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Tomo esta botella y vierto su ardiente veneno en mí, que recorra mi esófago y choque con los ácidos y conflictos dentro de mí. Tomo este pisco, este barato brebaje de una bodega abandonada y encuentro la furia olvidada en la bodega sucia, llena de telarañas, que es mi alma. Tomo de las manos a esa mujer, a esa mujer que conocí a finales del verano para calentar mi invierno con un amor tan tibio y aparentemente desinteresado; a esa misma mujer que se propuso a volverme alguien fuerte, a templarme de una armadura herrumbrada para enfrentar la vida y sus demonios, y lo logró; a esa misma mujer que me recriminó el haberla 'engañado' cuando no estábamos, con dos personas, cuando ella había hecho de mi universidad una maternidad llena de hermanos míos, en secreto, y pensaba ocultar ese miserable actuar el resto de nuestras vidas; a esa misma mujer que prometió jamás traicionar la abrigadora y dulce confianza que le dí, y que a la primera oportunidad se encargó de destruirme en público; a esa mujer que osó manipularme y llenarme de mentiras para verla como una perfección, como una iluminada en mi vida, pero la putefracción y el espíritu fariseo era su insignia y marca de nacimiento;a esa mujer que tomó mis errores como los más perversos horrores, me hizo sentir la peor mierda del mundo, y pisoteó moralidad hasta hacerla añicos, pero jamás tomó en cuenta los suyos, sus atrocidades secretas y asquerosas; a esa mujer que solo merece el recuerdo para no recaer en el error, a ese caos que me tomó por sorpresa, que busqué, que hizo de mí alguien mejor, y logró su objetivo: hacerme fuerte. Tomo también para admitir mi sentir; para esa mujer que siempré quise y nunca tuve entre sábanas; a esa mujer que pasó corriendo por mi vida y traté de alcanzarla caminando; a esa mujer que encendió mi fuego interior, que despertó a Mefistófeles en el averno de mí; a esa mujer que nunca olvidé y jamás supe qué era lo que me atrajo de su persona, pero fue divina mientras pudo; a esa mujer que jamás salió de mi cabeza mientras mi espalda sudaba en el calor del amor contigente; a esa mujer que camina y existe y sufre y se pierde y se cae y es real; a esa mujer que probablemente sea igual de pérfida que la anterior; a ese amor necesario, tan dulce, único, poético y especial, que se prolongó hasta el despertar de mi conciencia y la desilusión de mis esperanzas; a ella que no olvidé del todo, que alejé con mis asquerosas palabras saltadas del vacío, a esa mujer tan tierna que almacenaba indiferencia inocente en la mirada, que caminaba con el viento susurrante de Apolo, a ella, que me despertó el arte. Por ellas, que despertaron mi amor, mi poesía y mi fuerza y astucia, ellas, tan atroces a su particular manera. Tomo, bebo y sorbo para expulsar, al fin, después de tanto tiempo, el sufrimiento que duerme adentro; pero no para olvidarlo en el mar de la vida, sino para celebrar, hermanos míos, que la vida es aprendizaje y de aprendizajes somos felices. Sufrir así, es vivir de verdad.

Gracias, a ustedes dos.

Texto agregado el 30-10-2017, y leído por 82 visitantes. (1 voto)


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