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Inicio / Cuenteros Locales / migueltr / De Mis Conversaciones Con Dios 7o Encuentro

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Estaba comiéndome unos tacos donde El Primo, cuando se sentó a frente a mí.

-- Pídeme dos de papa y tres de frijol.

Intrigado voltee para ver a mi interlocutor. Lo reconocí inmediatamente pese a estar personificado como un viejo lavacoches. Los ojos, siempre, los ojos, algo hay en su mirada, un brillo muy especial, que me permite reconocerlo entre la gente.

-- Los de chicharrón están muy buenos. -- Respondí al instante.

-- No, le estoy bajando a la carne.

Fui por dos de papa y tres de frijol, con coca light, como siempre y sentándome a su lado lo cuestioné.

--¿Qué te trae por estos rumbos?

-- Pues nada, que te he notado un poco inquieto. –respondió mientras le ponía salsa a uno de papa.

-- Inquieto ¿Cómo?

--Sí, me he dado cuenta que tienes problemas, dudas más bien, existenciales.

-- ¡Ah Chinga!, ¿Dudas existenciales?

-- Sí hombre, que te preguntas ¿Cuál es tu propósito en la vida? Si hay algo más que la mera existencia cotidiana, todo eso que le pasa a los cincuentones.

-- Ah, eso, pues sí, como que me he sentido estancado. De la casa al trabajo, del trabajo a la casa, una salidita los fines y párale de contar; No sé, siento como que la vida es algo más.

-- Tu vida es lo que tu hagas con ella, pero eso sí, todos tenemos una misión que cumplir. Eso está en el Plan Maestro.

-- Entonces, ¿Si hay un Plan Divino?

-- ¡Pues Claro! O apoco crees que todo es casualidad.

-- Pero el libre albedrío, entonces ¿Es puro cuento o qué?

Alzando los ojos y con voz de fastidio respondió:

-- Ay, como te lo explico, ¿Tienes tiempo?

-- Pues sí tengo, pero en 1 hora debo estar en la oficina.

-- Ok, paga y vámonos porque estas sillas están muy duras.

Al acercarnos al automóvil gratamente sorprendido me dijo:

-- ¿Coche nuevo?, ¿Quen pompó?

-- Lo acabo de sacar de la agencia, estuve ahorrando tres años, pero me di el gusto de pagarlo de contado. – Le respondí orgulloso.

-- Te felicito está muy bonito.

-- Gracias, pero volviendo a nuestro asunto, si hay un Plan Divino ¿Cómo es que tenemos libre albedrío para hacer lo que se nos venga en gana?

-- ¿Cómo te explico para que lo entiendas? Imagina un libro de Excel con millones de hojas, cada celda en cada hoja está vinculada entre sí y cada hoja está vinculada a una hoja principal que es mi plan para este universo. Entonces lo que suceda en cada celda afectará a todas las hojas y por lo tanto a la página principal que es lo que tú llamas El Plan Divino.

-- Sí pero pensando en esos términos si soy una celda, la expectativa es que esa celda, o sea yo, tenga un valor.

-- En cierta forma eso es correcto, simplificándolo sería algo más o menos así: Naces con un valor neutro, cero por decir algo, si cumples tu misión el valor es positivo, si no la cumples digamos que el valor es negativo.

-- ¿Y el libre albedrío?

-- El libre albedrío es el mayor regalo otorgado a la humanidad, créeme nadie lo tiene y te soy sincero, eso complica mucho las cosas.

-- ¿Cómo?

-- Volviendo a los términos de Excel, para que entiendas, imagina que tu celda tiene una restricción de formato, esto es, el valor que se ingrese sólo puede ser numérico y tú, por las decisiones que tomaste ingresas un carácter alfabético, pones una “a” ¿Qué pasa?

-- No pues todas las celdas van a marcar ¡#VALOR! Y ya mandaste al diablo, perdonando la expresión, todo el libro de Excel.

-- ¡Exacto! A veces sucede que por decisión propia o más bien como resultado de las decisiones de alguien se altera el Plan Maestro.

-- Y hay que buscar celda por celda para encontrar y corregir el error.

-- Así es, ahí es donde es necesario intervenir.

-- Eso es la intervención divina.

-- Puedes llamarlo así, si lo deseas.
-- Pero ¿Cómo los actos de una sola persona pueden afectar a toda la humanidad?

-- Deja te doy un ejemplo ¿Conoces a Henry Tandey?

-- No, la verdad no me suena.

-- ¿No que mucho History Channel?

-- No, ya ni lo veo, ahí ahora pasan cosas de monstros, extraterrestres y fantasmas, puras jaladas.

-- Uy si te contara.- respondió conteniendo la risa. – Pero bueno vamos a enfocarnos en esto. Henry Tandey fue un soldado británico durante la primera guerra mundial, el soldado raso con las más altas condecoraciones en Inglaterra, un hombre muy valiente y decidido, sin embargo a mediados de 1918 se le presentó una disyuntiva, tenía en la mira a un soldado alemán quien herido se retiraba del campo de batalla. Lo tuvo en la mira de su rifle por algunos segundos y en un acto de compasión tomó la decisión de bajar su rifle y dejó huir a ese joven soldado alemán.

-- Ni me digas que era Hitler.

-- Así es, Tandey que en otras ocasiones fue implacable y no dudó en apuñalar con la bayoneta a sus enemigos. En esa ocasión cediendo al impulso natural de la compasión, tomó la decisión de perdonar la vida a Hitler, libre albedrío.

-- Entonces falló en su misión.

-- Eso tú no lo sabes, en realidad es muchos más complejo de lo que te puedas imaginar.

-- Bueno, pero afectó a toda la humanidad.

-- Ok, en eso sí estamos de acuerdo.

-- O sea, lo mata igual a positivo, lo perdona igual a negativo y el resultado afecta a todos.

-- Sí pero no, suponiendo sin conceder, que lo que dices es cierto, el resultado de tus acciones en relación al Plan Maestro nos afecta a todos.

-- Ok, entiendo ¿Cuál es mi misión en El Plan Divino?

-- No quieres saberlo.

-- Sí, sí quiero. Necesito saber cuál es mi propósito en esta vida ¿Para qué estoy aquí?

-- Si te digo que ya cumpliste tu misión, ¿Estarás más tranquilo?

-- ¿Cuál fue?, dime que es lo que hice que ayudó a la humanidad, porque honestamente nunca he hecho nada heroico o trascendente.

-- ¿No te basta saber que ya cumpliste? ¡Ya la hiciste!, ya la tienes ganada, ¿Para qué quieres saber que fue?

-- ¿Te acuerdas de la cantina en Cadereyta?

-- Sí, si me acuerdo. – respondió bajando la mirada.

-- Dijiste que me debías un favor.

-- Sí, si dije.

-- Pues, por favor, te pido que me digas ¿Cuál fue mi misión en esta vida?

-- No te va a gustar.

-- Insisto. Por favor dime, ¿En qué consistió mi misión en este mundo?

-- ¿Te acuerdas hace diez años que le abriste la puerta a una gorda vestida de verde en Liverpool?

-- Pues, ahora que lo mencionas, sí me acuerdo vagamente de ese día.

-- Esa era tu misión.

--¿QUÉ? – Exclamé indignado. -- ¿Mi misión en esta vida fue abrirle la puerta a una gorda?

-- Pues, sí, pero no le digas gorda se llama Nancy.

-- ¿Cómo?, ¿Cómo demonios abrirle la puerta a una pinche gorda ayudó para mejorar a la humanidad?

-- Cálmate, confórmate con saber que ya cumpliste. Ya pasaste al siguiente nivel.

-- No, pero es que no puede ser así, ¿De qué sirvió que le abriera la puerta a esa vieja?

-- ¡Ah no!, porque te lo debía te dije cuál es tu misión, pero no te voy a revelar la misión de los demás. Y se llama Nancy.

Dando un violento frenón detuve el coche a un costado de la avenida y le dije:

-- Bájate.

--Óyeme, no traigo para el camión y este cuerpo vive hasta Apodaca.

-- ¡Me vale!, bájate. A lo mejor se te aparece alguien cuya misión sea darte un aventón.

-- No seas así, entiende que todas las acciones cuentan, acuérdate todas las celdas están interconectadas.

-- Odio el Excel.

-- Bueno para ponértelo en otros términos, en una máquina hasta el más pequeño tornillo tiene su función y por lo tanto su valor.

-- Que chinguen a su madre los tornillos, las tuercas, el Excel y Nancy. Tan tranquilo que estaba con mi crisis existencial.

Bajándose del carro y asomándose por la ventanilla abierta me dijo:

-- Aún puedes hacer el bien, recuerda, si cambias tú, cambia tu entorno; y eso hijo mío es algo bueno que resulta de tu decisión de hacer el bien. Libre albedrío, al final de cuentas de eso se trata todo.

Dando un violento arrancón, lo dejé parado en la cuneta, al momento que le gritaba sacando la cabeza por la ventanilla.

-- A la chingada con el libre albedrío.

Al voltear por el retrovisor pude verlo que cariñosamente y con una sonrisa en su rostro agitando la mano, se despedía de mí.

Eso no hizo más que aumentar mi furia y rumiando mi coraje mascullaba:

--¡Ay sí! Un tornillo, pinche gorda, el otro pendejo hubiera matado a Hitler, pinche Excel me caga…

En ese momento se escuchó un tronido bajo el cofre de mi coche y éste se detuvo repentinamente.

Por más que lo intenté, el auto no arrancó y tuve que solicitar una grúa para remolcarlo.

Al día siguiente, nervioso, el técnico del taller de servicio de la agencia me explicaba:

--No le voy a mentir, no sé cómo pasó, pero un pequeño tornillo, que nada tenía que hacer ahí. Se atoró con uno de los pistones reventando el motor.

Ya sin prestar atención a su explicación sobre la garantía, sonriendo para mí mismo pensaba.

*A qué cabrón, ¡Me la aplicó!*

FIN

Monterrey, México al 24 de Septiembre de 2016
© migueltr@yahoo.com

Texto agregado el 26-09-2016, y leído por 96 visitantes. (0 votos)


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