese era el final de mi cuento, y que a él le tocaría encarnar el fatal y monstruoso desenlace; yo tampoco llegué a sospechar que ese hombre había sido mi hermano.
AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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