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La tensión en el Vaticano era enorme. La multitud reunida en la plaza San Pedro aguardaba expectante. Por segundo día consecutivo la espesa fumarola negra indicaba que aún no había acuerdo por el sucesor de Benedicto XVI. Eduardo Feinmann comentaba emocionado los rumores cada vez más firmes acerca de un posible Papa sudamericano.

Ulises se acomodó en el sillón, apoyó los pies en la mesita ratonera teniendo cuidado de no tirar el cenicero en la alfombra. Sabía que Laura estaba rondando con el plumero en la mano y un cenicero repleto de puchos desparramado en la alfombra podría ser el inicio de otra batalla campal.

La última pelea había terminado mal. Ulises no podía recordar cómo había comenzado la discusión pero nunca la había visto tan enojada. Laura se había sacado tanto, que, en un momento fuera de sí, corrió al jardín emitiendo sonidos guturales y arrancó una a una todas las plantas que Ulises había plantado el domingo anterior.

Ahora Feinmann estaba reporteando al agregado cultural de la Embajada Argentina cuando su mujer se cruzó con una gamuza en la mano ataviada en su bata rosa.

- ¡Corréte!, le dijo sin más.

Laura no se inmutó, giró hacia un costado, le pasó el trapo a la pantalla de la lámpara de pié y siguió recorriendo el living tarareando una vieja melodía de Sandro.

La mañana era calurosa, pese a la época del año. Había llovido toda la noche y el jardín lucía desprolijo y sucio.

- Tenés que sacar las hojas de la pileta, le dijo Laura sin mirarlo, es un enchastre Ulises, insistió.

- Ya te escuché, le dijo sin sacar los ojos de la tele.

Dos moscas revoloteaban alrededor de Ulises, que intentaba espantar sin éxito. La transpiración le bajaba por la frente haciendo surcos sobre su nariz terminando su recorrido en el espeso bigote. De la camisa desabrochada emergía el generoso abdomen que intentaba disimular apretando el cinturón más allá de las reglas de la física.

Laura y Ulises se conocieron en el colegio secundario y juntos abrieron las puertas de la adolescencia y la adultez. Ulises quería ser contador, pero sus deseos se vieron abruptamente interrumpidos al morir su padre de un sorpresivo infarto. Lo esperaba la pequeña carpintería de aluminio para mantener a su madre.

Jamás imaginaron que su fiesta de casamiento, planeada con mucha anticipación, iba a coincidir con la asunción de Raúl Alfonsín como Presidente de la Nación. La conmoción estaba en el aire, cada tanto se escuchaba a algún invitado gritar: ¡Viva Perón, carajo! , resentido por el inédito resultado de las elecciones, lo que provocaba el murmullo desaprobatorio de la mayoría. El amplio vestido de Laura permitía ocultar la evidencia que ninguno de los dos se animó a contar. La sorpresa fue generalizada, cuando, seis meses después nacieron las gemelas.

Todo fue muy rápido desde entonces, Laura vivía para sus hijas y la limpieza de la casa. Ulises volvía exhausto de la carpintería y los domingos solo quería comer copiosamente y dormir.

Aquella mañana amaneció algo nublado. La despedida en Aeroparque fue tal cual lo habían imaginado, todos los estudiantes ardían de emoción, corrían, sacaban fotos, lloraban con sus padres y volvían a reunirse en pequeños grupos, excitados. El viaje tan soñado a Bariloche era una realidad. Las gemelas lucían bellísimas, Laura y Ulises no podían dejar de llorar cuando las vieron despedirse agitando sus manos en alto y tirándoles besos al aire.

Ese, iba a ser el último vuelo de la Compañía. Nunca pudo reponerse de la tragedia.

Ahora Feinmann está conmocionado y comienza a llorar, intenta explicar lo que pasa pero la emoción le impide hablar. El epígrafe anuncia lo increíble.

- ¡Laura!, grita Ulises, ¡Bergoglio es el Papa!

Laura no se inmutó. Pasó por el costado con el balde y los guantes de látex camino al baño.

Texto agregado el 27-11-2015, y leído por 49 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-11-2015 Ese, iba a ser el último vuelo de la compañía. ¡Viva Perón, carajo! Un placer leerte. ivanoski
27-11-2015 Una estampa familiar aparentemente "normal" marcada por eventos trascendentes y trágicos....si no he leído mal...la vida puede volverse en tu contra en menos que pasas el plumero. elisatab
27-11-2015 Estampas ...muy familiares.Un Abrazo. gafer
 
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