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Fui ingresando entre el gentío que avanza en remolinos, empuja y se apiña en las puertas de los grandes almacenes. Ahora adornados con luces titilantes, pinos de plástico, gordos con barbas falsas de algodón, disfrazados de rojo, entregan papelitos con las ofertas y sudan a chorros, más arriba los carteles calumnian felicidades.
Trama artera para maquinar ventas.
Diciembre derrite las veredas. Calcina los pies descalzos.
Frente a los supermercados. Monopólicos. Que hicieron quebrar, derrumbar, las estanterías y las heladeras mostradores, a todos los boliches de los barrios nuestros que fueron quedando peladas, con dos o tres latas solitarias de tomates, roñosas, y algún paquete de fideos secos, tras la cara abatida, desesperada de los bolicheros. Fundidos.
La multitud que entra y sale es un hervidero, y cuanto más gente, peor.
Ellos forman este infierno.
Y el aire fresco que debo respirar, el que me toca por llegar primero, me lo inhalan ellos, y me lo largan pesado dulzón, oloroso. Usado. Irrespirable.
Y ahí estoy yo, en medio de la jauría del más malo de los animales. Y el sol nos recalienta las cabezas. Las hace odiar.
Las puertas de vidrio me evitan, automáticas, me acerco y se abren solas, obedientes.
Custodiadas.

Latinoamerica es esto. Aire que arde, que ahoga, cálido, insolente, descarado. Irrespetuoso. Marea verde de miseria. De yuyo creciendo ingobernable. Y el hambre. El hambre ese torpe ladrón. El hambre ese perro flaco.
Gente que empuja, pisotea al que se cruza. Gente que roba, rapiña. Cuida mucho lo que tenés, en un segundo te quedas sin nada. Gente que mata, hiere, mira feo. Por la campera. Por viejo indefenso. Por viejo.
A cualquiera.
No te salva ni Dios, no te salva ni el cura, ni la iglesia complaciente entera, ni tu vieja que te reparió. En mala hora. Que te largó al mundo mojadito y solo. Condenado. Para siempre.
No te salva nadie, ni Jesucito que ya se tomó un tiempo suficiente, y cada vez peor. No tenes suerte.
No nos salva nadie.

Negros cabeza de cajón con uniforme de guardias de seguridad, batidores, cipayos decía el General, por el sanguche y la coca.
Acechan.
Y el lumpen se arremolina, gira, empapados, brillando de sudor catingoso. Gotea. Con bolsas en las manos, alguna mas vacías que otras. Chocan entre ellos. Empujan. Insultan. Apretados como ratas. Hediondos.
Una vez al año. Para las Fiestas.
Las putas Fiestas,¿ de festejar el nacimiento de quien?. Si por acá después, no apareció nadie. Ni de cumplido. O alguien lo vio al creador, haciéndose cargo de sus corderos.
Los niños con bocas de dientes podridos, lastimosas, merecedores de ortodoncias y extracciones, que ríen por las bolsas blancas de polietileno, regordetas. De brazos flaquitos, desnutridos, de piel marrón. De pelo duro.
Los pibes liendrosos acarreando las bolsas, hijos de semen y sudor, y desgano, de mal polvo, de polvo cansado. Que hoy comen algo.
Hoy piensan con la panza, en algún regalito. Masticable. Los reyes lo juro, no son ni siquiera los padres. Es un invento de la tele.
Dios acá no debe existir. Por lo menos no se lo ve entre el viento y la tierra. Y se lo extraña, al reputo. Al desaparecido.
El único que anda, que se lo ve por todos lados es el Diablo, y espero cumpla con su cargo, que no deje impunes a muchos que yo conozco. Que los guarde entre las brasas. Que haga su laburo.

Que yeguas deben ser las madres de eso chicos, que andan solos por la calle pidiendo, decía mi vieja. Y miraba el noticiero de la tele. A todo volumen, rompiendo los tímpanos.
No lo bajes, decía.
Ella solo piensa en lo que dicen en la tele, y en las noticias necrológicas que alguien le alcahuetea. Y yo no le decía nada. Que le iba a decir. Nunca entendió lo que estaba pasando. Ni lo entendería. No se inmutó cuando Papá murió, no se puso contenta, pero le vino bien que se muera.
Y yo me desgarraba. Me quedaba solo en el mundo de los vivos, en el pudridero histérico. De los avivados. Me caía a pedazos. Y él se fue, y me quede solo, y me dejo la honradez, que es para lo que le sirven las tetas a los hombres. Y los gestos. De un día para otro, seguro de malagana se fue.
Me avisó, y yo girando en este infierno, no pude contestarle. Y se fue. El premio debe ser el cielo.

Cargando las bolsas blancas hinchadas de poco morfi. Los pibes parecen los reyes magos de ellos mismos. Bolsas tirantes, deformadas de fideos de mala muerte. De gaseosas truchas. Venenosas.
De hidratos de carbonos de cuarta, baratos, solamente llenadores de panzas quejosas por el vacío. Urgentes. Harina y agua. Farináceos.
Los horribles críos sonríen, fabulan que comen. Que mastican. Algo es algo. Como perros famélicos, huesudos, huelen las bolsas, las manosean, las besan, y se pelean por llevarlas. Por tenerlas un ratito en las manos.
Y en los monoblocks de veredas peladas, de bicicletas robadas, las madres esperan tapadas de montañas de pañales usados. Y tapadas de ignorancia. Y hambruna. Envenenadas de hijos no queridos. Paridoras obligadas de otras iguales a ellas. Paridoras en cadena. Envenenadas de tedio por el llanto en las madrugadas. Y esposos huidizos. Desaparecidos.
Quien vendrá a salvarlos, que milagro es necesario para que su Dios aparezca, y de una buena vez por todas, los salve de ellos mismos.
Y Dios los mira desde arriba, entre el sol que calcina. Que quema las cabecitas. Y no hace nada.

Y las señoras, también en la hilera de pagantes, con cara de culo, de culo caído y blanquito, de jovatas descogidas, cajetillas, resucitadas, también comemierdas, esposas o amantes de los funcionarios honorables, de su señoría, de este poblado de chinaje pisoteador de los de al lado. De todos.
Pagando, si preguntar los precios.
Se lo merecen, analfabetos. Lo que no se sabe expresar es por que no se sabe.


Las viejas teñidas, pelos amarillos platinados. Debaten triviales, huecas, televisivas, acá nadie piensa nada, acá todos buscan algo para apropiarse, algo para salvarse.
Del lado de adentro de los huesos planos del cráneo hay que tener algo más, no solo tejido de sostén. No solo glia.
Miran con desprecio (el desprecio es la mayor cualidad argentina) a los rápidos reproductores de muertosdehambre, fifadores gimnásticos, cogedores por hambre, por desocupación, por aburrimiento, por rabia, y a sus crías que se duplican como bacterias o como virus, o mejor como piojos.
Los miran (las señoras platinadas), en la cola de las cajas, con caras de ojete, como oliendo a mierda, como si no fueran de este país mentiroso.
Los miran con miedo a los negritos, que cada vez son más. Que aumentan, se reproducen como moscas. En este basural.
País cloaca.
Los miran, fruncen el ceño y contienen la respiración. Hasta que pasen, hasta no sentir su olor.
Arrugan la frente, como una escarapela. Y miran a los negritos de ojitos brillantes. De tristeza amontonada en los ojitos viejos de los negritos. En los ojitos de no llorar, total para que sirve llorar.
Es mejor el silencio. Ganas más, vivís más años.
Y fruncen el orto, de cagazo. Y es razonable, pronto las van liquidar. Acá nadie está libre de un cuetazo. Es muy normal un balazo en el pecho o en el medio del cuello.
Y se van rápido, rajan del gentío apestoso. Sin mirar atrás.
Con sus bolsas llenas y sonrisa idiota.


Y todos, la multitud. Y los otros, apiñados en las cajas informatizadas, haciendo colas. En una sola greda se confunden.
Lo único que tenemos del primer mundo es el lugar donde nos cobran. Los pagaderos. En eso no hay desobediencia civil, comienza después de pasar por la caja.
El resto es pura bosta simuladora. Góndolas de basura. Vino de cajita, alcohol metilico rebajado con agua, que no mata de golpe. Primero te deja ciego, después te hinchas como un sapo al sol. Después reventás como el susodicho.
Picadillo de mierda enlatada, con fecha de vencimiento. Basura.
Pagando con papelitos disparatados, absurdos, dineros de juguete que solo en este país de chorros vale. Valen como guita de curso corriente. Acá vale todo. Te los imponen como guita, por decretos despóticos, inmorales, y por desgano.
Y por coimas certeras, a los honorables.
Y uno, angustiado, puto habitante de estos territorios, ni discutir, total ya todo esta arreglado.
No podemos hacer nada.
En esta peste mafiosa, democrática, mal nacida, podrida, olorosa que nos lleva a la muerte. Nos liquida. El Estado no es más que una forma de opresión de la clase que manda con los desvalidos. Los jueces deciden y autorizan. Los demócratas.
Latinoamérica leche verde. Repodrida.
Y después salir esquivando charcos, pisando barro, en las calles del sur, que luce indiferente los agujeros de los obuses de la desidia, entre esquina y esquina. Como úlceras purulentas. Profundas.
Y un villancico histerico se mezcla con pachanga, en los parlantes. Canción de navidad que pega como un reflejo fantástico en las cabezas vacías, lo asimilan como un poder sobrenatural, lo divino les llega junto a esa musiquita. Entre las moscas. Para volver al monoblock. Al baldío usurpado, a la choza de cantoneras, hojalata y naylon. Con la bolsa en la mano.
Que importa mejorar las calles a estos indios. Que se merecen estos negros de mierda, si es lo mismo. Si igual nos votan, o me equivoco. O no es así.

Y el negrito de ojitos brillantes, junto al padre cruza la avenida. Y besa un angelito de plástico que lleva en la mano. Y sonríe. Y el padre lo mira y cambia el gesto. También sonríe.

Ellos saben que después de la muerte no hay nada. Solo los gusanos revolviéndose.
Y el nauseabundo Dios, donde dormirá. Ahora que lo pienso.
Adonde.

Texto agregado el 19-12-2018, y leído por 74 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
19-12-2018 Un texto duro que pinta sin lástima nuestra cruel realidad. No hace más que recordar que: "Vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseados." Podrías ser asesor de Discepolín, si hoy viviera. Bueno, a tomárselo con soda -o sólo- y a brindar porque esto mejore. Saludos. Clorinda
19-12-2018 2_Nos vendieron la "pomada" y terminamos comprándola de la manera más fácil. Tu trabajo me recuerda al típico moreno de poca altura con el cabello pintado de rubio para darle ese "lock europeo"; buen texto con un desarrollo interesante de quienes somos. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
19-12-2018 1_ A latino américa constantemente se le vende la pomada gringa; y soñamos ser parte de la grandeza que no existe. Somos solo el patio trasero; el basurero de grandes invasores y opresores. vejete_rockero-48
 
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