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¡Qué triste es la vida!

¡Qué triste es la vida! Estos eran los pensamientos que rondaban en la cabeza de Diego Díaz, un sencillo hombre de familia que vivía en una precaria casita de lata junto a su mujer Emilia y sus tres hijos pequeños.
Diego era un recolector de basura, único trabajo decente que pudo encontrar, la vida no le había permitido el lujo de estudiar, sus padres eran tan pobres como él y si todo seguía así, sus hijos también lo serían.
En el ranchito hecho de lata y cartón sólo había una habitación y allí dormían los cinco sobre un colchón encontrado en la basura, la cocina constaba de una mesa de madera también encontrada en la basura pero que les sería para la hora de comer.
En lo posible Diego trataba de traer comida suficiente para los cinco pero no siempre era posible por eso él comía lo que podía o encontraba en los contenedores por eso trataba de ir cerca de los restaurantes, allí casi siempre encontraba algo, eso era para él, a su familia trataba de llevarles comida que no hubiera sido sacada de la basura.
Emilia ayudaba haciendo arreglos a mano como dobladillos y cocer botones, todo a mano ya que una máquina de coser era un lujo que jamás lograría obtener aunque quizá con una podría mejorar un poco sus entradas.
La muchacha trataba de mandar a los chiquitos al jardín de infantes, ella quería que ellos por lo menos pudieran estudiar, era difícil pero no perdía la esperanza, quizá algún día…
Y ese día llegó, una tarde de febrero cuando más calor hacía Diego encontró algo en un contenedor que le pareció que estaba en muy buen estado y quizá podría venderlo, lo puso dentro de su carrito y se fue a su casa.
Al llegar a su casa Diego le mostró a Emilia el portafolios que había encontrado y entre los dos trataron de abrirlo para ver si estaba bien por dentro y al lograrlo se llevaron la sorpresa de sus vidas, estaba repleto de billetes verdes que Diego no tenía ni idea del valor ya que jamás en su vida había visto un dólar pero supuso que sí tendrían valor y se decidieron a contarlos, con lápiz y papel fueron sumando los fajos de billetes, muchos miles de esos billetes habían, tantos que ya no los sabía contar, estaban muy contentos pensando que aquello valdría muchísimo dinero pero algo pasó, dentro del portafolio había una dirección y un nombre y la consciencia comenzó a molestarlos, ese portafolio tendría un dueño y él no era ladrón a pesar de haberlo encontrado tirado, no le pertenecía, luego de conversarlo mucho con Emilia, la decisión estaba tomada, lo llevaría a su dueño y que fuera lo que Dios quisiera.
Esa misma tarde puso el portafolio dentro de una bolsa y se dirigió a la dirección que había dentro del mismo.
Al llegar se encontró con una hermosa casa pero cuando se disponía a tocar timbre, la policía estaba en la puerta hablando con alguien entonces Diego pensó que si en ese momento él llegaba con el portafolio lo iban a culpar de haberlo robado y él no podía permitir eso, sabía cómo la policía podría tratarlo si pensaban que él era un ladrón, dio media vuelta pero con tanta mala suerte que detrás de él estaba un policía uniformado que le preguntaba qué era lo que quería en esa casa y qué era lo que llevaba en la bolsa.
La noche fue larga para Diego, a pesar de haber contado mil veces su historia y de cómo había encontrado el portafolios, nadie le creía, pidió que le avisaran a su esposa, ella estaría muy preocupada porque él no había vuelto la noche anterior pero a nadie parecía importarle hasta que un hombre mayor entró a la celda donde lo habían encerrado y le pidió que detallara con lujo de detalles qué quería de la familia y por qué tenía en su poder aquellos miles de dólares.
Diego volvió a contar su historia a pesar de no haber dormido ni comido nada pero esta vez alguien le prestaba atención y luego de escuchar lo que dijera el hombre se presentó:
___Mi nombre es Mario De la Fuente, son un estanciero y ese dinero que usted encontró es el sueldo de varias familias que trabajan para mí, quiero disculparme por todo lo que ha pasado, ese portafolio me fue robado cuando me dirigía al banco a depositar el dinero, pienso que el ladrón lo tiró dentro del contenedor para pasar más tarde a recogerlo ya que si lo encontraban con él sabrían que lo había robado, por eso la confusión pero sé gracias a su esposa Emilia que vino a mi casa a contarme lo sucedido que ustedes querían devolverlo y eso mi querido amigo no se paga con nada, sé dónde viven y conocí a su familia, estoy muy agradecido por lo que han hecho y de inmediato va a recuperar la libertad.
Diego confundido aún por todo lo acontecido llegó a su casa donde su esposa lo esperaba con los brazos abiertos y una carta en la mano.
Emilia le contó que el señor Mario de la Fuente se la había dejado para que la leyeran juntos.
La carta decía lo siguiente:
___Mi estimado y honorable amigo, lo que usted y su esposa hicieron no tiene precio, la honestidad en esta vida parece que no existiera pero usted tiene muy buenos principios y sé que se los trasmitirá a sus hijos para que mañana sean personas de bien, por eso no le mando dinero ni recompensa, pero sí le ofrezco un empleo a usted y a su señora con lo que podrán llevar adelante su familia sin pasar necesidades, en mi estancia tengo una pequeña cabaña que por el momento está desocupada, no es muy lejos y necesito a una persona de confianza para que trabaje en las tareas del campo, su señora si quiere puede trabajar en la cocina, se que se merecen mucho más pero confío que con el tiempo usted hasta podría ser mi mano derecha.
Lo saludo y espero que acepte mi propuesta, los estaré esperando.
Atte. Mario de la fuente.
Ahora diego ya no pensaba en lo triste que puede ser la vida, Dios al fin estaba de su lado.
Omenia 19/10/2018

Aunque esto no es más que un cuento debo decirles que cuando uno de mis hijos tenía doce años, encontró tres medallas de oro con su respectivo llavero, la trajo a casa y a pesar de que por aquella época la estábamos pasando bastante mal, mi esposo buscó el nombre que estaba grabado en las medallas y resultó ser el de un banquero jubilado, fuimos hasta la casa cuya dirección estaba en la guía telefónica y la sorpresa fue enorme, una hermosa casa que tenía un enorme cartel de SE VENDE, no nos fuimos sino que preguntamos en un bar que estaba en esa cuadra donde nos dieron el teléfono actual del dueño de la casa, luego de hablar con él nos dijo que vendría a nuestra casa a buscar las monedas, al día siguiente el hombre muy agradecido vino trayéndole un hermoso reloj CASIO a mi hijo. Por eso les digo que este cuento puede ser muy real. Omenia

Texto agregado el 19-10-2018, y leído por 119 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
24-10-2018 Excelente, Omenia querida. Es una excelente lección de vida. Los principios de hogar cuando son bien sembrados, NO se quebrantan por mucha necesidad que se tenga. Majestuosa historia. Un abrazo enorme. Qué disfrute! SOFIAMA
21-10-2018 La vida siempre aunque se demore da a las personas lo que merecen... Lindo gesto,el del cuento y el de tu familia. Conociéndote se que eres la persona honesta y maravillosa***** Besos Victoria 6236013
19-10-2018 A veces en la vida, acontecen estas cosas. Muy interesante. Un besote! MujerDiosa
19-10-2018 —Triste puede ser la vida de alguien, pero de repente la suerte puede tocar a su puerta y dependiendo de como se la recibe y enfrenta puede ser buena o mala. En este caso muy buena. vicenterreramarquez
19-10-2018 Si, es muy cierto, cuando los valores están cimentados en la formación fluyen y se contraponen a la maldad. Abrazo y rosas. sendero
19-10-2018 Ome, es verdad lo que decís hay gente honesta que intenta devolver lo que no es suyo, como tu personaje y como tu hijo. Me encantó la historia con un buen final (en ambos casos). Besitos. Magda gmmagdalena
 
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