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Inicio / Cuenteros Locales / foca_89 / Tercer relato, crisis y amor.

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Primera parte, Crisis existencial.

He de admitir que estos últimos meses algo ha cambiado, estoy solo, totalmente solo y no hay nada que no haya ya intentado para salir de esta espiral descendente en la que se ha transformado mi vida.

Oh, mi adorada Tapiria, mi luz, mi día y mi calma, dónde te has escapado? Qué es lo que ha sucedido mi amor entre nosotros que ya no estamos juntos y toca desde aquel fatídico minuto converger a lo más básico y minúsculo en busca de la simpleza de la soledad?

Oh, mi aventura Cerdilia, mi noche y mi desvelo, donde has terminado tus menesteres que ya no estás disponible para continuar en este nuestro barco secreto de lujuria, pasión y complicidad? Qué ha sucedido con la cerda de aquella noche en el matadero, disfrazada como mi novia, radiante y misteriosa?

No lo sé, lo pienso, lo estudio, me pasó noches completas bajo el mas infranqueable de los desvelos en aquella tarea, buscando al culpable, quizás incluso buscándome a mí. Es quizás este el real ocaso de la existencia taciturna y maltrecha de mi vaga humanidad? Es tal vez el acto un dios vengativo, rencoroso y obsesivo, cual niño se divierte aplastando hormigas con el dedo, él se divierte poniendo en mi camino pruebas cada vez más complejas y absurdas?

Oh, la soledad.

Quizás sea el tan mencionado, afamado y bastante mal ponderado karma. Puede que solo sea el universo mismo tratando de colocar cada cosa en su sitio, el equivalente cósmico al dinero, el valor de mis acciones, el precio que he de pagar tras una vida dedicada a la aventura y el desenfreno...

Estoy en este dilema, querido lector, en este relato rompo la cuarta pared para interpelar a tus sentidos, a tu conciencia y sobre todo a tu sentido común. Nunca con tapires, nunca con cerdas... Nunca con tapires... Nunca con cerdas. El mundo es vasto y las posibilidades son enormes, nunca te involucres con ninguna de estas especies, son unas traidoras.

Me encontraba ya pisando bajo, profundo y en la oscuridad más abisal en que haya estado jamás. Pero internamente sentía la llama, el fuego del deseo, no puedo dejar de ser quien soy; en mi mente están sonando las campanas de manera estrepitosa, debo salir y conocer a alguien más, alguien que sea lo suficientemente tapir pero sin dejar de ser una cerda. Y así ocurrió, está es la historia entonces, terminado mi drama existencial, emocional y moral, de cómo he vuelto a encontrar el amor dónde menos lo esperaba.

Segunda parte, Amores perros.

Y fue así que salido de un periodo de decadencia y autocompasión me hice de valor y salí nuevamente a las andanzas. Soy un poeta, vivo de la emoción desbordante a flor de piel, tengo en mi lengua más verdad que cualquier filósofo, pues yo siento, yo hago, yo deseo, yo expreso y no solo me encierro a pensar y hablar de lo que me ha salido del prepucio la noche anterior, me dejo llevar como el viento y danzando entre las hojas del ciruelo en primavera viaja mi alma hacia el infinito y calma demonios con el sonido de la lira y la cítara bajo el amplio alero de la paz que brinda vivir el momento y no vivir pensando en lo que pudo ser y no fue, ni pensando en lo que fue y se perdió.

Con esta nueva mentalidad recordada (porque no es realmente algo nuevo) emprendí mi salida al mundo con la meta única de alcanzar nuevos horizontes. Fue de aquel modo que una tarde lluviosa en mi antiguo barrio encontré un diamante en bruto con disposición al amor. Perrulia se llamaba, mitad ternura y lealtad, mitad quiltra. Estaba casi en los huesos, muy a mal traer... Es la historia de una recuperación milagrosa y mi actual amor.

-Hola bonita, te veo hambrienta, gustas acompañar al buen Bob a cenar?
-No sé, la última guau (ladrido de perro) persona que dijo algo parecido me abandonó.
-No temas, lo que ha pasado seguramente fue un sucio y caprichoso juego del destino que confabuló a favor del amor verdadero haciendo que hasta ahora nos encontremos, y, crucemos nuestros caminos.
-Que bonitas palabras (mueve la cola mientras habla, o ladra). Está bien, vamos a por esa cena.

La perrita disfrutaba de sus espaguetis a la bolognesa, un clásico entre los de su especie desde aquella escena en esa famosa película de Disney. Yo por mi parte estaba disfrutando ver cómo ella se alimentaba, su falta de educación y modales, su forma de lamer la mesa cuando una albóndiga risueña se le escapaba del plato y terminaba encima de dicho mueble. Esa fue a gran modo nuestra primera cita. Ella tragaba todo lo que el garzón ponía en la mesa y yo la veía hacerlo, eso y que la cuenta iba a mi nombre (no conozco ninguna perra que pague su propio almuerzo o que tan siquiera piense en ayudar con el saldo tras una cita, aquí no existe la igualdad de géneros).

El tiempo iba avanzando, los minutos de hacían horas y las horas días, de esa forma ya habían pasado tres meses, desde aquella tarde de lluvia en el viejo barrio hasta el momento exacto en que este relato se orienta. Por eso decía que era un diamante en bruto, solo faltaba alguien con tiempo, dedicación y deseo por pulirlo. Ese alguien era yo.

Perrulia estaba evidentemente mejor, tanto física como emocionalmente. Yo a estas alturas y tras darle amparo en el momento de mayor crisis ya no buscaba sexo, solo una buena compañía, quería a alguien que fuera tan feliz conmigo como yo con ella, nada más. De color castaño y una pinta blanca tanto en la barriga como en la mejilla izquierda, de finos ojos color miel y una cola frondosa, era una perra de amplia estatura, diría que era un poco más pequeña que un San Bernardo y ahora que recuperó su peso llega incluso a ser un poco intimidante para quienes no la conocen.

Todo iba bien y a su ritmo, todo a su propio tiempo sin esperar nada más que no fuera un buen recibimiento en casa tras la jornada laboral, un ladrido cariñoso y una cola moviéndose de lado a lado. Así era todo pero llegó el momento en que nuestra bonita rutina cambió.

Vengo llegando a nuestro hogar, recibe entre estas cuatro paredes a quien viene de retorno al final del día, cansino y mermado tras la exhausta marcha de hoy en aquella maquinaria llamada empresa.

-(Abriendo la puerta de casa) Hola preciosa, volví!
-Guau, digo... Hola cariño (frota su cuerpo contra la alfombra) me pasa algo raro, siento una especie de calor bajo la panza, tengo un poco de fiebre y siento un extraño hormigueo en mi parte privada (sus orejas caen demostrando vergüenza).
-Amor, tenemos que hablar (nunca pensé ser yo quien hiciera uso de la fatídica frase).
-Qué sucede primor? No me asustes...(se acerca lentamente con su cabeza agachada).
-Los cambios que mencionas en tu cuerpo son completamente normales, se llama celo, y no, no quiere decir que seas celosa ni nada, es una reacción que ocurre en algunos periodos de tiempo donde la naturaleza te prepara para hacer el amor.
-Hacer el amor? Qué es eso? Podrías…guau (ladrido de perro) enseñarme Bob?
-(Llegó "ese día", mi pequeño diamante está a horas de brillar como nunca) ven conmigo Perrulia, yo te enseñaré el significado del amor, voy a llenarte de este y compartiré secretos inimaginables e íntimos contigo.
-Huy, muero del deseo curioso (perra babeando).

Lo demás no lo puedo contar acá, son cosas de pareja y dicen que un caballero no tiene memoria. Solo diré que desde que mi perra entró en celo nuestra relación se hizo más estrecha y ahora ambos somos uno. Somos infinitamente felices.

Oh Tapiria, Cerdilia... Ya no os extraño, ya no sois para mí más nada que un simple recuerdo, sois el equivalente a una fórmula matemática perdida en un libro de álgebra, no sois nada para mí más que algo que pasó y ya no pasa, no les deseo ni lo mejor ni les deseo lo peor, solo que sigan viviendo como yo lo he vuelto a hacer.

Texto agregado el 21-12-2017, y leído por 36 visitantes. (0 votos)


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