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Malditas sean las enfermedades, malditas todas por maldecirnos, por apoderarse de nosotros, por apoyarse en nuestra debilidad, por aparecer sin ser llamadas, por quedarse una vez que quedó claro que no eran bienvenidas, malditas todas, malditas las enfermedades y maldita la obsesión...

Era tarde cuando Pedro se acostó a dormir, o pronto, según se mire. Era pronto para dormir y era tarde para seguir despierto. Pero así es la vida, siempre tan extraña, tan clara, siempre tan obviamente incomprensible, y desde luego no ayudaba el hecho de llevar mas de 30 horas despierto. La frente le ardía y tenía los pies fríos. Siempre tenía los pies fríos, eso era lo normal, pero extraño el hecho de que siempre los tuviera en movimiento. Y con tanta circulación, se preguntaba él, como era posible que estuvieran tan helados. A veces en la cama debía concentrarse en no moverlos para poder dormirse, y era difícil, pues bastaba dejarlos quietos para que unas extrañas cosquillitas, como descargas eléctricas los forzaran a seguir. Y vuelta a empezar. Pero aquel día tenía otras cosas en que pensar, o no pensar, su cerebro no daba para más, estaba agotado, todo él, destrozado, desde sus helados pies hasta su ardiente frente. Algo no era normal, quizás estuviera enfermo o quizás fuera la falta de sueño. Todo tiene una explicación, y no era difícil deducir que la fiesta de la que venía fuera una presunta culpable, o como mínimo un testigo crucial para resolver el caso, ¿Qué caso? Y a mi me lo preguntas, yo acabo de llegar y estoy muerto, reventado, destrozado, el caso es que quiero dormir y estos pies no paran de danzar.

Había estado bien la noche, hacía mucho que no salía. Y no salía por miedo a recordar, por miedo a no olvidar, bueno... es lo mismo... por lo que fuera, más bien por lo que fue. La excusa fue el final de los exámenes. Que estudiante en su enfermo juicio no ha utilizado alguna vez esta excusa, una y mil veces, y siempre parece que sea algo especial, que realmente es que hay que celebrarlo. Y es que somos tan simples, el fin de algo sólo es el principio de otra cosa, porque detrás de unos exámenes vienen otros, aunque, que demonios, dejad que nos tomemos un pequeño respiro. Si fuera por respiros no estaría en la cama tan cansado, lo que tomó fue un poco de todo y nada de ello en pequeño, todo a lo grande, que había algo que celebrar, el fin de los exámenes.

Los pies seguían dando guerra, y su cabeza se entretenía rebuscando en la memoria como si esta fuera un baúl desordenado. Sacaba imágenes de la fiesta y se las lanzaba a la conciencia en rápidos fogonazos. Ahí estaba con el javi y el xelas tratando de hacerse un porro mientras el javi lo zarandeaba agarrándolo por el hombro, borracho perdido y señalando, voz en grito, a un grupo de chicas-mujeres que pasaban a lo lejos. El xelas mezclaba whisky con fanta naranja mientras comentaba la hipocresía de la sociedad, y que lo mejor del botellón es lo que les jode a los políticos, porque por él, mejor se estaba calentito en un bar y sin tener que mancharse las manos para hacer la mezcla. Y es que el xelas tenía un nervio en las manos que no era normal. Para nervios sus pies, no podía pararlos y así no había quien durmiera, por cansancio no era, no, de eso le sobraba.

De lo que nunca sobraba era dinero, como de muchas otras cosas, pero como este mundo se mueve a su son sabrosón pues se nota más su ausencia. Ya al entrar en la discoteca tuvieron problemas, y es que se han puesto por las nubes, los precios. Con eso del cambio de moneda parece que han cambiado otras muchas cosas, como por ejemplo el morro de los dueños de “discotheques”, en euros tienen mucho más.
Y eso fue lo único que el Txampi quiso hacer ver a la gente de la cola, pero claro, no todo el mundo entiende que romper una botella contra el suelo significa “hay que ver lo caro que está el mundo” y menos aún los seguridades de la disco, esos superheroes de cómic, que mal interpretaron el gesto y salieron detrás de él. Más que superheroes de cómic, de tira cómica, porque parecen de mentiras, tan hinchados, tan descerebrados, tan ridículos corriendo detrás del Txampi, subcampeón universitario de velocidad. Y llegó segundo porque el día anterior a la carrera salió a celebrar el fin de los exámenes.

Es curiosa la vida como da de vueltas, y era curioso que con lo cansado que estaba no se durmiera, y por más que cambiaba de postura el sueño se le escapaba entre recuerdos borrosos. Como se le escapaban todas las chicas. Por más que intentaba acercarse dedicándoles sus mejores movimientos de cadera y brazos, nada, o sus sonrisas mas ensayadas, o su mirada de seductor, es que ni comprándolas con ofrecimientos de tabaco y cubata conseguía algo. Su amigo javi lo acompañaba en sus intentonas fallidas. Allá ivan los dos borrachos, se acercaban a su presa, las miraban primero de reojo, luego buscando que aguantaran la mirada, se acercaban un poco más, disimulaban mirando hacia otro lado, y cuando estaban ya muy cerca, pues daban media vuelta y se ivan al lavabo. Y es que el javi tenía una vejiga de pajarito, además de tener ambos dos una vergüenza tan grande que si dieran euros por vergonzosos, pues serían multibillonarios, sí con b. Y en el lavabo se miraban al espejo y se quejaban de lo dura que es la vida para los hombres, y de lo fácil que lo tienen las chicas, sólo tienen qe esperar a que les entren, y que si una chica podía enrollarse con un chico siempre que quisiera, que sólo tenían que hechar una miradita y listo, y que si lo único malo era la regla, y que ya tenían que estar acostumbradas porque la tienen todos los meses, y no la comparemos con el rechazo contínuo al que los hombres nos enfrentamos cada día de nuestra vida, y qué les costará sonreir en vez de mirarnos con esas caras de asco que tiran para atrás, y cuidado javi con esa gorda que te está mirando, ah, que asco, tío, vamos por otro cubata. Y de pronto abría los ojos, sudando, estaba en la cama, tenía calor en la cabeza y los pies seguían como carámbanos de hielo, como el corazón de las mujeres. Que vida más horrible, pensaba, es la perspectiva de la resaca enfermiza que se apodera de uno. Pensó en ponerse unos calcetines pero estaban tan lejos.

Lejos quedaba la barra para pillar otro cubata. La gran masa de becerrros cantaba cogida por los hombros el exitazo de operación triunfo, hacinados, amontonados como animales, a tu lado me siento seguro, a tu lado pegado te huelo el sobaco, a tu lado tío me dan ganas de potar y con lo lejos que queda el water, pues poto en el mismo suelo y abro hueco. Eso debió pensar javi, y en un instante se abrieron las aguas del mar Rojo y Moisés salvó a los judíos de la muerte segura que les esperaba a manos del faraón de dos metros que recibió la potada en toda su espalda. Moisés era Ángel, otro colega, que, bonita coincidencia, vio como el Javi restregaba la pizza de la cena sobre el zamarro del faraón ese. Y como Ángel también era otro buen cacho de persona pues detuvo a tiempo la furia del capullín y por esa graciosa casualidad se salvaron de recibir la ira de todo un imperio. Tras quitarse el mal sabor de boca con el culo de un cubata que le dio Ángel, Pedro le agradeció la ayudita y cogió a Javi para salir fuera un rato, a coger aire puro. Bueno, en la ciudad la verdad es que aire puro poco, además en realidad salían a fumarse un porro por lo que ni siquiera ivan por el aire. Respiró profundamente y sacó la cabeza de debajo de las sábanas. Comenzaba a estar cansado de estar cansado, de no poderse dormir aun teniendo sueño, de no poderse olvidar de todo aquel pasado. El sueño parecía no llegar nunca con su dulce inconsciencia para salvarlo.
Javi estaba semi-inconsciente el tío, y sufría delirios de grandeza describiendo con pelos y señales, adornando con toda clase de gestos, la paliza que se podría haber llevado el fanfarrón ese de dentro. Y entre puñetazos al aire y desequilibrios de beodo aun tenía tiempo para intentar escupir piropos a cualquier cosa que entrara en su desenfocado campo de visión. Pedro sentado en el borde de un escalón comenzaba a quemar la piedrecita de grifa que le quedaba. Que pena que todo se acabe y haya que volver a empezar, y que lo único que queden sean unos recuerdos ardientes, deformados y encumbrados en el podium de los sentimientos por el simple hecho de haber sido, de haber terminado. Cualquier tiempo pasado fue mejor, porque en realidad sólo recordamos los buenos momentos. Los malos para que, ya fue suficiente con sufrirlos una vez, no? Y esta grifa estaba buena, pero la que tuvo hace unos días, eso sí era calidad, se deshacía en los dedos con enseñarle el mechero, por cierto javi ¿tienes mechero? Y Javi rebuscando en sus pantalones hacía pensar en un perro persiguiéndose el rabo, dando vueltas sobre sí mismo, peleando con su bolsillo, jugando al escondite con el fuego. No lo encontraba, entre las sábanas perdido, desaparecido, el sueño esquivaba las intentonas de Pedro de descansar, sólo se topaba con recuerdos fugaces de la noche anterior, del frío del amanecer, de la sorpresa del tiempo transcurriendo ante sus cansados ojos a una velocidad tan grande que el paso de la noche al día fue un estallido instantáneo, un chasquido de dedos.

Pero la sorpresa más grande fue encontrarse con ella. Dios sabe que su corazón no habría aguantado tanta emoción de golpe si sus 23 años no lo mantuvieran aun sano, como un roble, como un roble fumador compulsivo y borrracho pero como un roble al fin y al cabo. Y es que es lo que tiene la juventud, que te permite pasar de la raya al alcohol, hacer un tour alucinógeno, bañarte en ácido sin deshacerte, y bailar extasiado toda la noche, porque dispones de una cuenta en el bar del vivir, de una tarjeta del Corte Inglés de la vida, y la nota ya me la pasas a final de mes, en algun momento abra que pagar, pero ahora déjame disfrutar. El caso es que acabado el porro y con javi más calmado, sentado en el suelo y con la cabeza entre las piernas murmurando algo así como “no vuelvo a beber nunca”, Pedro tuvo una visión. Entre el humo de la tercera calada y perdido en pensamientos tales como el cero, o un fondo negro, comenzó a enfocarse en su disminuida profundida de campo una figura. Y no era perfecta geométricamente hablando, no era ningún triángulo equilatero, ni una esfera pulida. Estaba llena de imperfecciones, seguimos hablando geométricamente claro, pero esas deformaciones le añadían un atractivo exagerado y elevado exponencialmente por los grados de alcohol consumidos y por el porcentaje ilegal de la presencia de este en la sangre. Además, esas formas le eran sorprendentemente familiares. Todas las incógnitas vieron la luz cuando el extraño y magnífico fenómeno natural liberó de su aparato fonador, con una extraordinaria y melodiosa voz, dos palabras que golpearon al ya de por sí atontado Pedro.
-¿Tienes fuego?.-

Pedro quedo embobado como si obsevara un milagro ante sus cristalizados y enrojecidos ojos. No es que fuera a llorar, pero eran cerca de las 7 de la mañana y a parte de lo bebido, había fumado una cantidad considerable de oro negro, y no me refiero a petróleo, sino al oro que cagó el moro, y ese sí es del bueno. Así que allí estaba él, con un porrete en la boca humeando ante sus ojos y frente a frente de la que había sido su mayor obsesión del ultimo año y que quizás no lo abandonaría nunca.


En la cama acarició su melena oscura, se dejó hechizar por su perfume, por su olor personal. Evocó en su mente los recuerdos más sabrosos de ese su ultimo amor. Con una mano comenzó a dibujar corazones en su espalda desnuda, besó su cuello, saboreó su piel, aspiró con fuerza y rezó en silencio para que el recuerdo de sus labios no lo atormentaran durante toda la eternidad. Lamió con delicadeza su boca, se detuvo y abrió los ojos un instante. Aquella imagen quedaría grabada, registrada y guardada con celo en su memoria. Sólo en momentos de debilidad renacería de sus cenizas con todo su esplendor y lo empujaría a la locura feliz de aquel que perdió lo que más deseaba, pero que fue por perderlo que supo su valor real. Y no se arrepintió de volver a pecar, siguió, con la ayuda de sus manos, dibujando en su mente las formas perfectas de su ilusión, de su obsesión. Disfrutó de sus manipulados recuerdos, y se perdió en el mar de sensaciones placenteras que lo embargaban cuando los dos cuerpos se tocaban. Quiso que aquellos sentimientos no se perdieran nunca, que aquel momento fuera eterno, pero como agarrar un clavo ardiendo, como empuñar una espada de viento. Los sueños se hacen realidad pero cuando se cumple uno otro nace en tu interior. Maldita raza de soñadores, amantes de lo imposible, buscadores del infinito.

Entre dulces pensamientos y cálidos recuerdos, Pedro olvidó sus pies y con el sol en lo alto entrando por las rendijas de la persiana encontró el sueño, fantástico sueño, bendito descanso. Un vez saciada su alma inquieta, sólo quedó su cuerpo destrozado y la sangre calentó sus pies y Morfeo besó su frente. Y con una sonrisa puso punto y final a esta historia.

FIN

L’Eliana, 26 de Febrero de 2002


Para PAULA

Texto agregado el 22-05-2003, y leído por 869 visitantes. (0 votos)


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