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No recordaba exactamente lo que estaba soñando, tenía esa nebulosa sensación de encontrarse de frente con alguna respuesta, pero el reflejo de abrir los ojos y saltar en la cama hizo que todo aquello se esfumara de pronto. Miró el reloj en el velador, el desayuno reposaba sobre la misma bandeja de siempre en la pequeña mesa junto al televisor, el mismo mensaje de todos los días escrito en un papel blanco ("disfruta"). Colocó sus pies descalzos en las pantuflas y se aproximó al televisor, revisó la bandeja con la mirada como si allí fuese a aparecer algo diferente. Tomó asiento junto a la mesa y revolvió el té con la pequeña cuchara de plata que reposaba en el plato, extendió la mano sin mirar conociendo ya la distancia exacta donde se encontraba el control remoto. Prendió el televisor, comenzó a beber de la taza de té.
El desayuno a medio terminar reposaba sobre la mesa mientras se duchaba como de costumbre, aunque una sensación extraña le acompañaba ésta vez. El sueño, ¿qué era exactamente aquello que se presentaba como una verdad pero que no podía volver a ver?. Cerraba los ojos con fuerza pero no encontraba en esa oscuridad alguna pista, algo que encendiera las alarmas, abrió los ojos para buscar sin éxito en los objetos de la ducha algo que le devolviera la memoria.
Sentada sobre la cama cepillaba su cabello, mirando fijo el piso comenzó a tararear la melodía de un comercial de perfume, aquella publicidad que llevaba un par de semanas saliendo al aire, una versión "moderna" de "La vida en rosa" de Edith Piaf. El cuarto estaba tibio, pero de pronto notó que a la altura de sus pies un frío hilo de viento danzaba en sus tobillos. La puerta, aquella que recordaba permanecía cerrada, impenetrable, tenía un brillo que se colaba por la rendija. Después de años, sin estar segura de cuántos, en su cabeza comenzó a crearse la idea de que no se encontraba del todo sola. Era claro sabiendo que alguien traía desayuno a diario, que su ropa siempre aparecía limpia y ordenada sobre la cama, en suma las señales eran evidentes pero nunca sospechó de quién o quiénes serían los responsables de todo eso. Su corazón comenzó a agitarse, no sabía si comenzar a vestirse o esconderse bajo la cama. Oía pasos (¿los oía o creía oírlos?), sus orejas y mejillas se tornaron rojas, no sabía exactamente cómo proceder. El televisor seguía encendido transmitiendo la programación habitual, todo parecía normal dentro del cuarto pero algo del exterior parecía venir por ella.
Ya vestida permanecía sentada junto al televisor, trataba de aliviarse mirando el programa de conversación matutino. Se aproximan pasos hacia la puerta, al menos estaba segura de que se trataba de dos cuerpos. La llave se gira, la puerta se abre, pero ella permanece de espaldas a los intrusos, su respiración en breve, agitada, su saliva espesa, caen dos lágrimas sobre sus mejillas. Avanzan hacia ella, se detienen tras la silla donde ella permanece sentada. Una mano con guantes negros se posa sobre su boca con un pañuelo, ella no se resiste y respira.
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Alejandro permanecía sentado en la recepción del hotel, tuvo el impulso de sacar un cigarrillo de la cajetilla, cuando miró brevemente a la recepcionista mientras ella le apuntaba el cartel que prohibía fumar en el lugar. Alejandro volvió a guardar el tabaco y permaneció mirando hacia la puerta.

- Pensé que habías ido al baño- dijo de pronto una voz de mujer.
- Sí, me perdí un poco-
- ¿Estás aburrido?- Laura se sentó a su lado.
- No, pero la música me tenía un poco lateado -
- Está muy fuerte-
- Sí... - Laura lo mira en silencio, Alejandro mira sus zapatos.
- Bueno, al menos el resto la está pasando bien-
- ¿Tú no? -
- Me gustaría, pero no sé si el novio está contento con la decisión que acaba de tomar- Alejandro se ríe y mira a Laura.
- Sí, no me gustan éstas cosas-
- Si sé, lo siento si fue demasiado-
- No, no, está bien. Es importante para ti. Y por eso es importante para mí -
- Qué sacrificio- dice ella con sarcasmo. Alejandro ríe y besa su frente. - Te amo-
- Yo también-
- Bueno - Laura se pone de pie tomándose el vestido blanco con las manos - Seguiré bailando con mis primos, sería raro que la novia se vaya también-
- Ya te alcanzo- rió Alejandro, Laura sonríe de vuelta y vuelve al salón.

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Julian despierta por los ladridos de su perro Apolo, es de madrugada.
Camina a oscuras por la casa buscando la luz de la luna en las ventanas, tratando de localizar a Apolo. Abre el cajón del escritorio, de allí saca una linterna, se aproxima al perchero junto a la puerta de la cocina y saca una chaqueta. Preparándose para salir, saca una caja del mueble de la cocina, allí toma un revolver y lo guarda en sus pantalones. Abre la puerta y comienza a caminar contra el frío viento.

- ¡Apolo!, ¡ven Apolo!- silba un par de veces para llamar la atención del animal, pero los ladridos persisten. - ¡Apolo!-
Avanza sobre las piedras rápidamente, llegando a la arenilla que rodea la pequeña laguna que se encuentra tras su casa. Pensaba que su perro estaba nuevamente cazando queltehues, uno de sus deportes favoritos, imaginaba la temperatura de la noche, el frío parecía cortarle el rostro. A penas podía silbar, decidió prender la linterna. Mientras sus ojos se preparaban para encontrarse con su mascota, escucha dos pares de pies corriendo por las piedras, huyendo hacia la casa contigua a unos cuantos metros.
- ¡Párese ahí!- gritó, y comenzó a correr tras los tipos, sin poder claramente alcanzarlos. Tratando de recuperar el aliento, vuelve a escuchar los ladridos de Apolo. Julián comienza a retroceder hacia su casa, llamando a su perro.
De pronto logra distinguir el cuerpo oscuro de Apolo, estaba metido en el agua. Se veía bien, pero permanecía inquieto, ladrando a Julián.
- ¿Qué hiciste Apolo?- le grita el humano, enojado sabiendo que tendrá que meterse a las gélidas aguas para sacar a su compañero. Apolo parece decidido, no quiere moverse de ahí. Julián sigue alumbrando con la linterna, hasta percatarse de lo que ocurría; un bulto envuelto en una frazada había sido arrojado a las aguas de su propiedad.
Julián lleva el bulto en sus manos con mucho esfuerzo, sin perder de vista a su perro quien lo sigue unos pasos más atrás. Llegando a la orilla, Julián deja caer el bulto en la arenilla temiendo por el peor escenario. Apolo no deja de ladrar a su lado inquieto. Con mucha dificultad por el peso del agua, comienza a desenrollar las frazadas, descubriendo para su mala suerte el cuerpo pálido de una mujer. Julián toma nuevamente la linterna para iluminarla y vuelve a tirarla sobre la arenilla. Jadeando desesperado, mira hacia la dirección en la que persiguió inútilmente a los intrusos. Una corazonada atravesó su cabeza, y acercó su oreja al pecho de la muchacha.
Un débil tambor latía en su pecho, cantando una vez más para poder vivir.
Todo quedaba en manos del desconocido héroe, a segundos de comenzar una serie de eventos que cambiaría la vida de todos.

Texto agregado el 30-09-2017, y leído por 61 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
02-10-2017 Volviste <3 DesRentor
30-09-2017 Esto da clara impresión de continuar pero me gustó la forma de alternar historias e ir mezclándolas en la medida de los hechos. También me parecieron buenas las descripciones y ambientaciones, se nota la dirección que quiere tomar la historia y ya se advierten los elementos que se están poniendo en juego. litomembrillo
 
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