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Inicio / Cuenteros Locales / Lughaidh / Fragmento extraño [El culto]

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Fue algo así como el soñar despierto, como si estuviera en dos lugares al mismo tiempo. Eso fue lo que sentí hace un momento. Sabía que estaba escondido detrás del culto; además, sabía que algo alimentaba mi conocimiento y me decía qué era lo que estaba viendo. Hasta parecía que mi cuerpo quedó inerte y algo de él, por un momento, abandonó el espacio. Y como decía, me encontraba detrás del culto, aquél donde desmembraban a seres extraños, que nunca había percibido anteriormente. Además, oraciones o cantos, un tanto chamánicos, adorando a un ser, que hacían llamar un dios inmortal y omnipotente; que nunca dejaría la esencia de su ser. Todo aspecto de aquel sitio me ponía los pelos de punta, además mis nervios estaban al tope. Ya no tenía entendimiento certero de qué era lo real y lo que era la verdad. Quizá ya no existía “verdad”, pero comprometería mi sanidad y mi creencia acerca de lo verdadero, pero aún siendo de esta manera, lo real podría estar siendo, independientemente de lo verdadero. Era tiempo de muchas especulaciones existenciales absurdas las que por la mente pasaban inaccesibles entre veces. El denso aire, apenas respirable, me hacía esforzar mis pulmones para aspirar el poco oxígeno de la atmósfera magmática. Como fuese, el caso siguiente es que, los seres detectaron mi presencia –sigo creyendo que sabían desde hace mucho de mi estancia en aquel lugar, pero el porqué me llena de dudas la cabeza—. Me sostuvieron por los brazos y me llevaron a arrastras hacia un lugar, con una oscuridad aún más abismal; además de los sonidos del lugar… eran melancólicos y coléricos; era muy extraño y fuera de mi sentido común. Sonidos estrambóticos, acompañados por voces agonizantes de seres desconocidos, que iban hacia su muerte segura y muy sádica, por lo que llegué a observar.

No puse resistencia alguna, puesto ya no me preocupaba el dolor físico; lo corpóreo era para mí ya nada importante, pues vi lo que no sabía existía: lo ideal, lo cósmico, lo espiritual, lo schaquphniano, lo perfecto, lo trascendente y omnipotente, el ser de todo ser; el único pero plural ser, el ser que, a pesar de estar en un lugar, es infinito, pues el lugar está con él fundido. Estoy hablando de lo que funde al cuerpo, lo que materializa las ideas, el número por excelencia.

Sí, así es, ya no me importaba morir y mi cuerpo dejar; ya no me preocupaba por lo siguiente, si me sacrificarían o comerían lentamente; ya no habría dolor más grande, que vivir sabiendo lo que la mayoría ignora vehemente: que hay un universo repleto de mundos inconcebibles para muchos humanos y que la muerte es sólo una manera de darle fin a la materia que “él” crea; la luz -que muchas veces se torna oscura-.

¿Cuáles son las intenciones de esos seres? No lo sé, el lector debe estar preguntándose sobre ese porqué, pero ni yo ni nadie sabrá, porque está más allá de lo concebible por lo humano.

El culto de esos seres prefiero llevarlo conmigo, porque es… demasiado para alguien, tener que saber aquellas cosas grotescas y horrorosas.

Texto agregado el 16-11-2015, y leído por 47 visitantes. (0 votos)


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