Mancho de azul la punta mojada y deslizo el pincel por el papel. Sin limpiar, en el estado puro de la témpera anterior, entran las cerdas en el rojo para terminar el retrato. Y siento que demoré una eternidad en revelar la pasión al cuadro y dejé sola a la pureza del cielo y la dejé secarse sobre el lienzo. Ahora el cuadro es una monstruosa red que debería alcanzar el gris de tu alma o el madero de tus ojos y atrapará a ambos. Y solo quiero reír, apesar de todo, quiero reír a carcajadas. Pinté para mí y nadie más, deseaba que fuera también para ti, pero recordé que no quieres ni saber de mí. Entonces, ¿a quién le escribo?