Deposité mis gafas sobre la mesa, y me quedé pensando.
No era la primera vez, que buscaba el significado etimológico de una palabra. Pero algo resonó en mi interior en esta oportunidad. No sabía explicarlo, aunque presentía que se trataba de algo ya vivido.
La palabra era, sapenco. Jamás la había oído, y al principio la asocié a un significado distinto al que tiene. La confundí con, sopenco. Nunca imaginé que sapenco era un caracol.
Detuve la lectura y comencé a pensar, por qué sentía esa seguridad de ya haber pasado por una situación idéntica.
¿A qué se debía? ¿Por qué el hecho de descubrir su significado, me provocaba inquietud?
Más tarde, mientras merendábamos en el jardín, le comenté a mi esposa lo acontecido.
Ella sonrió, y me recordó un sueño que yo había tenido tiempo atrás, en donde era un agricultor francés que criaba caracoles para vender a los restaurantes.
En aquella oportunidad solo le había contado, una parte del sueño.
Ahora volvían a mí varias imágenes que deseaba olvidar. Caracoles reptando por mi cuerpo, mientras yo permanecía inmóvil debido al asco que sentía.
Es sabido que los sueños, contienen algo de nuestro deseo inconsciente, así que al día siguiente lo hablaría con mi psicoanalista.
El profesional, se mostró muy interesado. Develar el significado de mi relato, le resultaba fascinante.
Pero en la mitad de la sesión, comencé a ver caracoles subiendo por el sillón.
Él, parecía escucharme muy atento, mientras acariciaba el caparazón de un sapenco enorme.
Cerré los ojos, y cuando los abrí mi terapeuta preguntó:
-¿Le gusta mi mascota?
Yo estaba asqueado. Había caracoles por todas partes. Uno se había subido al escritorio, y dejaba su asquerosa baba sobre la superficie de madera oscura.
-Se llama Amanda -dijo mi psicólogo mirándome fijamente.
Amanda, era mi mamá. Otra vez mi Edipo no resuelto - pensé.
Me levanté, y comencé a juntar caracoles. Luego los guardé en mi mochila, resignado.
-¿Le queda claro el significado? – preguntó con amabilidad.
-Uuuff... Le confieso que todo esto es un poco confuso para mí.
-La terapia y los caracoles están para ayudarlo, mi amigo. Usted mismo, reconocerá los mecanismos de su conducta y sus orígenes durante las sesiones.
-Por lo pronto, voy a hacer un buen guiso en casa - dije.
-Somos familia numerosa, y estas sesiones no son, le diría... económicas.
-¡Muy bien! – dijo entusiasmado el profesional. –El más grande de los tres, corresponde a su Edipo. No lo arrebate en la cocción. A fuego lento. ¿Me entiende?
-Solo espero que quede sabroso - acoté.
-A los otros, puede prepararlos a la vinagreta.
-¿Y en qué se relacionan con mi inconsciente? - pregunté.
-Al saborearlos, comenzará a percibir algunas cosas. Luego en la terapia lo elaboramos.
Salí del consultorio, y caminé hacia la avenida. Un niño, sentado en un cochecito, miraba extasiado al sapenco mayor que ya se estaba escapando de mi mochila.
La madre, preguntó:
-¿Son caras, esas mascotas?
No supe qué contestar.
.
.
Gloria Martins y
Marcelo Arrizabalaga
Buenos Aires, 11/12/2018.
https://youtu.be/zSPPsHA21GI?si=IMkzzCPbV3uJJump |