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Nunca consideré su puesto en el trabajo inferior al mío, me enamoré de él no de su empleo aunque mi supuesta superioridad provocó morbo en las personas a nuestro alrededor, por los pasillos se escuchaban murmullos a nuestro paso, los susurros e incluso los comentarios frente a mí no se hicieron esperar, al parecer del resto de las personas era incorrecto que un camillero y una médico mantuvieran una relación.

Todo comenzó cuando ingresé a esta hospital, llegué con la esperanza de ejercer mi profesión de una manera activa y adecuada, en beneficio de todos los pacientes; desde que estudié en la facultad de medicina me sentí atraída por el servicio de urgencias, no hacía mucho acababa de recibir mi título como médico general y tenía el entusiasmo de trabajar un poco antes de iniciar mi residencia en esta especialidad.

¿Cómo lo conocí? No lo recuerdo, supongo que como al resto de las personas, con un “buenos días” mientras caminaba por los pasillos y las salas del hospital, tengo un primer recuerdo de él, pero sé que no fue esa la primera vez que hablamos. Él me sonrió y yo le respondí con un saludo, sacó de su bolsillo derecho un jugo enlatado y lo acercó hacia mí, lo tomé sorprendida, mi expresión le pareció graciosa y después de sonreír un momento me explicó que días antes yo le había comentado que ese jugo en especial me agradaba, a decir verdad sigo sin recordarlo pero supongo que es verdad ya que no muchas personas conocen la afición que tengo por el sabor frutal que protagonizaba esa lata.

No quiero recordar como acaeció el resto, a diferencia de lo que todos me aconsejan “solo recuerda los buenos y bonitos momentos” no quiero hacerlo, pues vuelvo a sentir esa sensación opresiva en el pecho, esa sensación que me provoca falta de aire y al mismo tiempo debilidad en mis pies que pareciera caeré hacia el suelo. Lo que no puedo olvidar es aquella noche que transcurría como todas las demás, mientras veía llegar y marchar pacientes que acudían a mi consulta noté que el siguiente folio pertenecía el, vi su nombre resaltando entre el resto de los demás y me emocioné al grado que dejé de respirar por unos segundos, cuando volví a ser consciente de mi misma me obligue a inhalar mientras recordaba la ocasión en la que igual que esa vez vi su folio entre mis consultas pendientes, al verlo me preocupé por él, pensé que algo malo podría estar sucediéndole; sin embargo, cuando pasó lo hizo con un ramo de rosas color rojo, tulipanes blancos y jazmines morados y en la otra mano una nota que decía “te amo” fue la primera vez que utilizó esa palabra conmigo, me explicó que esa tarde me extrañó y decidió sorprenderme de esa manera. Esta vez mi corazón pulsaba a 120 latidos por minuto y me imaginé que podría tratarse de una situación similar, me di prisa en continuar viendo a mis pacientes y cuando por fin llegó su turno respiré el aire suficiente para llenar mis pulmones y lo llamé, esperaba ansiosa su entrada, sentada tras el escritorio lo vi acercarse, el aire con el que llené mis pulmones salió bruscamente y sentí dolor en mi pecho, ese dolor me oprimía negándome la posibilidad de respirar y de hablar. Recuerdo su mirada fija en mis ojos y el movimiento de sus labios cuando respondían a mi pregunta ¿para quién es la consulta?, para mi hija, doctora y el enredado de sus dedos con los de su esposa.

Texto agregado el 08-03-2017, y leído por 68 visitantes. (0 votos)


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