La miseria.

Al observar los edificios,
al mirar las calles, al
escudriñar las plazas, al
recorrer las tiendas.

Al escuchar el tráfico matutino,
al oír el llanto desconsolado de
un niño. Al ser testigo de asaltos,
violaciones y muertes, al percatarme
de los robos del gordo capital al
poblador esforzado.

Me doy cuenta que cruzamos por
tiempos difíciles, descarnados,
tormentosos. Donde mire está
presente la miseria, somos unos
malditos miserables. Lo irónico
es que lo sabemos, sin embargo,
no hacemos nada para revertirlo.

Nuestras ambiciones desmesuradas,
nuestro grandilocuente exitismo,
nuestro egoísmo recalcitrante nos
convirtió en miserables.