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Esa tarde de regreso de la farmacia, luego de subir y pagar el boleto pasando la tarjeta sobre el detector de la máquina me senté en el último par de asientos, que en esta unidad está a la derecha y antes de la puerta de descenso. Estando lo más cómodo que se podía en esa butaca sin tapizado y luego de colocarme los audífonos y acceder en el celular en un archivo de música bajo el nombre “Best Sarah Brightman Songs” y mientras oía esas melodías suaves grabadas en estéreo, como me gustan, miré en derredor y comprobé que la mayoría de los asientos estaban vacios.
Un par de cuadras más adelante subieron dos mujeres, las cuales viajaban juntas al parecer por su diálogo ameno y por la explicación que le dio a su compañera, de que se quedaría a conversar con su prima que estaba en un asiento doble a dos cuerpo de donde estaba yo y cuando giró su cabeza para ver a su interlocutora pude verla de perfil. De contextura pequeña, pelo corto y con su nariz aguileña, alargada y curvada hacia abajo, prominente diría a primera vista.
Luego de verla ya no pude distinguir nada más. Toda mi atención se fijó en esa protuberancia grosera que estaba arraigada en la cara de esa pobre mujer, a su alrededor había luces fulgurantes que escondían el resto de la escena y sonidos estridentes que me ensordecían. Un par de segundos después ya no distinguí la mujer, solo esa enorme nariz que ocupaba todos los espacios y se agrandaba más y más, asimismo estuve seguro que de ella colgaba un cuerpo que llegaba hasta el suelo y la obligaba a trasladarse de un lugar a otro como su esclavo.
Temeroso cerré los ojos con fuerza y permanecí por un par de segundo así para ordenar las ideas y al abrirlos el engendro se había reducido drásticamente, tanto que solo parecía algo grande, no mucho y allí comprendí que también tenía el poder de hipnotizar, pues nadie más se había dado cuenta de su transformación. Me sentí en desventaja ante esta situación difícil y solo atiné a descender antes de llegar a mi destino.
Al levantarme del asiento hizo que girara la cabeza hacia donde yo estaba y pude oír una carcajada gutural que salía de las narinas y nuevamente se agrandó y trató de aspirarme por ellas, al comprender que no pudo confundir mis pensamientos se sintió descubierta, pero salí presuroso antes de que me pueda atrapar y aun temiendo del peligroso depredador camuflado, antes de correr y acurrucarme entre dos contenedores de residuos repletos de desperdicios pude ver a la bestia horripilante alejándose en el transporte anterior y riéndose de mí.
Quedé por un largo rato allí y luego me acerque a la garita de apeadero, a la espera de otro vehículo que me llevara hasta mi destino. Sentado en la banqueta central bajo en techo que pretende protégenos de la lluvia y el sol, pero en escasas oportunidades lo logra, abrí la caja de uno de los productos que adquirí en la compra y tomé una de las pequeñas pastillas blancas que me recetaran para estas situaciones y las que yo nombré de manera cotidiana y poco seria las mata monstruos, así no vería la otra realidad escondida detrás del velo de la locura.-FIN

Texto agregado el 30-08-2016, y leído por 70 visitantes. (0 votos)


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