Estamos por la quinta ronda de cañas y todos nos hemos resignado a que no va a ser la última. La conversación camina animada pero sin rumbo, va dando bandazos entre la procedencia de las mejores aceitunas de mesa y la abrazoterapia. Entonces cuento que al recoger el coche, al ticket para la zona azul aún le quedaban dos horas útiles. Me molesta tirar el dinero, así que esperé. De un golf gris bajó una mujer y se lo ofrecí. Al principio no me entendía y dio dos pasos atrás que hicieron que me cuestionara mi aspecto. Después tomó el ticket y me dio un abrazo. Ves, dice mi amigo, pues ahí tienes un cuento. Últimamente mis amigos me dicen muchas veces cuando les cuento algo que eso sería un cuento buenísimo, que debía escribirlo. Me gustaría explicarles que en la playa cada uno recoge las piedras que cree más bellas y todos recogemos piedras diferentes. Hay piedras y cuentos para todos, pero cada uno es el responsable de su colección.