¡No llores!,
que la vida está naciendo ahí afuera,
entre la arboleda,
en el cantar de los pájaros,
en los mares que retumban
sobre las orillas de las barrancas
de barcos anclados.

¡No corras!,
la prisa hará que te pierdas,
irremediablemente, intermitente,
indiferente,
despreocupado del tiempo que trasciende.

¡No tiembles!,
que el calor del sol
aún no ha llegado a tu alma,
y te estás lastimando el vientre.

¡Oh, pena amarga la que te ahoga!,
te remueves en cada intento por sonreír,
¡existes!,
pero de la vida buscas el elixir.