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Inicio / Cuenteros Locales / danesda / ¿LA MUERTE ES UN AMANECER?

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Estaba adolescente cuando leí “La muerte: un amanecer” de Elisabeth Kubler-Ross , recuerdo que escribía un trabajo muy largo y prolijo de sociología y quería algún texto que me diera respuestas más profundas que el cese de la homeostasis interna, la luz al final del túnel, o el cielo de los católicos. Tengo una tía monja que me lo presto y no creo que imaginara la impresión que causo en mí, lo devoré lo reescribí y luego nunca lo olvide. Efectivamente escribí el ensayo en el que por cierto saque una calificación bastante buena y después seguí martillando las ideas sobre la muerte en mi cabeza como esa campana vieja de la iglesia que parece no callar nunca.

Yo en esa época solo había conocido la muerte de una forma muy distante, es verdad acababa de morir mi abuela y había perdido tres personas de mi edad por cáncer (parece que el cáncer siempre estuvo de moda, una prima que murió por leucemia, una vecina que murió por leucemia y una compañera de colegio que murió de cáncer de estómago; bueno al parecer no todos mueren por leucemia) pero igual se me hacía un tema más bien distante que solo le pasa a los demás; mi abuela como ya he dicho acababa de morir pero ella ya tenía 86 años y al final no supe que de todas sus fallas sistémicas termino con su vida, mi prima y mi vecina se me hacían personajes más bien ficticios y Camila que así es que se llamaba mi compañera me empezaba a dar problemas de culpa en la cabeza.

Cuando Camila murió yo no pude estar, supe que estaba enferma y en realidad la apreciaba mucho, era una chica más bien callada que siempre fue buena conmigo cuando en su mayoría en el colegio la gente no era muy simpática con la rara del curso (o sea yo), era de origen humilde pero se había logrado hacer un camino y había encontrado un hombre maravilloso que la amaba; parecía dentro de todo una historia bonita, chica conoce chico y se enamoran luego chica muere, algo muy estilo Hollywood de los 60, durante su enfermedad intente verla en varias ocasiones pero ahora puedo entender que tenía miedo y buscaba excusas siempre para evitar ese momento independientemente de cuanto la quisiera o precisamente por ello y cuando ya estuvo muy mal y tuve valor mi familia decidió que yo era demasiado sensible para soportarlo y literalmente me escondió de todo; me dolió mucho enterarme tarde de su muerte y saber que ya nada podría hacer, saber que me lo habían ocultado todo como si la sensibilidad fuera signo de debilidad, me costó perdonarlos y me costó perdonarme. Recuerdo ir días después a la Biblioteca Turbay a ver Cobra en la sala de audiovisuales y sentarme afuera entre las plantas nerviosa, temblando y preguntándome ¿Qué iba a poder hacer ahora? Ya era demasiado tarde, las excusas los miedos y los otros nos habían perdido. Jure que jamás pasaría de nuevo.

Recuerdo que en el libro de Elisabeth decían algo así como que al final del camino uno ve en el túnel la imagen que corresponde a su creencia, así los católicos verían a la virgen (puede ser el caso de mi abuela) los hijos verían a los padres, los amantes verían a sus amados; mejor dicho que cada uno vería lo que quiere ver. ¿Y que podría ver yo que no creo en nada? No me definiría realmente atea, digamos que soy una agnóstica confundida pero no creo tener ninguna creencia tan fuerte como para que haga que en el momento de mi muerte alguien venga a mí, en cuyo caso imagino que el túnel (si aun así sigue siendo túnel) lo recorreré sola; creo que eso está bien, al fin y al cabo siempre estuve sola pero me gusta pensar que los que ya se fueron encontraron lo que buscaban y que eso les hizo sonreír porque así no queden ya los cuerpos siempre queda el sonreír (uno sonríe con el alma no con los dientes).

Muchas veces vemos al muerte como algo tan lejano, creo que tienes realmente que vivirla en tu círculo más íntimo para entenderla un poco; la muerte de Camila me causo culpa, la de mi prima y mi vecina indiferencia, la de mi abuela miedo a que mi familia se acabara, la de un compañero de universidad que balearon en la cabeza me causo conmoción creo que más que todo por lo violenta que fue y por la posibilidad de que a cualquiera le podría pasar, la muerte de una amiga que piso un Transmilenio en Bogotá me confronto un poco más, había compartido con ella salidas y realmente me era simpática, era una mujer de fuego, con ojos de fuego y cabello de fuego, realmente muy hermosa a la que yo había aconsejado no entrar a Trabajo Social (claro no me hizo caso, nadie me hace caso), me entere de su partida como se entera uno últimamente de todo por el Facebook y estando en el extranjero y cuando quise saber que fue con una amiga de ambas me corto el rostro porque se creía demasiado importante, no importa una cosa más para el saco; después murió un amigo de mi época del colegio cayo jugando básquet y de una forma absurda que nadie entiende aun, dijeron que fue “muerte súbita” ¿pero qué carajos es la muerte súbita? De el recuerdo muchas cosas, su voz, la forma genial que tenía de bailar, que fue uno de los primeros chicos que me gusto y que de paso me rechazo y que en alguna ocasión lo tuve que llevar a la clínica porque lo habían cortado en la calle por robarle.

Cuando estamos muertos parece ser que pasamos de una al grupo de los “buenitos” nos volvemos peritas en dulce y ya nadie recuerda lo que realmente fuimos, creo que esa es la verdadera muerte invisibilizar lo que somos y lo que queríamos ser, crear personajes ridículos que no corresponden a la realidad y olvidarse de las cosas que si nos importaban. A mi creo que no me pasa así, por alguna razón de todos recuerdo más sus defectos, porque de eso se trata un poco la amistad y el amor, de ver los defectos y aceptarlos inclusive empezar a amarlos; a partir de la aceptación del otro en sus más horribles secretos es cuando le damos apertura a las relaciones reales; ¿pero si eran relaciones reales porque seguía sintiendo tan ausente a la muerte?, ¿Por qué seguía sintiendo que era algún tipo de personaje de una película?, no sé, quizás fuera porque ya estaba demasiado lejos (en otro país) y la realidad de los míos se me hacía lejana, quizás sea porque soy mucho más fría de lo que aparento.

Y entonces llego el 2016 y todo se fue a la mierda, una persona realmente cercana a mi corazón murió de cáncer cerebral, diría yo que era más hermano mío que mi sangre y yo había viajado y compartido con el su agonía y entonces allí si sentí que me cayo todo encima y las cosas empezaron realmente a tener sentido en el dolor, pude experimentar todas esas cosas que antes se me habían hecho tan lejanas y no puede llorar. Así fue simplemente no puede llorar, por mucho tiempo, guarde culpa y miedo por ello porque creía que era algún tipo de monstruo incapaz de sentir tristeza por la pérdida de un ser amado y me llene de cuestionamientos, tenía secretos que no sabía cómo contarle a nadie, ¿cómo admitir que ni aun viendo su cuerpo había podido derramar una lagrima cuando mi corazón estaba completamente con él en ese horno?, ¿cómo contarle a alguien que sentía miedo del ser humano que yo era?, como tantas cosas, me aleje de casi todos, me volví hermética, solo una persona que es el tercero de nosotros sabia de mí y el esta tan lejos que me hacía daño querer un abrazo.
Entonces llego a mis manos “La muerte de Iván Ilich” un cuento de Tolstoi y cuando lo leí sentí que había sido escrito para mí, cuando lo leí llore, como nunca antes lo había hecho y escribí mensajes a mi amigo por todo el libro como queriendo inmortalizar el momento en el que por fin había podido encontrar un poco de sosiego y había podido exteriorizar el dolor, digamos que fue de alguna forma sanador y es curioso que así como decía Elisabeth que uno ve en el túnel lo que quiere ver creo que uno encuentra sosiego con las herramientas que quiere usar, las que tiene más cercanas a su entendimiento y en mi caso son los libros.

Y entonces llego el 2017 y paso aquello de lo que aún no puedo hablar, otra vez una persona muy cercana a mi corazón moría; pero esta vez no había sido el cáncer ni la vejez, ni un accidente ni la muerte súbita, esta vez él había tomado su decisión de morir (si es que así fue) y había dejado caer su cuerpo desde lo más alto para no vernos más; y entonces enloquecí de dolor y preguntas porque esa idea suicida yo de alguna forma la entendía; no era la primera vez que me pasaba, tiempo atrás un amigo se había tomado un reactivo de un laboratorio de química y había amanecido muerto en casa de sus padres pero en esa ocasión me entere muy tarde, literalmente años después y aunque aun así me desgarro y me hizo perder la conciencia en un parque no era igual (ninguna muerte es igual a otra).

¿La muerte es un amanecer? Y en cuyo caso ¿A dónde amanecemos? Abrimos los ojos en una dimensión donde nuestros pesares terrenales ya no pesan y empezamos una “nueva vida”, vendría a ser otra oportunidad entonces; pero lo siento por Elisabeth y su libro, yo realmente no lo creo así, tampoco creo que vayamos al cielo o el infierno y nos encontremos con nuestros pecados frente a un viejito al que le dicen dios en un juicio sin sentido, porque la premisa de juzgar a otros incluye no tener un pecado y no creo que ni dios esté libre de pecado. Yo creo que más bien somos ondas y partículas y cuando morimos se acabó; ya si tenemos un espíritu inmortal o no, realmente no lo sé porque soy agnóstica y no tengo la capacidad de responder esa pregunta pero si sé que la muerte no es tan mala y que no le tengo miedo alguno.
Un profesor me presto “la luz difícil” de Tomas González creo que quería de alguna forma que yo encontrara consuelo en este libro de la misma forma que lo encontré con el cuento de Tolstoi, al fin y al cabo se trata de un libro que nos cuenta la historia de un chico que quiere morir y como su familia y en especial su padre atraviesan su camino hacia la muerte; es la descripción de un suicidio asistido y benevolente donde todos están de acuerdo excepto quizás la ley. ¿Pero no son todos los suicidios asistidos? ¿No tenemos nosotros responsabilidades de asistencia cuando una persona cercana nos deja de ese modo? Porque quizás con nuestra compañía o nuestra indiferencia hicimos y dejamos de hacer. No quiero jugar a adivinar que pensaba el cuándo caía ni las razones que lo llevaron a hacerlo, mi amor viene del respeto y aunque me duela entiendo y comprendo su dolor así que no voy a unirme al sequito de personas que suelen echar la culpa a los suicidas. De chica me encantaba un actor se llamaba Jonathan Brandis y había actuado en una serie de tv donde un submarino lleno de científicos era el responsable de la seguridad del planeta, realmente me gustaba esa serie y realmente me gustaba ese chico, tenía los ojos más azules del mundo y el rostro más dulce, pero ese chico creció y cuando cumplió 27 años se ahorco en su departamento; a él le paso y creo que realmente a todos nos puede llegar a pasar.

Estuve leyendo últimamente no solo el libro de Tomas González sino también encontré en internet una página donde Danielle Harris la pareja de Brandis en el momento de su muerte hablaba sobre lo que sentía y me quede pensando en silencio no específicamente sobre el suicido (tema del que lo siento aun no estoy en la capacidad emocional de hablar) sino en la muerte en sí, en que si Elisabeth tenía razón la muerte solo “se trata sencillamente de abandonar el cuerpo físico como la mariposa abandona su capullo de seda” y que por ello no deberíamos temerle tanto, no estoy queriendo con ello alentar a que suceda pronto sino que he llegado a entender que no hay que sentirnos horrorizados de su existencia en nuestras vidas, al fin y al cabo es algo tan natural como el mismo acto de vivir; quizás si hiciéramos de nuestra vida algo realmente hermoso no temeríamos tanto al momento de irnos, quizás si hiciéramos de nuestras vidas algo realmente genial no tendríamos que inventarnos juicios celestiales ni temer que en el túnel no nos acompañe nadie.

La familia que González plantea, tenía muy claro que lo más importante no es el dolor que nos dejan nuestros seres queridos, ni como nos podemos sentir al respecto de sus decisiones lo más importante son nuestros seres queridos y la forma en que asumen su vida y su muerte. No eran importantes en el cuento de Tolstoi los otros sino Iván era el que sufría la agonía y él tuvo la suerte de contar con una persona realmente piadosa que lo entendió así. Creo que somos egoístas y poco empáticos cuando ponemos la muerte de nuestros seres amados en términos personales de lo que sentimos al respecto y nos volcamos llenos de dolor al reclamo o la lastima. ¿Por qué murió? ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué me dejo?; ¿Enserio creemos que somos tan importantes? Si era nuestro ser querido seguro no se enfermó de cáncer para hacernos daño con su agonía, ni cruzo la avenida para que también a nosotros nos pisara un bus o mucho menos tomo la decisión de morir para dejarnos con el dolor. A la gente le pasan cosas al igual que a nosotros pero esas cosas no son para que seamos heridos por ellos; el dolor creo es el camino a la felicidad, porque solo cuando experimentas un dolor desgarrador puedes tomar la decisión noble de usarlo como combustible y hacerte fuego con el mundo.

Al final estamos hechos de carne y huesos, al final todos nos vemos como zombis mal maquillados en el cajón, al final todos dejamos personas dolientes, al final siempre quedan promesas sin cumplir, al final siempre hay quien nos llore, al final siempre existirá el miedo y al final tu y yo seremos polvo de estrellas otra vez.

A vos.

30 mayo 2017.

@danesda

http://lifeafterproject.org/just-jonathan-brandis/ (pagina donde Danielle Harris habla de la muerte de Jonathan Brandis)
http://danesda.blogspot.com.co/2017/04/la-muerte.html?view=flipcard (que es la muerte según mi yo adolescente)

Texto agregado el 20-06-2017, y leído por 112 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
21-06-2017 Finalmente, "un alma, inmortal "..... FerdiCartago
21-06-2017 Estimada,"creer o no creer". Estoy de acuerdo con Ud. que nuestro cuerpo "es polvo de estrellas", pero lo más importante, "somos un alma en un cuerpo". Saludos.... FerdiCartago
21-06-2017 Es una reflexión profunda sobre morir. La vida es un regalo, y la muerte es un paso transitorio, para luego volver a nacer y ver lo que dejamos inconcluso en el plano terrestre. Vivir cada día es aprender, aprender preguntarás, ¿qué cosa? bueno aprender a "Amar". spirits
 
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