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El embarazo
La alegría que sentía casi le impedía respirar y no era para menos llevaba más de cuatro años queriendo quedarse embarazada pero los hados, la providencia o vete a saber que, no habían querido complacerle hasta ahora en que por fin estaba en estado de buena esperanza, como dicen los cursis.
Como hacía mucho tiempo que había perdido la esperanza de ser madre, cuando le llego el momento ya apenas lo esperaba por lo que el placer y el goce que sintió, fue aun más elevado de lo que pensaba, había deseado con tanta fuerza que le llegara su momento, había mirando tantas veces con envidia a otras madres, había llorado tanto, días y días en silencio pidiendo que se cumpliera su sueño, que ahora le parecía mentira y no conseguía calmarse, pues estaba segura que ella había nacido para tener hijos y al fin ahora cuando iba ser una realidad estaba como flotando, estaba en otro mundo.
La noticia era para ella tan importante que necesitaba comunicársela a todo el mundo y lo que era más difícil que compartieran también su alegría, así que a todo el que pillaba, sobre todo amigas y vecinas, les contaba con emoción lo que sentía y lo feliz que era, sin comprender que los demás estaban a lo suyo, por lo que como mucho conseguía frases de conveniencia un “Pues qué bien“ “Chica enhorabuena” y a veces “Pues ya era hora rica”, pero la frialdad de sus respuestas no le importaba en absoluto, seria madre, madre que hermosa palabra y no se cansaba de decirlo, seria madre, madre …..
Cuando pasaron unos días ya más calmada empezó a pensar, como a todas las madres les sucede, que lo único que quería es que su hijo viniera bien y que no le importaba si fuera chico o chica, feo o guapo, solo que viniera bien y que estuviera completito y así iban pasando los días entre las nauseas y las angustias de la mañana.
Pero todo pasa y también estas primeras semanas pasaron estabilizándose y dedicándose solo a lo que todas, a engordar y a engordar y aunque no era excesivamente presumida no dejaba de esta disgustada cuando veía que estaba perdiendo la cintura, que tenia la piel más áspera que antes y los tobillos hinchados, pero el disgusto le duraba poco, enseguida caía en ensoñaciones respecto a lo que sería el futuro de su hijo y su próxima nueva vida como madre.
“Educare a mi hijo con todo el esmero y la atención del mundo” pensaba “Ah y eso sí, sin hacerle un consentido o consentida, ni caprichoso, ni egoísta, es importante que desde el principio le inculque unas sanas reglas morales, que respete al prójimo, que sea bondadoso y que no sea violento” y continuaba, “¿Y cómo será de mayor? ¿Sera alguien importante en la sociedad? ¿Sera famoso? ¿Vivirá aquí o se tendrá que marchar a otra ciudad para vivir?“ y se quedaba largo tiempo pensativa mirando al cielo para al finar acabar reflexionando “Me da lo mismo si llega a ser alguien notable en la sociedad y si tiene o no éxito, lo que de verdad deseo es que sea feliz, muy feliz, lo demás no es importante”.
Y no podía remediar estar continuamente hablando de sus pensamientos y proyectos, a pesar de saber que a sus parientes y amigas no les importaba mucho y que luego no dejarían de murmurar y criticarle “Pues anda parece que es la única que va a parir en el mundo” decía una madre regordeta cuando se marchaba y que ya había tenido tres retoños, “Menuda lata que nos larga todos los días, que si su hijo tal, que si le educara así, vaya una pelma y luego será como todos, un llorón al principio y un maleducado después y mejor para ella que tenga niña, porque los niños luego son siempre unos desagradecidos que de mayores te hacen sufrir” decía otra amargada madre a la que la había dejado el marido hacia poco.
Pero ella ni se inmutaba, primero porque no les oía y segundo porque estaba segura que su esperado hijo sería el más bueno, el más cariñoso, el más inteligente y el más trabajador del mundo y aquí estaba ella para lograrlo.
Y siguió engordando y estando cada día más torpe y pesada hasta que como a todas le llego la hora.
Era una medianoche primaveral cuando rompió aguas y se paso la noche entre apretones, llantos y dolores, que parecían ser eternos pero que al fin terminaron, su hija había nacido.
Se enjugo el sudor y se quedo contemplando arrobada la preciosa ternerita que acababa de nacer y que se revolvía entre las pajas del establo mirándola con dulzura desde sus grande ojazos, “Pero que preciosa es mi hija y que manchas blancas y negras más bonitas tiene, igualitas a las mías, que guapísima eres hijita, te llamare Candorosa como mi nombre y serás la ternera más bonita del corral”.
Toda emocionada arrimo a su hijita para que empezara a mamar, mojándole con los grandes lagrimones que le caían, pero eran lágrimas de alegría.
Por la mañana, muy orgullosa empujo a su hijita para que saliera del establo y pudieran verlas las otras vacas, que por cierto no dijeron ni mu.

Fernando Mateo
Noviembre 2015

Texto agregado el 04-12-2015, y leído por 166 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
15-12-2015 Mamis al fin... ana_blaum
05-12-2015 Me gusto el final...ni mu... es buena...Felicitaciones amigo mio. 5* dfabro
05-12-2015 Muy bueno y tierno. grilo
05-12-2015 Una dulce espera y el infaltable amor maternal,que se manifiesta en humanos y animales.Me gustó.UN ABRAZO. GAFER
04-12-2015 Lindísimo y muy cierto, las madres somos madres aunque seamos menos humanos. Saludos Omenia ome
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