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Aguas

La barca se movía, suavemente, como una cuna mecida por las manos de una madre en éxtasis.

Nos conocimos en el parque del Retiro, ella miraba el lago, las barcas, miraba a la gente que inocentemente juega a pasear flotando sobre un agua estancada, gente que intenta saber qué es lo que sintió el rey que fue dueño y señor de ese estanque. Yo también miraba, yo miraba los peces que hay en esas aguas, esos hoyos negros que tragan migas de pan y casi cualquier porquería que les tiran los/as niños/as y los/as adultos/as. Sin querer, realmente sin intención, lo recalco, porque lo que si hubo fue una atracción extraña, nos miramos y sin querer nos pusimos a hablar.

Recuerdo muy bien la conversación, recuerdo los olores de ese día, recuerdo las sensaciones inusitadas que aparecían en mis sentidos, recuerdo ese preludio anterior al oír lo que oí.

Ella me cogió una mano y me dijo. –Yo sé leer las líneas de las manos, ¿quieres qué te las lea?-
-Bueno, no creo en estas cosas, pero venga, dale- le respondí. Lo cierto que es que si creo en esas cosas, pero quise tentarla a decir más de la cuenta, aunque el resultado no fue ese, más bien todo lo contrario. Vio mis manos y comenzó a llorar, me apretó la mano con mucha fuerza.

Después de unos segundos me habló. –Cuando crucé desde África a Europa, en el camino se cayeron al agua muchas personas que yo conocía, pero no pude hacer nada, siempre tendré esas imágenes en mi mente y mi corazón.-
Me vinieron de golpe las imágenes de los noticieros, esos que hacen del drama de estas personas una nota porque no tienen que poner para completar la duración de su amarillento informativo, en fin, que la imagen que ella narraba yo me la podía imaginar perfectamente. De pronto brotaron en torrente las lágrimas por mis ojos, tuve que apretar su mano, esta vez parece que me tocaba a mí.
Recuperando el aliento, poco a poco comencé a hablar. –Yo perdí toda mi familia, un vecino me rescató cuando los rebeldes incendiaron nuestro poblado, esas personas han sido como mi familia, por suerte cuando vine pude hacerlo legalmente, sé que no he sufrido en esta vida más que tú, lo siento.-

Decidimos subirnos a una de las barcas. En esas aguas de pronto a ella le sobrevino una alegría que se transmitía e irradiaba por doquier, pensé que qué fácil es contentar a alguien, solo basta con jugar, una barca, agua y dos remos. Supuse que yo podría sentir lo mismo si le daba migas de pan a los peces mutantes del estanque.
-En mi pueblo dicen que el mar o las aguas en general son la madre, la madre que nos mece y conduce por el mundo, hasta hoy he tenido la sensación de entenderlo, desde que viví lo que te conté, el agua para mí ha sido un pozo oscuro donde caen los que luchan, pienso a veces que es el museo de los negros y las negras muertas. Pero hoy entiendo, por fin entiendo, la madre, nuestra madre nos reúne.-

Yo la verdad es que me sentía confuso, pero algo en mi hacía que sintiera verdadera empatía. Le dije lo que muchas veces he pensado sobre estas metáforas –Entiendo a lo que te refieres, en la mayoría de las cosmovisiones del mundo se le dota de personalidad a ciertos elementos, tales como el fuego, la tierra, el agua y el aire, como en América lo es la tierra, la Madre Tierra, la Pachamama…- ella solo se limitaba a escucharme y mirarme embelesada, disfrutando del momento, como si lo estuviera atesorando para no olvidarlo nunca. Pensé que al estar en la barca sus recuerdos estaban muy presentes, el recuerdo de las personas que murieron cuando ella cruzaba el mar, pensé que como esta vez no nos íbamos a hundir, ni ningún policía nos esperaba en la orilla, era una manera de comenzar de nuevo, al fin y al cabo personas como nosotras estamos acostumbradas a comenzar desde el principio muchas veces en la vida.

-Tengo que confesarte algo- dijo por fin. –No sé leer las líneas de las manos.- Le dije que lo sabía, no hacía falta que se disculpara, pero me interrumpió con una mirada que me asustó.-Yo lo que hago es buscar una señal, una señal que mi madre antes de morir me dijo que debía buscar. ¿Sabes lo que tienes en la mano?- Se refería a una mancha que tengo en la palma, le dije que sí, que era una mancha de nacimiento, abstracta.-No pasa nada, sabía que ibas a estar muy lejos de la tierra que te vio nacer, me dijo- ¿Eh, ahora sí que no te comprendo mujer? le dije, porque realmente no estaba entendiendo nada.-Dices que tu familia murió en un asalto de un grupo rebelde, es curioso, porque la mía también, dices que un vecino te salvó, pues resulta que a mi hermano mellizo lo salvaron unos vecinos, a nosotros nos torturaron durante días, nos desplazaron…a mí me dejaron libre, en fin, ya te contaré esa historia, ¿has visto la palma de mi mano?- No, no la he visto, enséñamela- le dije apurándola. ¿La ves?, Mamá antes de morir dijo: “Tu familia no está aquí, estará en el paraíso de los blancos, su mano tiene una marca, la misma que tú, busca y no dejes de buscar, no tengo nada que darte, más que el amor del agua, después de la tormenta…vendrá la calma”-

Vi su mano, luego la abracé y la sentí con todos mis sentidos.

De pronto recordé cuando era pequeño, nuestra madre nos metía a mi hermana y a mí en una palangana, en la que iba a buscar agua, y nos mecía en el río.

Este día nuestra madre mecía la barca que nos unía en el agua, en el tiempo y en el espacio. Una vez más nos volvía a parir.

Texto agregado el 27-09-2016, y leído por 78 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
27-09-2016 es bueno el relato. 5* dfabro
27-09-2016 Me parece bien delineado el sentimiento de tener algo en común con alguien desconocido en una situación fortuita. El contexto le añade la realidad no lejana de nuestros pueblos en uno y otro lado del mundo. Contado con algo de nostalgia. Salud, litomembrillo
 
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