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La voz no se apaga, ahí en lo profundo de la torre que tiene por únicas ventanas las ojivas que se cierran al pestañeo, se escucha el pensamiento, se materializa la voz que ya no está afuera, que quedó atrapada en él, la frase se va y regresa con mayor intensidad “regálame una noche, regálame una sola, te quiero sólo para mí, aunque sea una vez…”

Lo había dicho tan convincente, con la demasía en romanticismo que le caracterizaba, con la misma ternura con la que la había visto en aquél lugar, cuando tuvo el detalle de llevarle un pañuelo de papel para que ella limpiara sus lágrimas. “regálame una noche”, la frase retumbaba y ahora le hacía dudar, ante la negativa, ahora dudaba más que nunca, ya otras veces había “hecho el amor” con él pero ahora le había pedido una noche completa, y al decir completa era completa del todo.

Él siempre lo supo, y aún así se aferró, no buscaba más que una noche antes de partir hacia ese viaje que los separaría definitivamente, cada quién haría su vida, pero esa noche quedaría marcada, quedaría sellada. El mismo calor que tendrían quemaría sus cuerpos en amor, los hundiría para no volver a ser los mismos: cada quién por su lado, sino para ser uno, en dos lados diferentes.

Pero la respuesta fue no, no puedo, y ahora la voz retumbaba en las paredes de su atormentada cabeza, como pelotas de ping pong que no dejan de ser golpeadas, iba y venía el pensamiento, ni siquiera al dormir podía dejar de escucharlo, se revolcaba en el lecho y no lograba dormir, y cuando por fin estaba dentro del terreno de Morfeo, la misma voz se encargaba de provocarle pesadillas que la hacían despertar y pensar nuevamente en esa frase “regálame una noche…”.

Sin poder más, se levantó, dejó al marido en la cama, y se apresuró a salir. Cuando llegó al departamento enmarcado por el número 27, el toque de puerta fue en vano, no había nadie, se había ido, era verdad, se iría de la ciudad, y ella, estaba ahí tirada frente a una puerta que la recibió un par de veces, que la vio de pie y ahora postrada ante la ausencia.

Ahora regresaba destrozada, con los parpados hinchados, y la voz que le dice “regálame una noche, regálame una sola, te quiero sólo para mí, aunque sea una vez…” ni siquiera sabe que le dirá a su marido porque el sol ya viene, su corona de luz anuncia que viene detrás, y él estará de pie esperándola con preguntas, las mismas que quiso evitar diciendo que no, a la petición del que se fue.

Texto agregado el 14-07-2018, y leído por 30 visitantes. (4 votos)


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