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El joven e inexperto lobo se levantó a la misma hora en la misma cueva, bajo el mismo techo húmedo. Estiró sus patas con mucho gusto, mientras bostezaba y luego se sacudía. Unos momentos después, comenzó a caminar por aquella cueva, mirando el techo con mucha curiosidad. Cada vez más y más desesperado. Algo o a alguien buscaba. Su respiración comenzó a agitarse y hasta los fuertes latidos de su corazón se podían escuchar si se prestaba atención.

El inocente lobo comenzó a llorar y aullar como si algo faltara. No encontró lo que buscaba. Luego, salió lo más rápido que pudo y en el cielo comenzó a buscar. Sin embargo, lo único que vio fue un gigantesco ser dorado, el cual lo cegaba. Le gruño y siguió su larga búsqueda. Corrió y corrió, durante horas, bosques cruzó y por ríos nadó hasta que encontró la montaña más alta que pudo ver. Al final del mundo, en el borde, en donde los mortales se separaban de los inmortales. Y allí, en el borde, esperó que el cielo oscureciera. Esperó horas y horas sentado allí mirando el cielo y únicamente el cielo.

Una blanca luz apareció de lo más profundo del acantilado y se elevó. Una hermosa criatura ascendía lenta y maravillosamente hasta lo más alto del oscuro cielo. El fiel lobo, al verla, le comenzó a aullar como si estuviese reclamándole algo. Esta se acercó un poco más a él y un beso en la frente le dio, mientras le acariciaba el lomo. El animal salvaje comenzó a aullarle su amor sin parar. -“Luna mía”-se podía escuchar de los labios del lobo al referirse a su amada.

Horas transcurrieron y la hermosa criatura no se movía. Solo quedó allí admirando a aquel lobo que le recitaba su amor esta noche al igual que todas las de su corta vida. El joven lobo agotado quedó y durmió a los pies de su amada, mientras ella lo acariciaba con una dulzura única. Luna lo cargo en sus brazos, se elevó en los cielos y lo llevo a su cueva a que descansara. Allí ella se quedo un momento con él, pero no más de unos momentos, pues tenía que volver a proteger los cielos y las tierras.

Este interesante lobo se levantaba día tras día con la esperanza de volver a ver a su amada a su lado, pero ella ya se había ido antes que él despertara. Iba a buscarla al mismo lugar a la misma hora solo para poder verla un día más, por si acaso algún día no pudiese tener la suerte de admirarla. Y así fue, durante años, hasta que sus patas comenzaron a no obedecerlo como antes. Este había envejecido y ya no podía cruzar los bosques, nadar por los ríos ni mucho menos subir a la montaña. El animal quedó tirado en la mitad del bosque, llorando de dolor por no poder ver a su amada nunca más y allí falleció.
Luna, al ver que su adorado lobo no aparecía, fue en su búsqueda. Lo buscó durante horas y horas por las tierras mortales hasta que lo vio ahí. Tirado sobre la tierra sin calor, sin vida. Ella comenzó a llorar. Lo recogió delicadamente y lo llevo con ella a lo más alto para que siempre pudiese estar a su lado, aun cuando su cuerpo no tenga vida, su alma siempre estará acompañándola. “te amo, mi estrella”- se susurraba todas las noches.

Texto agregado el 02-09-2016, y leído por 127 visitantes. (0 votos)


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