Si tu reír fluía como el arroyo que baja en la cañada,
si tu sonrisa fué sutil aún más que la de La Gioconda,
si tu humor fué sencillo de margarita, no-me-olvides o violeta
¿Por qué, madre mía, en el ataúd estás tan seria?

Si de Englebert la idea o de Darío dulce oda
insaciable enseñaste por más de medio siglo
al niño, al viejo y a aquel que aprender deseara
¿Por qué madre mía en el ataúd estás callada?

Si el calor de tus ojos a todos envolvía,
si la tibia caricia el dolor calmaba,
si el ardor de tu pasión la patria defendía
¿Por qué en el ataúd estás tan fría?

Si en caballo cubriste de tu tierra leguas,
si locomotoras pujantes tu deseo de viajar calmaron,
si aeroplanos a cien ciudades te llevaron
¿Por qué en tu ataúd ni el corazón te pulsa?

Si supiste guiar mis extraviados pasos
si fuiste capaz de perdonar mi mundano pecar
si en mi corazón sembraste la semilla del amor
¿Por qué en tu ataúd, madre mía ahora me ignoras?

¿Por que si tu tocar fuera mi panacea?
¿Por que si tu palabra fué mi guía?
¿Por qué si tu amor maternal ahora me inspira?
¿Por qué en tu ataúd no me haces madre mía
un poco de lugar y pueda yo compartir
junto a ti la tumba fría?