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Paco: En Chile policía uniformado
Mina: en Argentina, Bolivia y Uruguay, mujer
Shop: vaso grande de cerveza.
Jipunga; combinación entre hippie y punga (delincuente).
Huevón: cierta persona//tonto.
Conchetumare: Concha de tu madre; Tipo despreciable.
Cura´o: curado; bebido.


CON LOS PACOS
Era joven, con 23 años. Tenía un amigo, de aquellos que no mueren, un nortino de tomo lomo. Bueno para fumar marihuana, igual que yo. Así es que todos los días en la tarde nos juntábamos. Parecíamos chimeneas.
Un día me dijo que conocía un bar donde las minas sobraban. Llegar y abrasarse. Eran solo empleadas puertas adentro, que tenían los domingos libre y ese era su lugar de encuentro. La idea era muy atractiva. Minas a pedir de boca.
Ese domingo bañado, acicalado y hasta desparasitado, nos juntamos temprano para ir al mentado bar. Ya que al otro día era feriado. Llegamos muy temprano con la intención de ganar una buena ubicación. Nos tomamos unos shops para empezar. Al parecer era demasiado temprano porque no había nadie. Como al cuarto shop éramos los únicos dos huevones dentro del local.
Yo perdiendo la paciencia con la llegada de las mujeres, le digo a mi compadre: -No pasa naipe parece!!; tomémonos dos shops mas y nos vamos-. Después de aquello se nos ocurrió la idea de salir a caminando hacia el centro fumando marihuana, y pasando a todos los bares que estuviesen abiertos en el camino.
Saliendo de estación central hacia barrio Brasil, recién prendido uno bueno. Desde lo alto cae un gato delante de nosotros, eran como cuatro metros de altura. Desde un casona antigua. La caída fue muy cómica. Un costalazo monumental. Acto seguido se asomo de lo alto de la casa otro gato, en el cortafuego, como asegurándose que el otro había caído. El caído trato de trepar por el muro a duras penas. No pudo, dejando una gran sonajera, lo cual llamo la atención de los perros del barrio. Los que salen persiguiéndolo y acorralándolo, no teniendo mas remedio que subirse a un quiosco, quedando rodeado por la pandilla. Lo que nos causo gran risa.
Seguimos nuestro viaje hacia el centro de Santiago pasando por la Av. Brasil, el 777 y finalmente llegamos al barrio Bellavista. También había poca gente, no andaban ni pacos por el lugar. Nos sentamos en una terraza de la calle Pio Nono y como estaba frio pedimos un par de combinados de gaseosa y pisco. Luego de un rato se nos acerca un jipunga cuidador de autos, el que nos dijo fríamente: - cabros!! Compren lah bebiah no mah, que yo tengo la de pisco-. Nos tomamos nuestras gaseosas mezclándolas con el pisco del jipunga. Fueron como dos botellas. Y al momento mi compadre nortino conoce a una mina thrasher. Con su atuendo de cuero y rapada al cero. La invito a sentarse con nosotros, conversamos un buen rato. Se hizo de noche. Acabamos todo el trago. El jipunga propuso ir al Parque forestal. Más pisco, más cerveza. Mi compadre nortino ya estaba pretendiendo a la thrasher, y yo hablando sobre la matemática cuántica de los campos neutrinos con el jipunga. Me dieron ganas de evacuar. Tuve que improvisar un baño en una parte oscura. Use de lavamanos la Fuente Alemana para lavarme el poto. Volví donde mis amigos, oliendo a las flores del edén. El jipunga ya se había ido. Empezamos a caminar hacia el paradero, y no se en que momento la thrasher me toma la mano. Mi compadre nortino se enoja, se aleja y quedo solo con ella. Nos besamos, nos sobajeamos. Pura pasión. Partimos en busca de más cerveza. Luego caminando con mi amada, a una cuadra de la alameda, cerca de una botillería, sale un tipo a nuestro encuentro, intempestivamente, y me da una tremenda patada en el estomago. Caí al suelo. El tipo andaba con otro compañero y una mujercita. Me querían asaltar. Mi amada trhasher, al verme en el suelo y sin aire, tomo la iniciativa de sacar su cinturón de gladiador. Con una hebilla de puro fierro. Dándole tupido y parejo a los agresores. Vencimos. Vimos como brotaba el llanto de los ojos de los delincuentes. Ni la mujercita se salvo de tamaña paliza. También lloraba a mares.
Después de tan imprevista trifulca, fuimos corriendo cerca del edificio de las Fuerzas armadas, cruzando hacia unas torres que había en frente. Ahí vi las estrellas. Éramos los héroes de la película, con un final feliz y lleno de pasión bajo unos matorrales.
Amaneció, el día despuntaba con un gran sol. La fui a dejar al microbús. Me invito a su casa. Yo, el muy huevón, no acepte, acordándome de la mala pasada que le había jugado a mi amigo nortino, dejando en el microbús del olvido a la doncella que me arrebato la virginidad bajo unos matorrales.
Me dispuse a caminar en busca de mi compadre para luego ir a tomar el microbús en dirección a nuestro barrio. Al cruzar la alameda escucho un grito de alarma: -Ahí esta!!!!! Eran quienes habíamos dejado llorando un rato atrás. No atine a otra cosa que no fuese correr. Corrí como un loco, me pisaban los talones. Divise en lontananza una patrulla de pacos, nunca pensé que me alegraría tanto al verlos. Imprimí mayor fuerza a mi carrera hiendo hacia ellos, buscando la salvación. Craso error. Al allegarme a ellos, un paco no hace mejor cosa que pegarme un tremendo palo en la cabeza. Otra vez vi las estrellas. Perdí el conocimiento.
Desperté en la 1°Comisaria de XXX, sentado y esposado de manos y pies a una silla, de forma que no podía moverme, y adentro de una jaula. Un vil mono de circo. Me Preguntaba por que estaba ahí. Empecé a gritar que me soltaran. En eso entra un paco y me dijo: -despertaste conchetumare-. Acto seguido entro a la jaula y me pego una descomunal cachetada. Desperté con las estrellas. Luego de recuperar el sentido, le pregunte al paco porque hizo eso. Sarcásticamente me dijo: -no te acordai lo que hiciste anoche, no le pegaste a mi capitán y asaltaste a esos jóvenes? Ah!!!- Acto seguido, cayó una lluvia de golpes de puño sobre mí. Yo no entendía nada. Le explicaba de muy buena fe lo que había acontecido con los cumas que trataron de asaltarme y a quienes posteriormente dimos una zumba cerca de la botillería. Pero el paco no atendía razones. Para rematar aquel suplicio, paco que entraba en el lugar, paco que me aforraba brutalmente un golpe o una patada sin motivo aparente. Entonces les dije que yo trabajaba en tornería, era un trabajador con todas las de la ley, que como podía andar robando. Peor aun, más me pegaron, a pito de que mentía. La cosa iba de mal en peor. A cada momento me intimidaban con la fiscalía militar. Lugar donde acuden los que tienen litigios con uniformados. De tanto quejarme me quitaron las cadenas que me aprisionaban las piernas y los brazos. Entonces entro una paca, que yo creo tenia un rango superior y sin ton ni son, me pego una cachetada fortísima, la que me aflojo todos los dientes. Me repuse de tan fuerte soplamocos y le dije con un tono sentencioso y lleno ira: -Tú vas a ser madre y tendrás un hijo rockero, igual que yo-. Tanto peor para mi. Al escuchar mis dichos, no hizo más que ensañarse conmigo. Me pego como cuatro bofetadas, un tras otra. Total, ya no me quedaban dientes. Después a un paco más infame que los anteriores, se le ocurrió la super idea que ofrecerle la libertad a un punga que también estaba detenido, diciéndole que se marcharía con viento fresco a cambio de que me diese unos golpes. Yo al ver que todo estaba perdido, el miedo desapareció al instante y le dije duramente: - No le compres a estos pacos maricones. Creen que nos va a lavar el cerebro. No somos payasos a los cuales estos huevones puedan manipular-. Tan duro juicio rindió fruto, pues el punga no acepto el ofrecimiento y replico: -Usteh no se preocupe socio-. Eso me tranquilizo, después de la tan grata estadía que me habían dado los pacos. Algo bueno que pasase.
Me esposaron con otro preso y nos subieron al bus de traslado de los detenidos, "el carnicero", como le dicen. De pronto diviso la calle donde se encontraba la principal cárcel de la región. La Penitenciaria de Santiago, "La Peni". Ahí me asuste. Otra vez aquí, pensaba yo. El lugar no era grato, por decirlo menos. La cosa es que no me bajaron ahí, pase directo al frente de dicho centro penitenciario, a un presidio menor, no por eso menos infernal, la "Capitan Llaver". Con los bebedores problema y los que no pagan la pensión alimenticia a sus queridos. Adolorido, con una terrible resaca y sin ni un peso, me dio sed. Fui a beber agua y el grifo estaba rodeado de papeles con heces humanas. Me fue imposible estirar la mano para abrir el grifo. No lo vi en medio de semejante inmundicia. Me fui a la cancha, centro del recinto, y se me acerca otro detenido, un artista, un poeta ebrio que me ayudo a sentarme. Noto mi deplorable estado, y me dijo: -loco, estay pal gato. Yo te traigo agua-. Me la trajo, nos amistamos hablando de sus poemas y yo de lo vivido en estas últimas horas. La conversa me sentó bien, me fui al baño a evacuar. Sorpresa, tenia cinco mil pesos en mis calzoncillos. No me acuerdo en que momento los puse en mis partes húmedas. Esto abría todo un mundo de interrogantes. La cuestión es que estaban ahí.
Mi libertad, así me decía. Fui a preguntar cuanto era la fianza; no me acuerdo el valor, pero con los cinco mil tenia para dos y sobraba para el microbús de regreso a casa. Invite a mi amigo poeta a salir por su buena disposición para conmigo. Le dije: - Loco!! Vámonos, te pago la salida y me acompañái a tomar la micro. Antes que yo terminase, el poeta ya había aceptado. El poeta escucho "te pago.. " y no lo pensó.
Éramos como treinta detenidos. Ya Dispuesto a salir. En eso entro un gendarme, un gallardo militar, de esos que se ven solo en las películas gringas. Era un verdadero rambo, robocop, un terminator. Con una polera apretada, puro musculo. Yo pensé: "este nos va dar que patada en el poto y pa fuera". No fue así, aquel ropero con patas tenia un defecto; tenia vos de pito, parecía un niño. Causo gran risa entre los detenidos cuando hablo por primera vez. El, enfurecido decía: - te devuelvo cagando para adentro si te ríes-. Habían detenidos que no podían contener la risa, yo, haciendo un esfuerzo supremo para no estallar de una carcajada, me acordaba de tan malograda noche para no reírme. Aguanté. Salimos a tiempo, sino, era una semana de reclusión. El poeta me llevo a tomar el microbús de regreso a casa. El, en un papel roñoso, me regalo sus versos. Los que nunca leí. Nos despedimos con un fraternal abraso.
Iba rumbo a casa y me acorde de mi compadre nortino. Me allegue a su casa, llame con fuerza. El estaba despreocupadamente viendo televisión. Le conté mi historia. Me creyó poco y nada, refiriéndome otra historia más alucinante; que había peleado con 30 huevones y le había pegado a cinco pacos, y yo que buscaba consuelo. Me fui cojeando a casa, cuando veo a mi santa madre en la calle, frente a ella. De inmediato me grita: - Ya venih curao. ¿a donde te quedaste anoche?- Luego me dio una cachetada que me hizo acordar de los pacos. Me pego justo donde ellos se habían divertido flagelándome. Sorprendióme, pues no me habían pegado ni cuando era niño. Ni aquel tío que tanto recuerdo.
Ni el más eximio escritor, ni el más grande de los poetas tendrán palabras para describir la maldad de la policía. Solo en la hora de mi muerte la mostrare a los incautos mortales, que solo ven televisión arrellanados en su sillón.

Texto agregado el 18-11-2015, y leído por 86 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
18-11-2015 jaja pues ni yo pude contener la risa ante la voz de pito.. Me encantó tu relato y el acercamiento a esa realidad. Un abrazo, sheisan
 
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