En mi trabajo comencé a comprender desde otra perspectiva la desidia y abandono del ser humano.

En estos días se enfermó la persona que hacia la limpieza y por cortesía y delicadeza decidí contribuir en esta tarea hasta que se reintegrara.

Para mi sorpresa, comencé a ver que el resto de los vecinos que dependían de los servicios de esta persona tiraban cualquier cosa a la basura.

Incluso dejaron una botella con orín en un corredor.

Me esmeré en limpiar y dejar todo mejor aún que antes y nuevamente alguien tiraba yerba al piso o agua en una papelera de residuos secos.

Creo que eso nadie lo hace en la casa, sin embargo la vileza humana hace que quienes consideran que usufructúan un servicio tienen poco menos que llegar a considerar un esclavo infrahumano a quien se los brinda.

Es triste porque a Diario me cruzo con estas personas que sonríen y saludan amablemente, y sin embargo algunos de ellos van al baño y tiran el papel defecado en el suelo, arrojan la basura al piso o comen un caramelo y tiran los papeles en el corredor.

Esto pasa en un conglomerado en donde hay varios inquilinos y propietarios trabajando juntos.

Es triste, porque eso es reflejo del alma y la personalidad de muchos quienes nos rodean.

Hay que seguir construyendo lo se, sin embargo ¿a que precio?

Esto es una muestra de lo que acontece en la humanidad. Es la prueba de que hay mucho trabajo por delante.