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Soy Ho Din Diem, astronauta de la República Popular China. En 1964, mi país detonó su primera bomba con lo cual hizo su ingreso en la era atómica. No conforme con esto, logró asimismo lanzar al espacio su primer astronauta. Obtenidos estos dos avances científicos, los equipos de exploración del espacio cósmico concibieron un proyecto más ambicioso; un avance increíble: un tren espacial que consistía en el acoplamiento de varios vehículos capaces de trasladar gran número de pasajeros tanto en viajes planetarios como a destinos más lejanos.
Mientras rusos y americanos estaban trabajando conjuntamente en acoplar sus naves a una estación espacial internacional, comenzamos a trabajar en nuestra novedosa idea. El objetivo del tren espacial era que en el año 2022 los astronautas chinos pisaran la Luna. Llegado el momento, fui designado para ser parte de la misión. Al despedirme en el cosmódromo Chow en Lai, mis superiores depositaron toda su confianza en mí.
Al poco tiempo de partir en el Mao Tse Tung (tal el nombre de la nave) junto a otros siete tripulantes, vi en el cielo varias esferas luminosas no muy distantes. Yo creía en los ovnis ya que compartía la opinión de que no éramos los únicos en el universo. Las esferas luminosas convergieron formando un círculo de tamaño regular. Observé con atención el extraño fenómeno y mi curiosidad hizo que dirigiera el tren espacial hacia el centro de aquel círculo. Un haz luminoso proveniente de una de las grandes naves nos atrajo hacia sí abduciéndonos y pronto nos encontramos en su interior.
Al descender, nos rodearon unos humanoides de pequeña estatura. Nuestra comunicación fue telepática. Les dije que deseaba contactarme con mi base en la Tierra. Al hacerlo fui fuertemente reprendido por mis superiores.
-¿Qué estás haciendo, Ho? ¿Haz olvidado que tu objetivo es hacer que China llegue a la Luna?
-Perdónenme pero no pude evitar ponerme en contacto con seres extraterrestres -fue mi respuesta-. Buscaré la forma de viajar con ellos a la Luna.
Los humanoides provenían de Ganímedes, uno de los satélites de Júpiter y me hicieron saber que no tendrían ningún inconveniente en llevarnos con ellos a nuestro satélite. Me hicieron saber que su rey era Tyr. Sin embargo, según avanzó la conversación, supe que practicaban la comunidad de bienes. Con una sonrisa recordé a Kim Jong Un, líder de Corea del Norte, única monarquía comunista de nuestro planeta.

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El viaje hacia la Luna siguió sin inconvenientes esquivando los meteoros que la nave encontraba a su paso. Uno de los siete astronautas que me acompañaban era una mujer: Lili San. Me gustaba. No desaprovechaba ocasión para estar cerca de ella. Ella correspondía a mis coqueteos con una sonrisa pero medecía:
-No olvidemos para qué estamos acá…
A trescientos mil kilómetros de la Tierra, la Luna apareció en todo su esplendor ante los grandes ventanales de la nave. Yo sabía que nuestro satélite tiene montañas más altas que la Tierra y cuando estuve lo suficientemente cerca, pude deleitar mi vista contemplándolas. Cuando se produjo el alunizaje, salí de la nave de Ganímedes y clavé en el suelo lunar la bandera de mi país. Sentí una gran emoción y mucho orgullo por ser el primer astronauta chino en la Luna. Recordé aquel 20 de julio de 1969 en que los astronautas norteamericanos pisaron suelo lunar volviendo realidad el sueño de Verne. Me comuniqué con el cosmódromo para transmitir la buena nueva: la República Popular China había llegado a la Luna. La noticia, sin embargo, tuvo un sabor agridulce. Yo había sido llevado por seres extraterrestres y eso disminuía el mérito de la misión.
En ese mundo sin atmósfera, mis pesadas botas me permitían caminar junto a mis compañeros de Ganímedes. Luego de contemplar durante lago rato el paisaje lunar, volvimos a nuestra nave para emprender el regreso a la Tierra.
Durante el viaje, Lili San me demostró que no le era indiferente. Una tarde se dirigió a mí con sonrisas y un tono seductor. Esa noche nos besamos. El resto del viaje de regreso lo pasamos juntos. Al llegar a la Tierra, decidimos comprometernos.
El tren espacial había demostrado ser un vehículo idóneo para viajar a la Luna y un buen Cupido para unir corazones solitarios.

Texto agregado el 21-07-2017, y leído por 70 visitantes. (0 votos)


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