( Venía la cosa que el barón asomaba un afilado colmillo al sonreír; con lo que de nuevo se creaban malas expectativas en la mansión de los Cárpatos. Los comensales que tuvieron la ocasión de apreciarlo se estremecieron, mientras los que estaban más alejados en la mesa eran ajenos totalmente a la circunstancia).

Seguro que no lo hizo a propósito pero aquel apéndice de predador hablaba por sí solo. Aquella noche los que estaban al corriente echaron doble cierre a la puerta de la habitación.
La señora Pancrass que había asistido sin su marido a aquel retiro invernal era de las que se habían apercibido. Un escalofrío le recorrió en un primer momento a lo largo de todo el espinazo o columna vertebral- que de las dos maneras se puede decir. Pero más tarde le excitó.
Aquella noche tuvo ensoñaciones eróticas con el dueño de aquella portentosa pensión- en medio de los Cárpatos, como decíamos, y aislada del mundo inmersa entre las montañas y el vacío que proporciona no encontrarse cerca de ningún núcleo de población.